Críticas de espectáculos

Blancanieves / Teatro Arbolé

Imaginativa Blancanieves

 

Obra: Blancanieves. Autores: Jakob y Wilhelm Grimm. Compañía: Teatro Arbolé. Actor-Titiritero: Iñaqui Juárez. Escenografía y muñecos: Teatro Arbolé. Iluminación: Julio Sebastián. Música: José Ramón Vericad-Cuti. Dramaturgia y dirección: Iñaqui Juárez. Teatro Arbolé (Zaragoza) 6 de marzo de 2010.

¿Se puede ofrecer algo novedoso y original al contar la conocida historia de los hermanos Grimm? Si ven ustedes la “Blancanieves” de Teatro Arbolé, no tendrán ninguna dificultad en encontrar la respuesta ya que contiene novedad, originalidad y una considerable dosis de riesgo. La dramaturgia se mantiene fiel a la trama clásica (los celos de la madrastra, la bella doncella adentrándose en el bosque para salvar la vida, la casa de los siete enanitos…) pero introduce elementos que dan al relato una dimensión innovadora e inesperada. En un giro sorprendente, se introduce en el relato la figura de Pelegrín, el personaje carismático de la compañía recuperado de la tradición de los títeres de cachiporra, que jugará un papel determinante en el desenlace de la historia.

El titiritero aparece convertido en personaje del relato, un operario de Limpiezas Blancanieves, verdadero eje en torno al que se estructura el discurso escénico y motor que hace avanzar la acción. Ese rol de personaje justifica la presencia simultánea de titiritero y muñecos, que resulta plenamente integrada y orgánica. Pero si hay algo característico y singular en la propuesta de Teatro Arbolé es el tipo de títere utilizado. Se trata de títere-objeto. En este caso utensilios y botes de productos de limpieza que el titiritero (operario de Limpiezas Blancanieves) va convirtiendo en muñecos. Así, un espray multiusos y la mano del titiritero se convierten en un conejo, un mocho de fregona será Blancanieves, un bote y un recogedor el rey, un bote y un cepillo la malvada madrastra o unos pequeños botes de limpiador de vitrocerámicas serán los enanitos. Sólo hay que añadirles el buen hacer del titiritero (manejo, caracterización vocal…) para que una vez más obre la magia y un simple bote, un plumero o un embudo, se transformen en personajes llenos de vida.

Mucho más fácil hubiese sido recurrir a muñecos de tipología y construcción más convencional, pero la propuesta hubiese perdido originalidad y eso que a menudo escasea y que da tanto valor a una propuesta escénica: asumir riesgos. Teatro Arbolé los asume en este montaje y el resultado es un espectáculo distinto, divertido, imaginativo, inteligente y con una enorme capacidad para conectar con el espectador.

Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón, Lunes 8 de marzo de 2010


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