Entrevista realizada por Teresa Ferre a Anna Lizaran y publicada en el Nº 72 de Artez (Abril de 2003)
Confieso: Anna Lizarán es mi actriz favorita, así que fuera elogios, sólo darle las gracias por tantas emociones y cosas aprendidas. Hablamos con ella en estos días en que el teatro catalán anda revuelto por el futuro del Lliure, del cual ella es fundadora. Acaba de terminar allí Retorn al Desert de Koltés, y dos días después iniciaba la reposición d’Escenes d’una execució, montaje con diversas nominaciones a los Max y por el que ha recibido el Premio Butaca como mejor actriz. Habla suavemente pero contundente. Está en un momento en que se plantea un respiro para reflexionar sobre el Lliure, sobre su futuro como actriz, sobre su vida.
Eres una de las fundadoras del Teatre Lliure. ¿Cómo has vivido los últimos años?
Pues como una crisis, realmente. Me da la impresión que, desde que abandonamos aquella sala pequeña, donde estábamos intentando llenar un vacío de teatro que había en la ciudad y que ahora ya no existe, hasta que se murió Fabià, hasta que vinimos a esta casa grande, después se murió Pep, todo ha sido crisis detrás de crisis.
¿Queda algo de aquél teatro?
Me parece que ahora tenemos que pensar que el Lliure aquél está muerto. Ya lo decía Lluís en un estudio que hizo. Nosotros no somos los mismos, son 30 años que nos separan y esto quiere decir muchas cosas, hay más experiencia pero también hay menos ilusión quizás, no sé no estoy segura.
¿Cómo ves el Lliure ahora?
El Lliure hoy tendría también que apostar por ir más allá, es decir, por marcar la diferencia. A ver si Àlex es capaz. Es lo bastante joven, lo bastante inteligente y seguramente ambicioso para poder llevarlo a cabo. Esto sin estar contaminado por otras cosas. Lo digo muy sinceramente.
Todos teníamos claro que el director sería Lluís Pasqual, supongo que tú la primera.
Sí, creo que tenía que ser Lluís Pasqual, por muchas razones: porque tiene toda una experiencia de gestionar y llevar adelante teatros, porque tiene muy grabada la esencia y la filosofía de la casa ¡Pero no le quieren! Evidentemente los políticos desgraciadamente no le quieren. Ya veremos qué pasa…
¿Seguirás vinculada a los órganos de gestión del teatro?
No. Yo me retiro un poco del Lliure. En unos días quiero dimitir de la junta de gobierno y dejar caras nuevas. Continúo siendo miembro de la Fundación, patrona, si es que la Fundación continúa y con esto ya tengo suficiente y cierro una etapa. A lo mejor dentro de cuatro o cinco años vuelvo a abrir otra, pero de momento necesito hacer un paréntesis, reflexionar, porque las cosas en la distancia parece que se puedan ver un poco más claras.
(Unos días después Anna Lizarán presentaba la dimisión, con una carta pública donde dejaba claro que no está «ni tranquila, ni contenta, ni esperanzada» especialmente con las instituciones de las que dice «querían el teatro y mandar, que es lo mismo y no querían a alguien que les estorbara y, de hecho, lo han conseguido. De un modo u otro pronto nos habrían echado a todos. Un sistema de quedarse el Lliure y a precio muy bajo». Al mismo tiempo dimitió otro histórico ex director del Lliure, Lluís Homar, alegando motivos personales.)
Ya, pero no dejarás de actuar.
Evidentemente. Siempre estoy dispuesta a trabajar como actriz, por supuesto, pero el día a día quiero dejarlo. Ha sido maravilloso, he sido una privilegiada, he podido hacer obras maravillosas, me han salido las primeras canas, las primeras arrugas, he puesto quilos… todo lo he hecho allí. Es una cosa muy importante para mí el Lliure.
¿Por qué dices que Escenas de una ejecución te tiene el corazón robado?
