Apantallados
Para aquellos que tenemos la juventud anclada en el siglo XX, la imagen zombi de los Campos Elíseos de París representa lo más temido de la ciencia ficción: la humanidad controlada por un artilugio electrónico: el teléfono celular.
Revivamos ese momento: Cientos de miles esperan la llegada de 2024 en la avenida de los Campos Elíseos de París; faltan diez segundos para llegue el nuevo año, cuenta que se proyecta en el Arco del Triunfo, 8, 7, 6… Todos, como un sólo hombre, con el celular en la mano filman la escena, todos, cientos de miles… Terrorífica imagen de los enajenados del siglo XXI, la mayoría hombres, la mayoría jóvenes, que olvidan la realidad circundante para concentrarse en sus juguetes luminosos.
Generación del tik-tok y de las redes sociales, que ven la realidad a través de ese espejo negro, Tezcatlipoca, dios azteca de los abismos nocturnos, espejo humeante que refleja el camino a las tinieblas. Sucumben ante el imperio de la febril necesidad de atrapar lo inasible y trasmitirlo de inmediato.
¿Quién nos domina? ¿Qué fuerza nos mueve hacia esa uniformidad cerebral? Los veo de nuevo, los brazos levantados, uniformes, integrados en una masa inmóvil. Quien tenga el control de esos zombis dominará la economía, la política, la moda. Lo intentan y lo consiguen: vivimos dominados por lo que dicten las redes sociales.
Los veo absortos en el metro, todos buscándose en la profundidad de ese maremágnum que son las redes sociales. Pocos se salvan leyendo un libro, los periódicos dejaron de existir, el silencio interior también, llegamos condicionados a nuestros destinos. Estamos apantallados, todo lo vemos en el reflejo luminoso de la pantalla, sea de la computadora, en la pantallita del celular, o en la privacidad de la televisión. Vida a través de un rectángulo, realidad cuadrada. No hay ningún resquicio en donde no estemos vinculados a la pantalla. Bueno, sí hay algunos…
“…Se pide a los espectadores que apaguen su teléfono celular durante el espectáculo” o como decía Luis Jiménez en cada representación del Festival don Quijote: “Durante el tiempo de la representación les devolvemos la libertad: ¡Por favor apague su teléfono celular!” La escena viviente como último reducto de un mundo sin telefonía móvil, un ámbito en tres dimensiones, en donde la escena puede envolvernos y liberarnos de esa cadena invisible que nos une a un patrón desconocido. Doblemente libres en la escena, en el teatro.
La utilidad del artilugio digital es múltiple, pero es una facilidad que nos hace dependientes, nos encadena, por el que entregamos a un amo y señor desconocido y secreto nuestros sueños, ambiciones, ideales, creatividad y otras características impalpables pero que determinan al final nuestro comportamiento.
Soñemos con un 2024 en el que podamos decidir por nosotros mismos nuestro futuro, año de decisiones claves que espero sea benéfico para todos.
París, enero 2024