Director de escena, coreógrafo, actor, pedagogo y dramaturgo, Benjamín Alonso Barreña (Bilbao, 1969) ha dedicado los últimos años de su vida a la investigación. Con su tesis sobre el artista multidisciplinar canadiense Robert Lepage, ha ganado el XV Premio Internacional de Investigación Teatral Artez Blai, que será publicado próximamente por esta editorial. Desde Montreal, donde reside actualmente, responde a nuestras preguntas.
Naciste en Bilbao y actualmente vives en Canadá. ¿Cómo ha sido te periplo vital?
Nací en Bilbao en 1969 y a los 23 años me marché de mi ciudad. El teatro me ha llevado a vivir en Donosti, Barcelona, Madrid, París, Inglaterra… En 2013 regresé a Bilbao después de mi primer viaje a Quebec, invitado por la compañía Ex Machina, y con la experiencia aún reciente me lancé a preparar una tesis doctoral sobre el teatro de Robert Lepage en la UPV/EHU. No sabía realmente dónde me estaba metiendo pues para alguien que viene de la práctica teatral, una investigación académica de este calibre supone entrar en un terreno totalmente desconocido e iniciar un proceso muy largo, arduo y solitario. Pero, finalmente, estoy muy contento con todo lo que esta tesis me ha aportado y, por supuesto, con el premio de Artez Blai que ha puesto la guinda a esta aventura. Actualmente vivo en Montreal donde he llegado hace un mes, en pleno corazón del invierno, gracias a un contrato postdoctoral con la Universidad del País Vasco que me permite continuar investigando en los procesos de creación escénica contemporánea. Aquí estaré todo este año 2023 y después regresaré a España
¿Por qué hacer un estudio sobre Robert Lepage? ¿Qué te ha interesado de este creador?
El interés hacia algo suele estar en los ojos de quien lo observa. Con esto quiero decir que el teatro de Robert Lepage posiblemente no interese a todo el mundo, pero sí considero que causa una gran admiración en aquellas personas que conocen su trabajo entre las que, evidentemente, yo también me incluyo. El primer espectáculo que vi de Robert Lepage fue ‘Les sept branches de la rivière Ota’ en París, en 1996, cuando yo estudiaba con Jacques Lecoq en su Escuela Internacional de Teatro. Aquella fue la primera vez que veía una obra de de seis horas de duración y, aunque no era capaz de comprender todo lo que decían los actores, me quedé entusiasmado con la extraordinaria fuerza visual de la narración, con el juego escenográfico para crear espacios diferentes, o la sugerencia y versatilidad en el uso de los objetos. En general, me fascinó la poesía visual de su dramaturgia. También me llamó mucho la atención el uso del tiempo narrativo, con escenas que se desarrollaban a tiempo real sin resultar por ello lentas o aburridas, un tiempo que parecía mucho más cinematográfico que teatral. Ahora estamos más acostumbrados a narraciones de este tipo en el teatro, pero en aquel momento, era la primera vez que yo veía algo así. A partir de aquel espectáculo comencé a seguirle la pista y a ver sus nuevas creaciones cuando tenía la oportunidad.
Como cualquier creador de larga trayectoria, no todos sus trabajos son excelentes, de hecho y a pesar de mi admiración por su trabajo, considero que algunas de sus obras son proyectos fallidos. Y esto sucede porque es un artista que se pone en riesgo y se lanza a explorar terrenos desconocidos, guiado por la intuición, sin saber muy bien a dónde le van a llevar. Este es otro aspecto que me interesa de Lepage, su osadía, en el buen sentido de la palabra. En cualquier caso, cada vez que Robert Lepage estrena un nuevo espectáculo, siempre genera esa expectación de los grandes ilusionistas.
¿Cuál es el sistema de trabajo de Lepage?
Esa es la pregunta del millón. Yo para responder esa cuestión he escrito una tesis de quinientas páginas… En el estudio que he realizado, pongo en relación la formación teatral recibida por Robert Lepage con su posterior trayectoria profesional. Lepage se interesó por una pedagogía dirigida a la creación teatral que ponía en valor el concepto de “actor-creador”, es decir una formación de actores que no se centraba únicamente en conseguir intérpretes capaces de dar vida a textos ajenos, sino que también pudieran adquirir competencias para generar y dar forma a sus propias narraciones. Esto supone, para mí, el gran pilar en el que se asienta su trabajo posterior, a parte de su propio talento, por supuesto.
Por otra parte, Lepage siempre ha imaginado el teatro como algo que va más allá del teatro. Me explico. Cuando creó su propia compañía, Ex Machina, se rodeó de todo tipo de especialistas en diversos campos, tanto artísticos como tecnológicos o científicos. De hecho, la única condición que puso a la hora de buscar un nombre para la compañía fue que no apareciera la palabra “teatro”, precisamente para no poner límites a las pretensiones creativas de esta compañía que no sólo ha generado espectáculos teatrales sino también películas, óperas, espectáculos de circo, exposiciones, etc. Esta variedad de géneros también le ha permitido a Lepage ampliar su propia perspectiva creativa, beneficiándose de una retroalimentación entre diferentes proyectos artísticos que, en muchas ocasiones, se han desarrollado simultáneamente. Para el director de Ex Machina, el teatro es un lugar de confluencia entre diferentes artes del que se sirve para contar sus historias, porque el suyo es, fundamentalmente, un teatro narrativo.