Porque es así. El texto y el personaje, y la compañía. Esta obra yo la tenía en la cabeza y no la pude hacer en su momento. Cuando me la propusieron en el Nacional no dudé ni un segundo, aunque en principio el papel no tenía que ser para mí. No pensaron en mí, bueno, pensaron en otra persona y después en mí y se inclinaron por la otra persona. No diré el nombre pero se ve que no podía.
¿Y qué hiciste?
Bueno, me preguntaron y ni por un momento me sentí ofendida, lo cogí por los cuernos y dije este papel tiene que ser mío. Además creo que tengo la edad específica y justa para hacerlo, cosa que no ocurre normalmente en teatro, que haya papeles de mi edad. Según para qué soy demasiado joven, como Celestina, para otros soy mayor. Es aquella edad tan problemática de la que se quejan muchas actrices.
Creo que no eres un ejemplo de esto porque no paras.
Yo por ahora tengo suerte porque puedo hacer esta, he podido hacer Retorn al Desert, que también es una edad madura, hice el arreglo aquél con Lluís en Tot esperant Godot. En la última década de mi vida he podido hacer L’hort dels cirerers, he tenido más suerte que desgracias. Y en el caso de Es-cenas es una obra que coge muchos elementos para enseñar al público, por mí estaría reponiéndola años y años.
Después de Galactia, ¿crees todavía en el arte como denuncia?
¡Claro que sí! Es que yo no hago otra cosa. No he hecho nunca según qué papeles en teatro. Más que como denuncia, el teatro, el arte en sí tiene que enriquecer el alma del espectador y ser el punto de partida para que el público pueda hacer un pequeño debate al salir de la función y aprender. Como aprendemos los actores y actrices a medida que hacemos obras. Yo he ido creciendo con el teatro, me ha enseñado muchas cosas. También he podido poner dentro del teatro muchas vicisitudes, alegrías o tristezas que he ido pasando a lo largo de los años.
Los artistas volvéis a tener protagonismo en la sociedad últimamente sobre todo con la protesta contra la guerra.
Bueno, los actores tienen en sus manos los medios de comunicación, vale la pena disponer de ellos para poder explicar las cosas que queremos reivindicar, pero si hay alguien que no quiere manifestarse que no lo haga. Creo que la gente que estamos vinculados al teatro de alguna forma ya respiramos más a la izquierda. Entonces es lógico que en estos momentos se reaccione así, y es normal que en Galicia no hayan querido los premios Max, por miedo de ponerse en casa a los comediantes, que ya antiguamente eran enterrados a parte, fuera del «campo santo».
Es aquél clásico de que sois gente rara…
Existe la impresión de que somos gente especial, que en definitiva no lo somos, somos gente normal. Yo sí puedo asegurar que soy una persona normalísima y te diré incluso que a niveles de gran timidez, pero tampoco utilizo el teatro como terapia, quiero decir, yo me siento como pez en el agua en un escenario en cambio en una reunión llena de gente por timidez no abro la boca. Se me está quitando un poco con la edad pero al principio me sucedía mucho.
¿Es diferente Escenas al hacerla un año después?
Sí y es curioso porque la obra en sí es la misma pero con el año que ha pasado se ha enriquecido porque todos tenemos un poco más de vida vivida, el texto ha estado quieto en el cerebro, lo tienes dormido pero cuando vuelve a sonar descubres cosas que antes no habías visto, a lo mejor se pierden otras. Es la gracia del teatro, que está vivo.
¿Influye el público también en esto que comentas?
Sí, a medida que el espectador colabora contigo al ver la función. Si el público está abierto y lo has seducido lo suficiente y está contigo, aquella obra crece, si te da la espalda no sabes del todo si es culpa tuya o es él. Nunca se sabe. Esto es lo que me embriaga del teatro, la forma de arte completamente viva y que no lo haces tú solo, sino mucha gente, los que estamos en el escenario pero también todos los que están detrás, maquinistas, escenógrafos, el que ha hecho la música, el regidor, todos. En el teatro se forma un compendio tan grande, que si todo encaja se produce un milagro.
En este caso la asistencia de público, los premios y las nominaciones a los Max indican que se ha producido.
