Velaí! Voici!

Bye Bye Director escénico. Festivais Gil Vicente de Guimarães 2014

En la historia del teatro la disciplina de la dirección escénica es relativamente reciente (Ludwig Chronegk en la Compañía de los Meininger a finales del siglo XIX). Pero, con anterioridad, esa función de gestión y coordinación escénica era asumida por alguno de los actores, quizás por el dramaturgo. Se dice, por ejemplo, que William Shakespeare, además de componer las obras para su compañía, actuaba y dirigía.

Pero la complejidad técnica y la sofisticación en la composición escénica hizo necesaria la aparición de un profesional específico que desarrollara un punto de vista global e integrador respecto a todo el equipo multidisciplinar y a la heterogeneidad de los códigos y acciones escénicas. Además, también se hacía necesario un punto de vista externo que pudiese calibrar la eficacia y analizar la relación del espectáculo con la recepción.

Sin embargo, desde los orígenes remotos del teatro en el predrama dionisíaco, hasta su entronque con las teatralidades posdramáticas performativas contemporáneas, pese a existir una organización de las acciones y elementos compositivos de los espectáculos, se ha tendido a unos procesos de creación colectiva fuertemente colaborativos y esencialmente anti-jerárquicos. De tal manera, la figura del director estrella, parece comenzar a diluirse en favor de un sistema más asambleario.

Si algunas compañías próximas a las poéticas posdramáticas aún tienen la figura gestora de la directora o el director escénicos, para tomar las decisiones respecto a los materiales surgidos en los procesos de creación y ensayos, hace tiempo que muchas de estas compañías ya señalan en sus programas a todo el equipo artístico como creador del espectáculo. En este sentido, el concepto de autoría del espectáculo pasa a repartirse entre todas/os aquellas/os que aportan sus acciones al conjunto.

Sobre este asunto, los FESTIVAIS GIL VICENTE DE TEATRO CONTEMPORÁNEO DE GUIMARÃES, vuelven a presentarnos algunas propuestas que inciden en esta tendencia a la creación escénica plenamente colaborativa e híbrida.

Un breve análisis de dos espectáculos muy diferentes, uno belga y otro portugués, puede servirnos para sacar nuestras propias conclusiones al respecto.

«TRAHISONS» de Harold Pinter por la Cía belga tg/STAN es una creación de los actores Robby Cleiren, Jolente de Keersmaeker y Frank Vercruyssen. La pudimos ver en la Black Box de la Fábrica ASA de Guimarães el 7 de junio de 2014.

STAN es el acrónimo de Stop Thinking About Names para una compañía de teatro que se rebela contra la hegemonía de la figura del director escénico, en la era del director estrella que organiza, gestiona y hace de mediador entre el escenario y el público. Sin Dios ni jefe los actores de tg/STAN abogan por un trabajo verdaderamente cooperativo de creación colectiva: «Pienso que somos una compañía de cuatro actores-ejecutantes. No directores escénicos, sino ejecutantes. Y eso está presente en nosotros desde la escuela: una voluntad de hacer nuestras cosas, de dirigirnos nosotros mismos. Lo que significa, también, que a una altura del proceso, tenemos que distanciarnos de lo que estamos haciendo.», tal cual explica Jolente de Keersmaeker, actriz y una de las fundadoras.

En «BETRAYAL», de Harold Pinter, Robby Cleiren (Jerry), Frank Vercruyssen (Robert) y Jolente De Keersmaeker (Emma) ejecutan las acciones del texto como músicos virtuosos ejecutan, de manera fluida y aparentemente sencilla, una partitura llena de complejidad y subtexto. Sin necesidad de transformarse en nada, en nadie que no sean los propios actores ejecutando las acciones verbales y las actitudes e intenciones necesarias. De este modo los personajes cogen el interés y suscitan la intriga y la simpatía que produce cualquier persona como entidad inexpugnable y misteriosa, próxima en las faltas y temores que la hacen vulnerable, y lejana en las afirmaciones y escudos que la vuelven monolítica… Como dejó escrito el propio Harold Pinter: los personajes no pueden resultar conocidos en la medida en la que ni uno mismo llega a conocerse totalmente.

Justo antes de comenzar la función, los dos actores y la actriz permanecen de pie en el escenario, en la penumbra, observando como entramos y como nos sentamos en las butacas iluminadas del graderío. Al ver que quedan huecos en las primeras filas de butacas, el actor Frank Vercruyssen nos pide que nos acerquemos si queremos, que ocupemos las butacas libres del centro y de las primeras filas. Este gesto tan directo y sin ampulosidades ni imposturas rompe el hielo y promueve una atmósfera de proximidad y de cordialidad entre el escenario y la recepción.

