Y no es coña

Baja la ceja

Cualquier ciudadano tiene todo el derecho de participar en al vida política, formar parte de sindicatos o partidos políticos, de apoyar a quién le parezca. Los artistas, también. Algunos consideramos que incluso es bueno que cada cuál se retrate, sea coherente con su idea del mundo y si quiere, desea y así se lo pide su compromiso, que milite. Indudablemente el voto es secreto, pero muchos lo dicen, circunstancialmente. Otros con el sentido del oportunismo más obvio.

Colocados en una nube de inocencia que perdimos hace décadas, se debería asegurar que los asuntos de la cultura deberían estar fuera del juego partidista. Pero nos han dado tantas veces en la parte de atrás de la inocencia, que ya hemos desistido de entender este asunto fuera del acercamiento, la militancia, las buenas relaciones como elementos definitivos que junto a la supuesta sabiduría, idoneidad y proyecto, al menos en asuntos de titularidad pública, tienen una relevancia demasiado obvia, constante y tozuda. Para decirlo de una manera sencilla: quien tiene padrino se bautiza. Y si además forma parte del clan dominante en ciertos ámbitos en cada orilla del poder, es más fácil conseguir un puesto de confianza, que tenga viabilidad un proyecto o incluso que las ayudas y subvenciones lleguen con muchos menos problemas. Está claro, no todos aquellos que reciben una subvención, ni que están al frente de una institución pública, o que reciben un Premio Nacional, lo logran por asuntos de militancia o proximidad, pero si vamos quitando excepciones, nos encontramos que existe un común denominador que nos demuestra la obviedad.

Toda la perorata anterior viene a cuento de dos hechos públicos que entendemos nos alertan de movimientos internos dentro de la familia de las artes escénicas españolas, o al menos, en algunas de sus partes. En primer lugar la reunión que tuvieron algunas personas, a título personal, con Mariano Rajoy. Seguimos en el plano de la inocencia y de lo políticamente correcto: es lógico, normal, adecuado, que el líder de la oposición, como alternativa de gobierno, escuche, intercambie opiniones con el sector. Todavía más, si resulta que el señor Rajoy ya fue ministro del ramo hace unos años. La reunión fue informal, y según una de las personas presentes, no había agenda, ni orden del día, e incluso se produjeron algunas disfunciones previas de tal manera que algunas de las personas anunciadas como asistentes a la reunión no acudieron al enterarse de que alguien de los convocantes hablaba de una “plataforma”. Tampoco hubo unanimidad en la reunión en cuanto a posturas sobre hechos tan importantes como el teatro público y el privado. Esta discusión es más seria de lo que parece y se debe realizar en todos los niveles de decisión con mucha profundidad porque según como se encare este asunto, el futuro será de una manera o de otra.

Por otro lado, y a los pocos días, desde la Unión de Actores de Madrid se recuerda en público que no todos son “de la ceja”. Y aquí sí que nos entran escalofríos ante la obviedad más obvia, que dicha en voz alta, significa que se intuye que todo lo que ha significado “la ceja”, es decir, aquellos artistas que apoyaron a Rodríguez Zapatero están en recesión o en minoría, cosa que ya sabíamos todos. Así que está de baja la ceja, y no se sabe si ya se da como ganador a Rajoy o estamos simplemente en una operación de desmarque significativa, a la espera de acontecimientos. Probablemente la gente de la cultura en general tiene más que motivos para distanciarse, repudiar, criticar al señor Rodríguez Zapatero que en cinco años de gobierno nos ha regalado nada menos que tres personas al frente del Ministerio de Cultura que han llevado a las cotas más ínfimas de representatividad todo cuanto tiene que ver con la cultura, especialmente en las artes escénicas, que se están desmontando todos los logros históricos y que parece que nadie es capaz de parar la deriva hacia la nada en la que estamos.

Esperemos que a partir de ahora, si se produce otra remodelación del gobierno de Rodríguez Zapatero, nos depare otra acción de desmoralización, probablemente con la supresión del propio Ministerio, cosa, que se recuerda, ya hizo, precisamente el señor Rajoy que lo fue del que se llamó de Educación y Cultura. Así estamos, con la ceja baja. Con la barba que no ceja. Los independientes y no alienados, podemos ir preparándonos para el ostracismo y el exilio interior o exterior. Vaya, lo de siempre. Un zumbido.

 

 


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