Otras escenas

Arm, aber sexy

Pobre pero sexi. Así es Berlín según su alcalde. Una ciudad ‘artie’ y cosmopolita que sufre como la que más los estragos de la crisis.

Si bien es cierto que la ciudad está tomada por artistas de todo tipo, que en cualquier esquina hay un galería de arte o sala de ensayo, me pregunto cuántos de estos creadores se ganarán la vida con sus producciones.

Por lo que a las Artes Escénicas se refiere, uno tiene la sensación que entre la escena oficial y la off existe poca vida.

El festival 100° Berlin podría ser uno de los escaparates más importantes de esta otra escena berlinesa, de la escena no oficial, la pobre. Un festival que se lleva a cabo entre los espacios de Sophiensaele y las tres salas de HAU, por las que desfilan tantas compañías como los cuatro días de festival permiten.

Ninguno de los grupos cobra. Para participar lo importante es llegar entre el primero. La selección termina una vez se ha ocupado el último espacio de la parrilla horaria. Las piezas, eso sí, deben de tener una duración inferior a una hora, así como un tiempo de montaje y desmontaje fulminantes.

El 85 por ciento de las producciones presentadas son tan malas que asustan. Este 2013, coincidiendo con el décimo aniversario del certamen, el festival ha estado plagado de situaciones estrambóticas y delirantes, tanto que daban la vuelta al marcador y terminaban por darle a uno la sensación de estar ante algo muy, pero que muy auténtico e irrepetible. Para que se hagan una idea, les estoy hablando de un híbrido entre las programaciones de los hoteles de la Costa Brava, las galas de folklóricas trasnochadas en discotecas de ambiente y los desaparecidos Radicals Lliures.

El quince por ciento de la programación restante, sin embargo, esconde perlas dignas de los carteles más sofisticados. Por lo general se trata de artistas jóvenes e inquietos con piezas tempranas aunque con mucha personalidad. Producciones ‘low cost’ elaboradas a partir de referentes tan marcianos como terrenales, híbridos que transitan entre el arte performativo, la música, las artes del movimiento y el vídeo.

Entre los trabajos más notables se encontraron las piezas de Herrmann Simons, Ren Saibara, Falsch o Benedikt Bindewald und Kollektiv-Transit. Las Herrmann Simons, con su ‘Sexutopia 2113’, ironizaron sobre el sexo en la actualidad mientras especulaban sobre lo que puede ser en el futuro. Una performance sobre patines que tiene como punto de partida la película de culto ‘Barbarela’, a partir de la cual, las dos jovencísimas actrices -enfundadas en dos trajes de lamé plateado tan ajustados como imposibles- juegan a imitar e interpretar pasajes del film. ‘Das Schweigen-Extra’, de la japonesa Ren Saibara, es una conferencia tan crítica como divertida que revisa la vinculación de la cultura nipona a la energía nuclear. Una performance ecologista que mezcla la historia contemporánea del país del sol naciente con sátira política, karaoke o animé. En ‘Feldspiele’, por otra parte, los Falsch también practican el discurso verde – uno de los motivos más recurrentes del festival-. Proponen una divertida aventura escénica en la que tres personajes se disputan el mercado mundial de la fruta, avanzando entre casillas, pruebas y otras normas dictadas por una ácida voz en off. El mercado, el cambio climático o la especulación con los alimentos son componentes imprescindibles a tener en cuenta durante el juego. ‘Plastikflut’, en cambio, está protagonizado por el gran volumen de plástico que navega nuestros océanos. Benedikt Bindewald y Kollektiv-Transit mezclan la música de una sencilla formación musical con el trabajo de tres bailarines. Una producción de gran belleza, un poema visual en la línea del mejor Carles Santos, que alerta sobre los peligros de la contaminación medioambiental. En otra línea habría que situar ‘FIGURe it out’, de KostümKollektiv Berlin. Una performance protagonizada por el público asistente, donde el reto consistía en vestir libremente los modelos que la asociación alemana tiene en su haber y desfilar ante el público mientras otros espectadores se encargaban de catalogar los diseños con la ayuda de unos carteles en los que se podían leer adjetivos de la talla de ‘divorciado’, ‘diva’, ‘novato’ o ‘casamentero’.

El sábado por la noche, por otro lado, la organización regaló a la audiencia un espectáculo extra. Unos y otros compartimos el pastel de celebración del décimo aniversario del festival 100° Berlin. También bebimos cava y disfrutamos de unos cuantos números de variedades anunciados como ‘burlesque’ y ‘queer’. Después, buena música y mejor ambiente, lo más emocionante del certamen, las ganas y la entrega del público asistente. Curioso y desenfadado, joven y paciente, pobre pero sexy.


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