El Hurgón

Apuntes sobre la opinión

Ya hemos hecho referencia en varias oportunidades a las molestias que debe soportar quien se atreve a opinar, cuando su misión es la objetividad, y ahora, más que discernir acerca de dichas molestias, nos interesa hablar un poco acerca de las trampas que se arman para hacer aparecer a la opinión como una actividad cuyas intenciones son siempre dudosas, y además practicada sólo por quienes quieren favorecer o desprestigiar a alguien.

Sobre la opinión casi siempre nos sugieren que es un acto de crítica, y como la expresión crítica se define como una de las tantas maneras de fastidiar, la opinión está relacionada con la intención de deteriorar la imagen de alguien, y por lo cual es considerada como un estorbo que los expertos en descubrir actitudes que conduzcan a la complacencia recomiendan no tomar en cuenta.

Cuando se habla de la opinión, poco o nada se dice de su esencia, cual es contribuir con el estudio de una realidad en crisis, e incitar al análisis para estudiar las modificaciones posibles, pues quienes poseen poder dentro de dichas estructuras, cuyas modificaciones son sugeridas por la opinión, utilizan la estrategia del desprestigio, para desestimular su aceptación social.

No podemos negar que entre las intenciones de muchos de quienes opinan prevalece la de ejercer presiones para satisfacer intereses personales, pero no podemos tampoco dejar de afirmar que muchos de quienes opinan lo hacen llevados por el interés de ayudar a abrir o a ampliar un debate, y son los que eligiendo el camino de la objetividad exasperan a quienes se hallan interesados en crearle al acto de opinar una imagen detestable, pues cuando se refieren a la misma lo hacen como si estuviesen hablando de una acción indigna de ser tenida en cuenta como prueba de conocimiento.

Las interpretaciones que se hacen sobre las consecuencias de la opinión generan desconfianza sobre su capacidad de influir tanto en el desarrollo del conocimiento como en la construcción social, y por ende ésta no es tenida en cuenta como un aporte para la iniciación de un análisis de los problemas sociales, porque cuando se discierne acerca de ella no se define como parte del juego del debate sino como un mecanismo cuyo objetivo es proteger a unos y hostigar a otros.

El ejercicio de la opinión es útil para la apertura o ampliación del debate social, porque mantiene encendidas las alertas para avisar cómo se está dando el desarrollo social y cómo son los hechos de quienes están a cargo de realizarlo.

No obstante las observaciones hechas en el párrafo anterior, advertimos que opinar es un ejercicio que se ha popularizado, y cuanto no sabemos definir acerca de esta popularidad es si se debe a la necesidad de controvertir, para enderezar el rumbo de tanta información desmañada y dislocada, o si es porque constituye una estrategia para consolidar la incoherencia cognitiva que caracteriza a la época actual, o adquirir privilegios, con el apoyo de sus caminos secretos, pues opinar puede ser un acto de buena voluntad, cuyo objetivo sea contribuir con el debate sobre una materia específica, pero también puede ser la excusa perfecta para saldar cuentas pendientes, reforzar enemistades, crear nuevos vínculos, o afincar viejos odios nacidos de acuerdos desechos y de incumplimientos, y es por esto último que de entrada, la opinión es algo sobre cuya objetividad nacen profundas sospechas.

En todo caso, cualquiera sea la intención de una opinión, lo importante es que sirve para alertar, para estimular el entendimiento y para ayudarnos a recordar que siempre habrá algo que debemos cambiar.


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