El Hurgón

Análisis de oficio

No siempre quien oficia la misa cree en lo que está rezando y por eso cuando es convocado a discernir sobre su oficio se resiste a acudir al llamado, porque teme que su falta de solidez en los conceptos y en las pocas o nulas razones que posee para explicarse lo pongan en evidencia y sea mostrado como alguien que solo actúa por conveniencia personal.

Algo similar sucede con quienes en la vida diaria ejercen oficios con los que se han emparentado a través de una coincidencia y terminan aferrados a éstos por la facilidad con que se involucran en ellos, el poco esfuerzo que les exige ejercerlos, pero sobre todo, porque son oficios que se deslizan subrepticiamente dentro de la sociedad sin que lleguen a ser perturbados por el análisis y la reflexión, y por lo que se vuelven oficios habituales cuyo desarrollo termina siendo consecuencia de una inercia.

La contemporaneidad es un gran facilitador para la producción de oficios generados por la casualidad y consolidados por el hábito, porque los ingredientes fundamentales de esta época tales como la abundancia de datos, la exigencia de rapidez en la actuación, para avanzar pronto y no dejarse tomar la delantera por el otro, y la exigencia de un impacto ruidoso, no dan tiempo al balance de las actividades y por consiguiente cada vez existen menos espacios aptos para hacer análisis.

Esto ha hecho que cada vez la expresión análisis sea más extraña a los procesos y termine por fastidiar su mención a quienes no están dispuestos a hacer un alto en el camino para evaluar sus actos, porque no tienen nada qué decir a favor de lo que hacen, distinto a las definiciones oficiales que se encargan de calificar sus hechos, para que parezcan ciertos, y por lo cual, quien actúa no tiene qué preocuparse de crear un discurso para explicar por qué lo hace, para quién lo hace, cómo lo hace, etc.

Las actividades artísticas, pero fundamentalmente aquellas por cuya proximidad con el público se han visto obligadas a adoptar posturas cada vez más conexas con el entretenimiento, para no desparecer por sustracción de materia, como es el caso de las Artes Escénicas, es sobre las cuales más está incidiendo la ausencia de análisis y la carencia de proceso, con lo cual su acontecer no solo es un asunto de inercia sino de gestión basada en la improvisación sin objetivo y que es como cualquier disciplina comienza a perder su rigor.

La improvisación, no como acción de riesgo para llegar al conocimiento, sino como utensilio de emergencia para resolver incoherencias y escasez de contenidos, muy de moda, es un indicativo de cómo la disposición de análisis se aleja cada vez más de los ejercicios que con viso social ejecuta el ser humano, y esto se debe a la licencia para teorizar, sin asumir consecuencias, que ofrece la contemporaneidad, a través de la falsa idea de la democratización del conocimiento.

La formación del individuo en una disciplina no es ya el resultado del recorrido a través de un sendero de ensayos, errores y enmiendas, que es como generalmente suceden los procesos y se realizan los hechos, sino de copias ya elaboradas de técnicas que se repiten sin cesar y con las cuales quien las asume toma el calificativo de profesional, después de volverse en experto en repetirlas.

Son, hoy en día muy escasos los estímulos que convidan a la autocrítica o al análisis y por eso quien desea hacer una u otro, deberá tener la integridad de la autoridad que, por ética y decencia inicia una investigación.

Esto es lo que se llama: análisis de oficio.


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