Reportajes y crónicas

Balance del XXXV Festival de Teatro de Badajoz

Un Festival quebrantado por los recortes

 

Sin duda, el evento de este año ha ofrecido una selección de espectáculos de tendencias teatrales que en su mayoría alcanzaron esas metas de lo interesante, lo curioso o lo experimental. Y también ha logrado un gran éxito de asistencia  de público (la organización ha sabido dar facilidades en los precios de las entradas para que el aforo del López de Ayala se llenara cada día). Sin embargo, la gente de teatro y el público consuetudinario entusiasta de muchas ediciones, lamentamos que el «Festival» haya sido quebrantado por los recortes. En este sentido su organización vuelve a ser cuestionable, como ocurrió hace 4 años.

Entonces, el Festival Internacional de Teatro y Danza Contemporáneos de Badajoz (la edición XXXI) sufrió un cambio que nos dejó atónitos: había borrado de la memoria su carácter internacional y su vínculo con la danza contemporánea, eliminando la participación de compañías europeas y latinoamericanas, y también las actividades paralelas a través de las cuales se atisbaban una serie de horizontes teatrales –con debates estimulantes de ideas y consecuencias prácticas- entre profesionales y público aficionado. Además, la programación fue impuesta desde Mérida por asesores –con oscuros intereses- de la Consejería de Cultura, que propiciaron un desastre organizativo y artístico, convirtiendo el Festival en una simple «Muestra de Teatro». Eran tiempos de la consejera Leonor Flores, obsesionada por crear un Festival musical –el Play Cáceres- que costaba un ojo de la cara (incomprensible cuando ya existía el Womad y emergía la crisis). La crítica los vapuleó y al año siguiente el Festival teatral (la edición XXXII) recuperó sus señas de identidad. Después, en las dos ediciones siguientes (la XXXIII y la XXXIV), con la consejera Manuela Holgado y con la crisis encima, el Festival fue reduciendo el número de espectáculos, pasando de 20 a 15 y con altibajos de calidad por los tejemanejes políticos de los mismos asesores –teatralmente chusqueros- que forzaban una selección de producciones comerciales que se podían ver en fechas de temporada.

Así pues, en esta XXXV edición, llamada ahora «Festival de Teatro de Badajoz», reducida a 10 espectáculos representativos de sólo 4 comunidades del panorama teatral español se ha producido en su organización el mismo cambio de orientación de la edición XXXI, mutilando la apreciada imagen de un Festival Internacional significado y consolidado. Y nuestra decepción de los nuevos políticos culturales que, igualmente, han demostrado su ignorancia a la hora valorar esta alternativa teatral reduciendo sus presupuestos. Que son los mismos políticos culturales responsables de esa obsesiva atención -por afán de ridícula notoriedad- a otras actividades trasnochadas, que no son culturales sino sociales, como los Premios Ceres (incomprensible cuando ya existen los MAX), que han costado un ojo de la cara.

De los espectáculos presentados, han destacando las versiones modernas de «Ricardo III» y «Hamlet», de Shakespeare. La primera de la compañía Atalaya de Sevilla, dirigida por Ricardo Iniesta, un alarde de creatividad colectiva, lleno de fuerza dramática y de belleza plástica; la segunda, de María F. Ache con dirección de Hill Keen (que también hace un espléndido papel como Claudio) profundizando sobre la justicia y responsabilidad de los personajes del autor inglés desde una visión de montaje actual, con excelentes interpretaciones de Alberto San Juan y Antonio Gil (del que también destaca la dirección de movimientos). Asimismo, «La lengua madre» de Juan José Millas, monólogo divertido y crítico contra los que pervierten las palabras de nuestro diccionario, interpretado por un magnífico Juan Diego; «De ratones y Hombres», interesante adaptación y montaje escénico de Miguel del Barco sobre la novela del mismo título, del Nobel John Steinbeck; y «El Nacional» -como reposición/homenaje a los 50 años de vida de Els Joglars-, prodigioso y vigente espectáculo satírico-musical, en donde brillan el actor Ramón Fonseré y la soprano Begoña Alberdi. De las extremeñas destacó «Última luna de abril», chispeante comedia de La Estampa Teatro que cuestiona determinados valores consumistas en medio de la crisis, donde se luce su autora y actriz Concha Rodríguez.

José Manuel Villafaina


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