Atenas
El pasado 24 de enero una tormenta de nieve, que no se había visto por aquí en veinte años, campó a sus anchas por Atenas y por otras regiones del país. Los daños han sido incontables. El pueblo griego se ha visto superado por los acontecimientos, pero ha predominado la solidaridad humana. Por eso, adoro este lugar sensible del mundo. Puesto que ha coincidido con mi estancia en Grecia, he vivido o he visto escenas trágicas y la desesperación de muchas personas. El ser humano, en situaciones límite, se muestra tal y como en realidad es. La política, también. Todo ha resultado una gran prueba para este país, un “acontecimiento de talla” más. La gestión de la tragedia ha sido un desastre. Los políticos no han estado a la altura de las circunstancias, se han sentido desbordados, y su capacidad de previsión ha sido casi inexistente. Ha afectado a la población, sin excepciones. Como ocurre muchas veces en el país, esta se ha visto muy desprotegida.
He de decir, también, que, si en gran medida la Grecia actual sigue en pie con gran dignidad, después de todo lo que ha vivido en las últimas décadas, es por la inmensa capacidad de resiliencia, generosidad, empatía y sensibilidad hacia el ser humano que poseen sus ciudadanos en las horas críticas. No he visto nada similar en toda Europa. Este pueblo ha sufrido mucho a lo largo de su historia.
Quien haya visitado esta tierra en profundidad se dará cuenta de muchas cosas. Sí. De cosas que no solo afectan a sus ciudadanos. En cada visita que hago al país heleno siempre descubro nuevas sensaciones y, con frecuencia, recibo lecciones de humanidad. Por supuesto hay de todo y no pretendo idealizar, pero me temo que no creo en el ser humano y, cada vez que voy, casi se vienen abajo mis argumentos. Por eso, desde el primer momento, desde mi primer viaje en 2017, invitado por el profesor Styl Rodarelis a un festival de teatro español en la ciudad de Atenas, a esta la consideré como una especie de luz en medio de la oscuridad. Incluso percibí inmediatamente el “déjà vu” del que tantos autores han hablado. Quien posea algo de sensibilidad hacia este tipo de cosas, lo vivirá. Eso sí, cada persona lo experimentará de manera diferente. Una escultura en el Museo de la Acrópolis me hizo sentir que estaba en casa, que había vuelto a casa. Lloré mucho aquella tarde de invierno. En verdad, aún no sé por qué. Fue un impulso inconsciente. Todo es muy pasional aquí: el “enemigo a batir” se encuentra, posiblemente, en quien sea capaz de gestionar de forma muy racional sus sentimientos. Es habitual ver esto en algunas series televisivas griegas de gran audiencia, por ejemplo.
Creo que lo más valioso para ellos es su libertad y el amor. Después, es probable que sea el mundo de la creatividad en sus muy diversas manifestaciones. Y dentro de lo literario, lo que gana no es la novela, sino, por este orden, la poesía y el teatro. El pueblo actual griego es de los más cultos de Europa. Sus escritores han luchado, a lo largo de la historia hasta la actualidad, por dar voz a la gente, por debatir continuamente. Por eso, los creadores son tan respetados aquí, como en ningún sitio, porque muchos dieron su vida por la libertad y por la democracia en tiempos bélicos o en épocas dictatoriales, y eso significa mucho en Grecia. La mayoría reconoce que tiene una responsabilidad.
En efecto, el pueblo griego siempre se ha tenido a sí mismo para superar sus propios problemas. No dudo de que este terrible castigo más que ha sufrido acabará siendo superado por la tenacidad y la generosidad de cada ciudadano y no tanto por la gestión política.