¿De qué sexo es la palabra?

Calidad

¿Qué será exactamente «la calidad en las artes escénicas actuales»?

Hace poco miraba un video, de una clase magistral reciente de Peter Brook en su teatro en París. Cedió la posibilidad de ser filmada, donde da sus puntos de vista al grupo heterogéneo de actores y actrices de distintas edades y nacionalidades. No solamente es una clase magistral de actuación, sino una forma, una historia y una leyenda viva. Uno de los grandes rupturistas del siglo XXl. A todos nos marcó.

En un momento dedica su oratoria, y su reflexión al concepto calidad, lo importante de la calidad, le dedica una buena parte de su charla al concepto, sobre el que elige algunas condiciones imprescindibles: sensiblidad, estética, cuidado, trabajo, riesgo. Obviamente que son condiciones subjetivas, ¿cómo se mide la calidad en un mundo que ha destruido sin cesar los paradigmas?

También leo a Rodrigo García, y a diferencia de Peter Brook, destruye por completo el concepto de calidad, diciendo que: » el concepto calidad se puede aplicar solamente para los electrodomésticos», reflexionando sobre el carácter de riesgo que debe producir un artista y las producciones de compañía, e institucionales.

Dos grandes, dos generaciones, dos momentos históricos.

Siempre pienso sobre eso. Por eso cuando viajo, y me relaciono con otros teatros, tanto de gestión pública, privada o de fusión, me interesa saber ¿cómo programan?¿Cuáles son los criterios para elegir una programación?

Muchas veces me encuentro con la palabra calidad filtrada en las respuestas, también al lado de: excelencia, lo mejor, rigor, serio, cuidado, seleccionado, los premiados. Dentro de ese esquema, o de ese perfil de razonamiento uno se enfrenta, ¿qué quiere decir exactamente?

Uno puede rastrear definiciones de lenguaje, pero no acordar definiciones estéticas para un creador y otro, para un crítico y otro, para un público y otro.

Me gusta la definición de Rodrigo García, me gusta esa valentía, de desmarcarse de las garantias, de lo politicamente correcto, de salirse de la ruta y arriesgar, de no estar pendiente de lo que deben decir, hacer o promover, como se espera, se debe o se promete.

Adhiero al desafío de no saber ¿qué es la calidad cuando hoy está sustentada por la subjetividad? Arbitrariedades. Y cuándo sino el arte ha sido y es una suma de arbitrariedades de unos sobre otros. Es ficción, es arte, no son leyes de la naturaleza.

Quisiera más directores insitucionales con esa libertad, independencia de pensamiento y de acción, que no tengan miedo a que posiblemente «pueda generar problemas». Un artista cuando dirige una Institución no pude dejar de ser quien es porque por eso ha llegado a ese lugar. Un artista debe enfrentar a diario el miedo burgués de la complacencia y dar un paso. Quizá sea al vacío, al abismo, al infierno, pero estar en las cercanias de la creación es estar en romance constante con lo impredecible, vulnerable y los campos minados. De eso se trata, sino a vender pasteles pues. ¿No?

Sigo pensando que sería un lindo debate y usar a estos dos grandes referentes como puntos de partidas, como disparadores, para dar puntapié, (no al balón, ni para hacer goles) sino, para dar la discusión que estamos necesitando los teatreros, estemos donde estemos, vivamos donde vivamos y produzcamos donde produzcamos.


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