Críticas de espectáculos

Cabaret Eros/Teatro del Astillero

Discreto Cabaret

 

Obra: Cabaret Eros Autor: Ángel Solo. Compañía: Teatro del Astillero. Intérpretes: Daniel Martos, Ángel Solo y Raúl Guirao. Escenografía y vestuario: Victoria Velázquez. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Música original: César Barquilla. Coreografía: Elena Pérez. Dirección: Antonio López-Dávila y Carlos Rodríguez. Teatro de la Estación (Zaragoza) 15 de octubre de 2009. Dos tercios del aforo.

Teatro del Astillero, que habitualmente ofrece propuestas de gran interés a nivel dramatúrgico y escénico (recordemos “Exilios”, que pudimos ver temporadas atrás sobre ese mismo escenario) se quedó en un discreto y bien intencionado intento con lo ofrecido el pasado jueves en el Teatro de la Estación de Zaragoza. El público, que acudió en buen número, reaccionó de forma dispar a la propuesta de la compañía madrileña. Si bien hubo algunos espectadores que abandonaron la sala antes de la finalización de la función, la mayoría respondió con largos y calurosos aplausos al término de la misma.

“Cabaret Eros” es el lugar donde trabajan dos hermanos, Carlos y Gustavo, transformistas (Irma y Ariadna), decadentes artistas de variedades, unidos por el espectáculo que realizan y por la soledad que les atrapa. En realidad, sólo se tienen el uno al otro. Entre número y número, mientras se cambian en el camerino, descubrimos algunos de los rincones ocultos de su pasado y su presente. El texto que firma Ángel Solo, plantea unas situaciones que oscilan entre lo previsible y lo forzado, resultando poco creíbles y de difícil conexión con el público. Sólo cuando la historia ha entrado en el último cuarto, cercana ya a su desenlace, encontramos momentos que nos conectan con el escenario.

La escenografía plantea dos espacios de ficción (el escenario sobre el que se desarrollan los números musicales y el camerino) dando respuesta satisfactoria a los diferentes lugares donde la acción se desarrolla. Esos dos espacios de ficción que la escenografía crea sobre el escenario, guardan entre sí una relación, que les da coherencia y verosimilitud desde el punto de vista de la propia ficción teatral, lógica que, en ocasiones, no es respetada por la puesta en escena. Desde el patio de butacas no se percibe esa realidad teatral, mundo de ficción pero real al fin, que ha de construir la puesta en escena. No llegan la historia, las situaciones, los personajes. Salvo en momentos muy concretos y esporádicos no se crea ese vínculo, esa corriente intensa, profunda, vivencial que establece el teatro entre el escenario y la sala. Esa falta de intensidad intenta ser suplida por un trabajo interpretativo que en ocasiones resulta excesivo y poco convincente. Pero el público, con sus aplausos, expresó una opinión diferente.

Joaquín Melguizo.

Publicado en Heraldo de Aragón, 17 de octubre de 2009


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