Críticas de espectáculos

‘Angelhada’/Ángel Pavlovsky

Invadida de hermosura

Obra: Angelhada Autor: Ángel Pavlovsky y Martina Burlet. Dramaturgia, escenografía, iluminación, vestuario y dirección: Ángel Pavlovsky. Teatro del Mercado (Zaragoza) 10 de marzo de 2011

Pavlovsky es un animal escénico. Le gusta la escena. Se nota. Y le gusta hablar, contar cosas. También se nota. Por eso entiende el escenario como un lugar de encuentro con la palabra y con el público. Con su público. Porque es de esos que tiene su propio público. Se lo ha ido ganando desde que llegó de Argentina en 1973. Primero poco a poco, casi de uno en uno, y de forma más masiva con el discurrir de los años. Pavlovsky era un ángel. Pero lo dejó. Por el tema de la jerarquización, que no le gustaba. Y ahí está ahora. Convertido en hada. Ataviado con un ‘look’ a medio camino entre la princesa de Turandot y Gloria Swanson descendiendo por la escalera en ‘El crepúsculo de los dioses’.

Le acompaña en escena Martina Burlet haciendo la ambientación sonora. Con su mímica exquisita. Con sus brazos que a veces se asemejan a palomas. Estoy convencido de que ella es de verdad un hada. Se convierte en oficiante de una ceremonia a la que el público asiste. Tan sencilla, pero a la vez tan intensa y profunda, como es dejarse seducir y acudir a encontrar la felicidad en un teatro. Va construyendo un camino de palabras y nos invita a transitarlo. Junto a él recorremos paisajes formados por su fino humor, sus agudas opiniones y su manera de entender la vida, hasta llegar finalmente a la estación de destino: el optimismo y las ganas de vivir. Estos son algunos de los mimbres con los que se construye ‘Angelhada’, un espectáculo muy personal, frágil, delicado y de aparente sencillez.

La puesta en escena se apoya en un espléndido y potente diseño de luces que nos ofrece hermosos efectos y compone cuadros escénicos de una innegable belleza. Cómo decidió adoptar a una madre abandonada o cómo se apuntó a la escuela de hadas son dos de las historias más destacadas. Lástima que las dos horas y media se hagan por momentos un poquito largas. Lástima que entre ese entrelazar palabras de humor lúcido se cuele alguna que otra digresión. Y cuando parece que todo se empantana, surge él, con su capacidad de conectar con la sala o Martina, el hada vestida de azabache, para conducirnos de nuevo a la magia.

Joaquín Melguizo

Publicado en Heraldo de Aragón 13 de marzo de 2011


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