Los dos actores y la actriz están en el escenario todo el tiempo, aunque la mayoría de las escenas sean duetos.

«BETRAYAL» / «TRAHISONS» nos muestra una relación triangular que pivota sobre la infidelidad conyugal y sobre las mentiras que se tejen para alcanzar los deseos insatisfechos.

La estructura de la obra, en analepsis directas, va retrocediendo en el tiempo desde la crisis de los amantes Emma y Jerry, hasta el momento en el que éste se le declara a Emma, que es la esposa de Robert, su mejor amigo.

Jerry es el padrino de boda de Robert. Ambos son «íntimos» amigos, sin embargo los secretos que los ciñen tienen tanto o más peso que aquello que saben y conocen.

En todos ellos se adivinan anhelos solo parcialmente satisfechos.

Esta escenificación de tg/STAN consigue una ejecución ligera, sin necesidad de bajar a atmósferas pesadas que subrayen el drama. Bien al contrario, la fluidez rítmica se ajusta deliciosamente a un ámbito de comedia mucho más clarividente a la hora de reflexionar sobre las relaciones afectivas y sexuales, a un aspecto mucho más vitalista y simpático de la historia que la trama de acción de esta obra sustenta.

Además, la estructura de «Betrayal», al comenzar por el final y recular hacia el principio de la infidelidad, de las traiciones, hace que la espectadora y el espectador sepamos, desde el inicio, mucho más que los personajes. Este es un mecanismo típicamente empleado en la comedia, ya que nos permite gozar de las artimañas y estrategias que los personajes despliegan para esconder y hacer frente a los engaños que urden.

El diseño de iluminación, de Thomas Walgrave, y el espacio escénico, compuesto por la propia compañía, resultan fascinantes porque no disimulan el carácter lúdico y performativo de la propuesta. Pero, al mismo tiempo, no se interponen en su ejecución verosímil que, sin producir un estilo realista clásico, va hacia una veracidad que emana de la ejecución limpia y justa.

Tres filas superiores de linestras perpendiculares al graderío, que dan una luz fría de color blanco industrial o de aula, acentuadas por unos focos que rebotan los haces de luz en unas pantallas blancas colgadas a la izquierda, encima del proscenio. En el suelo, a la derecha del espectador, lámparas de diversos tipos con luz más cálida, anaranjada, entre objetos de atrezo (mesas, mesitas, sillas, platos, copas, vasos, una cama blanca al fondo, en el mismo margen de la derecha…) En el suelo, a la izquierda del espectador, una especie de cegadoras cuadradas con un filtro como de papel cebolla que difumina los haces de luz naranja, laterales, y que son empleados para dorar de modo solar las escenas centrales que se supone que transcurren en Italia, en Venecia… Así la luz pasa de la frialdad blanca de la crisis con la que se rinden las relaciones en el inicio del espectáculo (y en el final de la historia) a la calidez solar de los momentos más tórridos y efusivos de las traiciones, hasta la penumbra del final del espectáculo (y el inicio de la historia), que coincide con la fiesta en la casa de Emma y Robert, cuando Jerry persigue hasta la habitación conyugal a Enma para declarársele.

En el proscenio, a la izquierda del espectador, van depositando los restos de los encuentros: las copas con un poco de vino en el fondo, los vasos con unos posos de cerveza, los platos con trozos de comida, las botellas, las servilletas… Como un pequeño bodegón, o naturaleza muerta, que testimonia y, a la vez, es símbolo y metonimia, de los encuentros gloriosos o traumáticos y de su condición efímera.

El espacio escénico equivale a un espacio lúdico en el que son los propios actores y la actriz quienes introducen y cambian los elementos y los objetos con los que juegan: mesa, sillas, vasos, copas…

Todo, en este espectáculo, es móvil y fluido. El diálogo pinteresco de los personajes, aquí de los actores-ejecutantes, intenta tapar lo que ya sabemos, al mismo tiempo que mantiene el misterio siempre atractivo de los mismos, que aquí son más personas que personajes.

Así «Betrayal» no nos produce una sensación de agobio o de drama denso y pesado, sino que nos hace sonreír con las idas y venidas en las que acabamos cayendo para intentar gozar de la vida. No hay línea recta, el camino está lleno de curvas y eso nos entretiene… mientras no acabamos saliéndonos y precipitándonos fuera.