Me sorprendió ver que, durante el proceso de creación del teatro de Lepage, realizan exploraciones conjuntas entre el equipo artístico y el técnico, en las que pueden estar trabajando treinta personas a la vez
Si bien no tiene un método concreto y riguroso, sí se puede decir que Lepage sigue siempre una metodología similar. Esta se basa en una exploración colectiva, a partir de ciertos recursos sensibles, que realiza con los actores mediante improvisaciones en las que también participa el equipo técnico. Cada nuevo proyecto de creación se aborda con diferentes encuentros de unas tres semanas donde trabajan todos a la vez. Cada uno de estos encuentros concluye con una presentación pública del trabajo, realizada delante de un pequeño grupo de espectadores seleccionados, con los que posteriormente se discute sobre la recepción del trabajo. Estos encuentros se van repitiendo a lo largo del tiempo, en función de la agenda y de las necesidades de la compañía. Una vez estrenado, el espectáculo continúa evolucionando en cada representación, susceptible de seguir siendo modificado tanto en contenidos como en estructura o duración.
Cuando vemos sus espectáculos, todo puede parecer que está perfectamente pensado y calculado de antemano, pero en realidad cada proyecto de creación es un viaje al descubrimiento de una obra desconocida que todavía no existe.
¿Se conoce suficientemente su trabajo por aquí?
Que yo sepa, los espectáculos de Robert Lepage nunca han venido al País Vasco, pero su presencia es habitual en los grandes festivales de Madrid, como el Festival de Otoño, o en los importantes teatros de Barcelona donde es muy querido por la profesión y donde también ha impartido alguna conferencia en el Institut del Teatre. Como la mayoría de los directores teatrales extranjeros, su trabajo suele ser más conocido por los profesionales del medio que por el gran público. Aunque tiene espectáculos de todo tipo, está claro que no todo el mundo está preparado para asistir a una obra de seis horas. A parte de sus dramaturgias originales que son las que le han dado mayor fama, también dirige obras de otros autores y realiza ciertos encargos. Por ejemplo, aquí en 2004, dirigió ‘La Celestina’ con un elenco de actores españoles encabezado por Nuria Espert.
¿Hay alguna compañía en el Estado español que aplique sus métodos?
Hay muchas compañías, tanto aquí como en otros lugares, que desarrollan creaciones propias a partir de la improvisación de los actores. Pero en el caso particular de Robert Lepage no es solo esto, son varios los factores que determinan la particularidad de su metodología. Por un lado, está la herencia de tres de las vías metodológicas recibidas en su formación: la pedagogía de Jacques Lecoq – de manera indirecta, pues nunca estudió con él sino a través del profesor Marc Doré, antiguo alumno de Lecoq que llevó esta pedagogía al Conservatorio de Arte Dramático de Quebec -, la pedagogía de Alain Knapp y la metodología de los “Ciclos Repère”. Si bien la pedagogía de Jacques Lecoq es bastante conocida en el Estado español y hay compañías que se han basado en ella para la génesis de sus espectáculos, como Els Comediants o Titzina, por poner dos ejemplos separados en el tiempo, las otras dos metodologías son completamente desconocidas aquí. Todas ellas se enfocan hacia un teatro de creación y se apoyan en el juego de la improvisación de los actores. Por otra parte, Lepage también cuenta con un equipo multidisciplinar de colaboradores que le ha permitido integrar distintas artes y alta tecnología en sus dramaturgias escénicas. Para mí, uno de los aspectos más sorprendentes son las exploraciones que se realizan conjuntamente, entre el equipo artístico y el técnico durante el proceso de creación, en el que pueden estar trabajando treinta personas a la vez. Además, a todo esto, habría que añadir un sistema de producción propio e independiente que permite a la compañía abordar sus proyectos a lo largo del tiempo, en ocasiones, durante varios años.
Efectivamente, Robert Lepage cuenta en la actualidad con una situación verdaderamente privilegiada para la creación, pero no hay que olvidar que comenzó a crear sus primeros espectáculos sin apenas recursos. ‘La Trilogie des dragons‘, presentada en 1985, fue la obra que le lanzó a la fama internacional, una producción con seis actores que se realizó con poquísimo dinero y sin ningún tipo de tecnología.
Has ejercido de director de escena, coreógrafo, actor, pedagogo y dramaturgo. ¿Con cuál de estos papeles te identificas más?
Bueno, ahora se podría añadir también la de investigador… La verdad es que intento disfrutar con todas estas facetas teatrales a medida que las voy realizando, muchas de las cuales han aparecido sin habérmelo planteado previamente. Yo comencé en el teatro trabajando como actor y siempre me gustó la pedagogía teatral, pero nunca imaginé que estaría dirigiendo el movimiento escénico en grandes producciones líricas de ópera y zarzuela como coreógrafo. Tampoco se me pasó nunca por la cabeza realizar una tesis doctoral, así que no sé qué puede venir después. En realidad, uno no siempre hace lo le gustaría sino lo que las circunstancias le ofrecen o le permiten. Mi deseo es continuar trabajando en la enseñanza, la investigación y la práctica teatral desde todos sus ángulos. Creo que es importante mantener activa la investigación en cualquier disciplina artística y establecer puentes entre la teoría y la práctica.
¿Estás preparando algo actualmente?
Todo este año estaré en Montreal continuando con mi investigación académica y también impartiré alguna clase en la Universidad, relacionada con los contenidos de mi tesis doctoral. Ya ves, un extranjero hablando en Quebec sobre el teatro de Robert Lepage… El teatro propiamente quebequense es algo muy reciente, al igual que su historia. Ellos carecen de obras clásicas como sucede en el teatro europeo y, precisamente por ello, su teatro se reinventa y se renueva permanentemente y, además, cuentan con los apoyos institucionales para ello. A lo largo de este año, tengo programados varios encuentros con distintos creadores y profesionales de las artes escénicas en Quebec así que confío en que éste será un periodo enriquecedor y productivo.