Balance del XXXVI Festival Internacional de Teatro de Badajoz
Notables espectáculos en otra edición limitada por el presupuesto
El Festival de este año, que ha mejorado sumando 5 espectáculos a los 10 de la pasada edición (la más pobre de su historia), ha vuelto a ofrecer -en su mayoría- una valiosa selección de las tendencias teatrales actuales, aunque casi todas las compañías han sido de Madrid. Y también ha logrado que el aforo del Teatro López de Ayala se llenara de público casi todos los días (más de 7.000 espectadores han asistido). Sin embargo, mucha gente de la farándula y del público consuetudinario, entusiastas del prestigio que tuvo el evento en ediciones anteriores, siente que el Festival siga mermado por el exiguo presupuesto que dispone y se haya convertido en una simple «Muestra de Teatro».
No obstante, ha hecho un esfuerzo por salvar su carácter internacional y su vínculo con la danza contemporánea (eliminados el pasado año), contando con la participación de una excelente compañía uruguaya y de un encuentro sobre la danza, las artes del movimiento y otros derivados encuadrados en el espectáculo «Habitando espacios», de la compañía extremeña NadaQueVer de Sara García, una propuesta -con altibajos de calidad- realizada por artistas iberoamericanos de diversos lugares. Pero no han podido incluir ninguna compañía europea. Y tampoco esas actividades paralelas a través de las cuales se contemplan una serie de debates estimulantes de ideas y consecuencias prácticas entre profesionales (esenciales al no celebrarse ahora la Muestra de Teatro Extremeño).
En este sentido hay que lamentar el desconocimiento de algunos políticos culturales a la hora de valorar este Festival. Un evento importante que data de 1972 y forma parte de ese trípode extremeño de festivales -el clásico grecolatino de Mérida, el clásico del renacimiento y siglo de oro de Cáceres y de las manifestaciones contemporáneas de Badajoz- que fue instituido en 1992. Pero un evento que tiene un presupuesto insignificante comparado con el de Mérida (que acaba de incrementarse para el próximo año). Y del que no se digiere bien los intrusos Premios Ceres («reivindicativos de la grandeza del teatro clásico», según palabras del presidente Monago), que resultan un agravio sobre las prioridades que tiene ganadas este Festival de Badajoz, donde han participado –a lo largo de su historia- magníficas compañías nacionales e internacionales.
De los espectáculos presentados, han destacado «Subprime», de Fernando R. Baeza, por la compañía Zacatín, un retrato de la España actual donde entran en juego la corrupción y el chantaje, dirigido con fenomenal precisión –entre actores y elementos tecnológicos (video) que introduce- por Ricardo Campelo, descollando la presencia escénica y excelente voz de Chete Lera; «Emilia», conmovedor texto y dirección de Claudio Tolcachir, que reflexiona sobre el amor de una niñera en el esclarecimiento de recuerdos confusos, impecablemente actuado por todo el elenco (donde son un lujo Gloria Muñoz y Malena Alterio); «The Funamviolistas», dirigida con maestría por Rafael Ruiz, sobre tres mujeres músicos despedidas de sus orquestas que venturosamente se encuentran en la calle y ofrecen un espléndido concierto (Mayte Olmedilla, Lila Horovitz y la extremeña Ana Hernández son las virtuosas); «La madre pasota» de Darío Fo y «Cosas nuestras…», simpático espectáculo de Uroc Teatro donde se lucen Petra Martínez (en el monólogo del autor italiano) y Juan Margallo relatando sus andanzas en la farándula; «Bienvenido a casa», genial creación de Pequeño Teatro de Morondanga (Uruguay) bajo la dirección de Roberto Suárez, un espectáculo singular –de tragicomedia con toques de humor negro- montado al mismo tiempo en dos espacios diferentes y con actores de excelentes recursos expresivos; y «Anomia», de Arán Dramática, el mejor espectáculo extremeño de esta temporada (comentado ya en este medio).
Decepcionaron «Fisterra» de Ferrán González, dirigida por Victor Conde, una obra fundamentada sobre las falsas apariencias, pero vana de contenido y con un flojo argumento, descansando el trabajo en dos actrices: Blanca Portillo que se le nota que busca la risa a cualquier precio y Ángeles Martín que esta mucho mejor en el juego de enredo cómico; «Tempestad» de Shakespeare, de la Compañía El barco pirata, dirigida por Sergio P. Mencheta, que maneja bien todo un engranaje calibrado de elementos artísticos -produciendo atractivas imágenes-, pero al espectáculo le falta una propuesta clara; y «Cena con amigos», una adaptación y dirección de Daniel Veronese, que no encuentra su pequeño espacio íntimo en el escenario a la italiana del López de Ayala, donde resultan antiestéticos los elementos escenográficos utilizados y tediosa la interpretación (a los actores apenas se les oía más allá de la tercera fila).
El Festival se clausuró con «En nombre de la rosa» de Umberto Eco, espectáculo en el que destaca una sugerente escenografía y los actores secundarios. Fue representado como homenaje al fallecido actor Javier Leoni (a continuación de un acto emotivo en el que intervinieron, junto a su esposa Helena Narváez, el director del Festival, el director general de Promoción Cultural y el alcalde de Badajoz).
José Manuel Villafaina