En «TRAHISONS» de tg/STAN no se echa de menos al director escénico, exactamente igual que en los buenos espectáculos en los que hay director escénico pero no se ve. Quizás porque el mejor director escénico es el que no se ve (a excepción de Tadeusz Kantor y de Ana Vallés, que dirigen y actúan a la vez, y actúan dirigiendo y dirigen actuando, sin ostentaciones de poder ni afán de notoriedad).

El otro espectáculo que pudimos ver en los FESTIVAIS GIL VICENTE DE TEATRO CONTEMPORÁNEO, de diferente factura pero semejante filosofía, es «OZZZZZ», una cocreación y actuación de Alfredo Martíns, Carlos Alves, Cláudia Gaiolas, Estelle Franco, Luís Godinho e Paula Diogo, con dirección artística de Alfredo Martins. Vídeo de Masako Hattori. Escenografía de Fernando Ribeiro. Y la participación del Coro de la Escola de Jazz do Convívio.

Fue el 6 de junio de 2014 en la Black Box de la PAC (Plataforma das Artes e da Criatividade) de Guimarães.

Resulta inevitable adherir a la cultura y estética camp un espectáculo cuya estructura y motivos se recogen del filme «The Wizard of Oz» (El Mago de Oz), utilizándolo como referencia explícita a través de la proyección audiovisual de fragmentos del mismo, presentándose los actores y actrices con un vestido de cuadraditos azules y blancos y unos zapatos rojos brillantes de tacón bajo, tal cual lucía Judy Garland en la película, o con la intervención de un coro vestido de colores cantosos, con predominio del verde, que interpretan temas icónicos de la cultura camp, como puede ser el «Over the Rainbow».

Con esta envoltura el asunto del viaje, de marchar para volver a casa, o de llevar la casa en uno mismo… que es el objeto de un documental realizado por los actores y actrices portugueses en su estancia en diferentes países y ciudades y que ocupa la parte central del espectáculo, pasa también a adherirse a esa dimensión irónica y light, que transgrede las diferencias y las semejanzas entre el aquí y el allá, entre lo propio y lo extranjero, entre lo nacional y lo internacional… en esa dinámica «easy jet – low cost»…

En «OZZZZZ» nos reciben, por grupos, los actores y actrices, vestidos y calzados como la Dorothy de «The Wizard of Oz».

Entramos en el espacio escénico guiados por uno de los actores, uniformado de Dorothy, que nos abre la puerta de una casa escenográfica y nos conduce a su interior mientras nos cuenta las intenciones del espectáculo. Ya dentro, nos invita a que nos quitemos los zapatos y nos acomodemos en los diversos sofás y sillas que hay por el espacio, cubierto de alfombras, al lado de lámparas y alguna planta. Se busca un lugar acogedor.

Poco a poco van entrando los otros grupos de espectadoras y espectadores, guiados por otros actores y actrices, también uniformados de Dorothy.

Allí dentro nos invitan a tomar una sopa caliente, nos proponen brindis, entra un coro que canta temas de «The Wizard of Oz»… Y, de manera intercalada con estas actividades fáticas de dar la bienvenida y acomodar al personal, van proyectando en una amplia ventana apaisada el reportaje-documental de los viajes que cada actor/actriz realizó a diferentes lugares. Poco a poco las luces del espacio escénico se atenúan y el documental pasa a ocupar la parte principal y central del espectáculo.

Para el final, los actores y actrices reaparecen, pero esta vez con sus propias ropas, y proponen brindis por personas con las que se encontraron en el viaje. Nos cuentan frases, a modo de slogans, que esas personas les dijeron, sobre el concepto de viaje y de encuentro. En la pantalla observamos escenas de despedida en diversos países y en diversos idiomas, pero con similares emociones y actitudes. El coro interpreta el «Over the Rainbow» superpuesto a los fotogramas del filme y surge el «The End».

En «OZZZZZ» las intervenciones singulares de los actores y actrices, aunque uniformados del personaje de Dorothy de la película «El Mago de Oz», así como los fragmentos grabados de sus viajes y esa disposición del espacio en el que nos integramos todas/os, crea una especie de encuentro teatral que, aun partiturizado y organizado previamente, funciona como cuando acudimos a casa de unos amigos para ver una peli.

¿Quién dirige? En los encuentros se funciona mediante pactos implícitos basados en la simpatía y en la buena voluntad cooperativa. Ingredientes a promocionar en estos tiempos de democracias excluyentes y monarquías católicas en las que la clase trabajadora y la clase parada acatan y pagan un gobierno y una simbología dirigente aristocrática (¿de sangre azul?).

¡Viva la república independiente del teatro!

Afonso Becerra de Becerreá.


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba