Y no es coña

Calendario de inspiraciones

Existe una Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, lo que significa que desde la administración central consideraron en su momento la necesidad de crear un observatorio del calendario y un recordatorio de las efemérides para que la memoria, al menos en su parte más epidérmica, y referida a asuntos, personas, momentos de importancia para la Cultura, no se fuera acumulando en el ostracismo doloso. De las funciones, programas y actividades de esta entidad no vamos a referirnos, pero sí de una sensación que provoca la proliferación de actos, montajes, actividades alrededor de alguien que hubiera llegado al centenario, cuestión que antes o después, sucederá con la inmensa mayoría de los próceres, o los actos conmemorativos de cualquier otra circunstancia de relevancia histórica.

En estos meses encontramos dos puntos candentes: Miguel Hernández y los bicentenarios de la Independencia de algunos países latinoamericanos. Dos circunstancias apetecibles, realmente importantes, en dos planos diferentes, pero coincidentes en algunas de sus posibilidades. Lo más cercano es Miguel Hernández, el centenario de su nacimiento, y hasta la fecha, la cantidad de espectáculos, montajes, recitales que se hacen convocando a su espíritu. Hace unos cinco años que Teatro Meridional ya evocó su figura en escena, con un montaje que destacó por su calidad, pero que pasó fugazmente por los escenarios ya que, desgraciadamente, Miguel Hernández es una figura difusa para una inmensa mayoría de la ciudadanía y estableciendo el interés en los parámetros de los programadores que son, en la práctica, quienes pueden propiciar la difusión de una obra de teatro, no forma parte de su escala de valores comerciales. Lorca, siempre, o casi siempre, vende. Valle, convoca a los forofos. Alberti está en los cielos de las herencias, pero Miguel Hernández solamente ha cabalgado a lomos de los cantantes, de algunos de sus poemarios y su vinculación al escenario está reservada para los estudiosos y siempre, con consideraciones, a veces, justas, de la poca consistencia dramática de sus obras escritas estrictamente para el teatro.

No se entiende que durante muchos años, décadas, se haya mantenido a Miguel Hernández en el más absoluto de los silencios y de repente debajo de cada vacío de ideas aparezca un recuerdo, una inspiración directamente ejercida desde el calendario. Yo diría, sin generalizar, que se trata de una práctica del oportunismo más cerebral. Obviamente, no todas las propuestas están directamente atravesadas por el estigma, pero huele a que muchas de ellas sí que solamente buscan el amparo de la conmemoración, la posibilidad de ayuda, subvención o probabilidad de su programación. Y aunque la inspiración sea de esta manera tan forzada, como una suerte de encargo sobrevenido, no significa que los trabajos sean malos, ni que no retraten o busquen profundizar en la personalidad, en la obra de Miguel Hernández con suficiente cariño, calidad o profesionalidad.

Lo que es curioso es que hasta lo que se conoce en este momento no aparece ningún montaje sobre alguna de sus obras dramáticas. ¿No se conocen sus obras? ¿No tiene suficiente entidad ninguna de ellas para subir en el siglo XXI a los escenarios? ”El labrador de más aire”, por poner un ejemplo, ¿no merecería una revisión? Hay más , pero simplemente queremos manifestar nuestra sorpresa ante el hecho. Por cierto, la obra mencionada tuvo un montaje en el año 1977 en el Grec de Barcelona.

Parece más sencillo tomar las últimas cartas publicadas, cuatro datos biográficos, unos poemas musicados por Serrat u otros y con un hilo conductor débil hacer un montaje multidisciplinar. Parece poco para un centenario al poeta desde la escena. Y confiamos en que existan proyectos mejor armados, más consistentes, para que no de desaproveche la ocasión para darle la dimensión cultural, poética, teatral, artística y política que se merece el Perito en Lunas. No demos por supuesto nada, divulguemos su voz, su compromiso, su vida, pero sobre todo, su obra, y la escénica también. He dicho.

Respecto a los bicentenarios, el asunto tiene bastante más enjundia y profundidad, porque entraríamos en lo que podríamos considerar teatro de raíz histórica, que en ocasiones se adentra en asuntos de herramientas en la búsqueda de la identidad nacional de los países que se fueron independizando. Debemos estar muy atentos a las dramaturgias latinoamericanas en este sentido, porque existe tradición en la fusión entre Teatro e Historia, y porque se están viviendo unos momentos de grandes movimientos sociales, políticos, culturales y económicos en diversos países

 

 


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