Eso parece. Solamente con la nominación estoy contenta, porque sirve para demostrar que la obra ha tenido un eco, como mínimo entre la profesión y esto está muy bien. Con el público ya tenemos una manifestación in-mediata después de la función con los aplausos o los silbidos, aunque ahora se silba y patalea poco. Yo no soy de las que hace ascos a los premios, me satisfacen.
¿Te había pasado antes esto de coincidir con dos obras a la vez?
Tanto no. Muy al principio en el Lliure ensayábamos por la tarde y representábamos por la noche, era una dinámica establecida. Después se dejó de hacer porque era un palo enorme, pero no es raro que un actor ensaye una obra y represente otra. Como mínimo porque se tiene que trabajar y a veces te ves con la obligación de hacer dos cosas; por esto, o porque realmente estás comprometida. Pero tan rápido como ahora, terminar el 23 y empezar el 25 con la otra no, no me había sucedido y fue un choc especial.
Además ahora Escenas se estrenará en castellano.
Sí y me hace mucha ilusión enseñar esta obra en castellano, a ver qué piensa la gente, a ver si se nos entiende lo suficiente, si nos criticarán el acento o no, porque es el único acento que se critica. Si a un andaluz se le nota que lo es, uno del norte o un aragonés no pasa nada, pero el catalán es el único acento que no puede permitirse. Pero lo tenemos.
De estos dos últimos personajes, Galactia y Matilde, ¿con qué te quedas de cada una?
No sé, siempre que pienso en sacar cosas de un personaje o del otro me da la sensación que al verbalizarlo traiciono a uno de los dos y entonces, en este sentido, me incomoda manifestarme porque Matilde se puede enfadar si digo según qué y depende de lo que diga lo hará Galactia y las dos tienen suficiente mal genio para no meterme en líos. Cuesta mucho, mucho.
Sí porque vaya dúo…
Lo que me gusta de las dos es que son muy vitales y a mí esto me anima a vivir después de salir del teatro, cuando haces una cosa vital, reivindicativa, te sientes más viva.
¿Es una leyenda urbana o es cierto que utilizas un perfume para cada personaje?
Es absolutamente verdad, si no, no podría. Mira si es así, que en «Retorn» hice que me enviaran uno de Londres porque lo había olido, era una especie de perfume que recordaba ligeramente al pachulí. A veces me han dicho que muy bien el perfume y otras… mira, una anécdota: la actriz que hace de mi hija en «Retorn» como tenemos escenas que estamos las dos en la cama durmiendo y hablando me decía basta, este olor no lo soporto. Y en cambio a mí me daba la sensación como que venía de Argelia.
¿Y los guardas?
Claro. Antes, cuando tenía mi camerino fijo en el Lliure tenía todos los frascos de cada personaje que había hecho. Y muchas veces si tenía ganas de rememorar alguno cogía el frasco y olía. Ahora, creo que estoy agotando bastante las existencias porque he hecho tantos… Con Galactia no tendría que llevar ninguno pero me pongo del mío porque al sudar en escena el pobre que me abraza así está más cómodo.
Has hecho dos pequeñas direcciones. ¿Te animarás a seguir?
Mira, me está empezando a rondar por la cabeza. Hasta ahora no. Hice Arsénic i puntes de coixí y me lo pasé muy bien. Y en estos días que he pensado tanto sobre qué haré cuando termine, si haré alguna película o algo de tele o dejaré el teatro por un tiempo ha aparecido la dirección.
¿Por qué has pensado en dejar el teatro?
Porque la presión de salir cada día a escena es un poco angustiante. Cada mañana te despiertas y lo primero que haces es ah ah, bueno tengo voz, después te levantas y ves que no te duele nada, quiero decir, aquello de ay, me he resfriado, tengo tos, tengo dolor de estómago. No puedes permitirte estar enfermo y además tienes una vida privada que no puedes dedicarte a los tuyos. Entonces a lo mejor me tomo un respiro de interpretación durante un tiempo, no lo sé. De momento estoy con esto y me lo estoy pasando muy bien y acabaré el 15 de junio como una señora aquí en el TNC. Después ya veré…