Antiguos y modernos
Llevar gafas de pasta, corte de pelo segunda guerra mundial o pantalón de pitillo no es sinónimo de modernidad. Tampoco lo son la experimentación, el ensayo abierto o el Teatro Posdramático. De la misma manera, ser un antiguo no tiene porqué tener que ver con el hecho de lucir o no las cumbres plateadas, defender discursos escénicos asequibles temática y formalmente, o rehuir, por ejemplo, el uso de ultimísimas tecnologías en escena.
Lo moderno no tiene porqué ser augurio de calidad. Lo viejo puede sorprender. Repetir fórmulas que no han llevado a nada parece una estupidez, pero también es verdad que se crece a base de palos y que todos tenemos derecho a equivocarnos. Al acercarse a maneras de entender el hecho escénico que un día sorprendieron, y todavía funcionan, se le llama tirar de clásicos. Pues sean muy bienvenidos, pero ¿no creen que son tan imprescindibles como lo es intentar adelantarse a lo que puede interesar a las generaciones que nos van a suceder?
Tampoco creo que la modernidad sea inspirarse en las vanguardias del siglo XX, aunque todo sea dicho, continúan llenas de sentido. Me pregunto básicamente ¿Qué se quiere decir cuando se proclama ‘esto ya se hizo antes’? La frase me la expresó un amigo hace pocos días, refiriéndose al trabajo de una compañía joven. Una frase que seguro que o bien hemos escuchado o proferido alguna vez. Esta reflexión parte de aquellas palabras.
Cada creador busca su camino, y en su juventud tiene licencia para desafiar al sol, ¿no es la madurez el estado que atempera los humores?
Tenemos derecho a disfrutar del trabajo de creadores noveles que repiten o versionan fórmulas antiguas, fórmulas que un día conmovieron y que pueden ser el punto de partida de una rica y provechosa carrera profesional –quede claro que también es un gusto asistir a las lecciones de modernidad de dan creadores como Carles Santos que, a sus más de setenta años, continúan participando en programaciones que se presentan como ‘avanzadas’-.
Me pregunto pues ¿qué pasa pues con los que no estaban? ¿No tienen derecho a descubrir por su propio pie? Los de mi generación llegamos a David Bowie gracias al Brit Pop. ¿Quién se atreve a prescribir y bajo qué conocimiento? Pienso en La Fura dels Baus, por ejemplo. ¿Cuántos jóvenes de entre 18 y 25 años han asistido a una representación de este grupo? Que descubran pues a la compañía catalana en el discurso de un creador novel no tiene porqué ser malo, al contrario. Viva la cita, la referencia, la influencia y el homenaje; o también viva la conexión con el imaginario de una cultura, en estos momentos, ya colectivo –pues hablar de la Fura es hablar de mucho más que una compañía-.
Nos quedan tantas cosas hechas por ver… Les deseo una larga y maravillosa vida como espectadores. Hoy y mañana, la mía al menos, la quiero imaginar repleta de sorpresas, antiguas y modernas.