Reportajes y crónicas

Balance VII Muestra Ibérica de las Artes Escénicas (MAE)

Cierta decepción es el mal que soportan -desde su inicio hace siete años- algunos creadores extremeños agraviados (esperando ser seleccionados alguna vez), por esta controvertida Muestra Ibérica de las Artes Escénicas (MAE) organizada por la Asociación de Gestores Culturales de Extremadura (AGCEX) y Centro de Artes Escénicas y de Música (CEMART). Decepción por no convencer su forma de vacío estructural que les margina (se preguntan: ¿con qué criterios artísticos se seleccionan los espectáculos entre tantas propuestas que dicen?) y por la ceguedad de sus políticos culturales de proclamar falsamente el evento extremeño como «una plataforma de exhibición de espectáculos y reflexión y debate de conceptos relacionados con el sector de las artes escénicas».

Y no es así, su organización sigue igual, ausente de reflexión y debate sobre un modelo de Muestra eficaz que necesita la región (toda una potencia teatral con sus variados Festivales y otras muchas actividades que conforman una envidiable infraestructura teatral, que hay que mejorar). La Muestra sólo está consolidada como una pequeña Feria Teatral comercial –surtida últimamente «a lo que salga» con algunos espectáculos escasamente críticos y que aportan pocas novedades artísticas y técnicas- impuesta a su conveniencia sospechosa (de oportunismos y especulaciones en el embrollado mercado teatral y en lo competitivo). Todo esto lo he venido criticando con pelos y señales durante las anteriores ediciones y de forma concluyente en el balance/resumen del pasado año («Otra edición que contribuye al abuso de la ilusión y al fraude de la confusión», Periódico Extremadura, 6-12-2021).

Y no quiero repetir -por tedio- que en este sentido el evento sigue caminando más bien a la deriva (que lo hagan si quieren algunos de esos disconformes corderos silenciosos desde sus cenáculos cagones), máxime después de leer el sabidillo periódico/panfleto que editan los organizadores, en el que la primera responsable más que hablar de la Muestra como una actividad cultural lo hace exaltando que «la MAE debe ser un lugar para hacer negocios». Y oír, después, en la mayor parte del discursito petulante de presentación de la consejera de cultura, Flores, echándose flores (al igual que si le hubiesen concedido un Max de las Artes Escénicas) con sus alargados agradecimientos a la organización –Junta y su consejería, Diputaciones y Ayuntamiento, CEMART, AGCEX y AVANTE-, diciendo sin más que «han sabido trabajar para volvernos a encontrar en Cáceres en torno a las Artes Escénicas» (Olé, la «objetividad»…).

En fin, esto es lo risiblemente penoso que ahora tenemos. Mejor pasemos página (de momento) y concedamos espacio a la parte positiva de la Muestra, que este año, mejorada por algunos valiosos espectáculos, ha coexistido con esa parte negativa siete veces expuesta (como dije). Debo decir también, que pese a lo caótico del evento –la apretada programación sin interés cultural para que los creadores, distribuidores, programadores y el público puedan debatir en actividades adjuntas- el equipo que trabaja en la organización es amable y funciona bien. Y el trato dispensado a este crítico ha sido siempre exquisito (incluido el de la directora del CEMART). La Muestra presentó en tres días 19 espectáculos, siendo 10 extremeños y 9 de fuera, que a mi modo de ver saturan las últimas funciones del día. Realmente, las compañías extremeñas exhibieron sólo 6 montajes de duración normal, porque 4 fueron fragmentos de espectáculos de menos de media hora. O sea, que tuvieron más espectáculos de duración normal las compañías de fuera que las extremeñas. Lo mejor, esta vez, fue que hubo más funciones buenas que mediocres y malas, en lo que se refiere a calidad.

El mejor espectáculo fue «ALFONSO X, LA ÚLTIMA CANTIGA», de la compañía extremeña María de Melo Producciones, un sorprendente trabajo teatral de rigurosa investigación sobre la vida y obra del Rey Sabio, bellamente escrito, dirigido e interpretado por Jesús Lozano y un reparto de actores y músicos solventes, al que dedicaré un comentario aparte. Y de otros trabajos presentados por creadores extremeños también destacaron:

«LOS TRES MOSQUETEROS», coproducción de Marmore/Este Estaçâo Teatral, basada en la novela de Dumas. Una creación teatral contemporánea de la pintoresca historia de esos conocidos personajes -de espíritu heroico, noble y también contradictorio, defensores del Reino de Francia- que brilla por la frescura estética de la que hace gala: su originalidad y sorpresas, humor inteligente y música en directo (méritos que van más allá de lo literario). La dirección es de José Carlos García (miembro de la Companhia do Chapitô) que también muestra aquí su talento y su sello artístico en un alarde de imaginación adaptando cualquier tipo de material (utillaje) y desarrollando con unos magníficos actores -Ángel Fragua, Beatriz Solís, João Figueira, Samuel Querido, Tiago Poiares y João Figueira (música)- un divertimento exultante.

La distancia 2
La distancia

«LA DISTANCIA», de Las 4 Esquinas Producciones, es una agradable obra de interés didáctico y social basada en el texto «Auf Wiedersehen» de Miguel Murillo, adaptado y muy bien dirigido por Paco Barjola, que aborda temas como el respeto a los mayores y al medio rural, la emigración y la inmigración de los pueblos de la Extremadura vaciada. El espectáculo, lleno de ternura y poesía, tiene como protagonistas a una joven y su abuelo describiendo –a través de un atractivo proceso combinado de interpretación, danza, música en directo, video escena e iluminación- una dura realidad que el tiempo ha mantenido oculta de la emigración que, en distintas épocas, tuvieron ambos en Alemania (en busca de trabajo). Goza de una excelente actuación, de preciados matices cómicos y dramáticos, de Esteban G. Ballesteros (el abuelo Celes), secundado por los esmerados roles de Ana Gutiérrez (Celeste) y de Abraham Samino (Georgi).

De los espectáculos llegados de fuera el que más gustó fue «NIDO», de Partículas Elementales (Portugal), un singular montaje de teatro de marionetas sin palabras, inspirado en un poema del portugués Miguel Torga, que desvela la amistad que surge entre un piloto de una avioneta y un pollito que encuentra en lo alto de un árbol, al que enseñará a volar. Carlos Silva es el único actor que manipula expertamente el guante que da vida a las pequeñas marionetas protagonistas. La técnica, austera a nivel escénico, pero llena de detalles, es un claro ejemplo de que el minimalismo en recursos puede ser expresivo y afectivo. Esta historia tierna y conmovedora, contaba con un acompañamiento sonoro que reforzaba justa y sutilmente los momentos más emotivos. De alguna manera, Silva, consiguió evocar entre el público el mundo poético y simbólico sugerido por Saint-Exupéry en «El principito».

José Manuel Villafaina


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba