Cantos por Ucrania
A las diez de la mañana y a menos diez grados de temperatura me pregunto cómo será acampar en las calles con estas temperaturas gélidas en las que todo se congela hasta el aliento.
Digo esto desde Wroclaw en una habitación en la que los menos diez grados de la calle se convierten en veinte, mientras compruebo que hoy en Kiev, la capital ucraniana, la temperatura oscilará entre los menos doce de máxima y los menos veintiuno de mínima. ¿Cómo será acampar bajo esas temperaturas en una plaza rodeada de soldados?, quizás el miedo se sume al frio y la sensación térmica sea más profunda y el frío más penetrante, o quizás la necesidad de cambio haga que la temperatura corporal de los manifestantes suba para no morirse de frio y de injusticia.
Y ante el frio, aparecen las imágenes de mujeres portando espejos ante las fuerzas antidisturbios el 30 de Diciembre de 2013 preguntando con pancartas a la policía: «¿a quién y de qué estáis protegiendo?», conmemorando así y de manera silenciosa el exceso de fuerza utilizada por la policía en la carga realizada por la policía el 30 de Noviembre contra los manifestantes en la plaza de la independencia de Kiev, en su mayoría estudiantes universitarios.
Y ante el frio, aparecen las imágenes de un hombre tocando el piano ante líneas cerradas de parapetos policiales dispuestos para cargar en cualquier momento; las imágenes de gente leyendo poesía, intentando que la cultura de alguna manera entrara entre las grietas de la intransigencia política como el agua entra en la roca. Un David de música, cultura y poesía ante un Goliat revestido del nepotismo de estado y de las armas.
Entre esas imágenes de poesía, música y protesta, aparece la de un joven de veinte años, Serguéi Nigoyán, que leía versos del poema El Cáucaso del escritor ucraniano Tarás Shevchenko con las barricadas de la plaza Euromaidán al fondo; el escritor ucraniano exhortaba en 1845 con esos versos al levantamiento del pueblo contra la ocupación rusa; 169 años sus palabras seguían vigentes ante una ocupación rusa no física pero sí política y económica. Serguéi no es un número ni una estadística ni una entrada del periódico, es un joven de 20 años que el miércoles 23 de Enero paso a engrosar la lista de las víctimas mortales entre los opositores al régimen ucraniano en el poder liderado por Viktor Yanukovyvh.
El 23 de Enero, la cultura y la protesta pacífica fue aplastada por la violencia. Una protesta pacífica que empezó el 21 de Noviembre de 2013 y que el 23 de Enero de 2014 se tornó en una batalla campal.
El 21 de Noviembre de 2013 el gobierno de Ucrania suspendió la firma del contrato de acuerdo de asociación y el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, y en aquel momento lo que ocurría en Ucrania parecía solo una lucha de poderes entre Europa y Rusia para atraer a Ucrania a su área de influencia; pero no se trataba solo de eso, no solo de la entrada de Ucrania en la Unión Europea o no, sino de la lucha vital de un pueblo por sus derechos en un país cada vez más sumido en el autoritarismo de estado y la restricción de libertades.
No entendí eso cuando hace casi dos meses, el 4 de diciembre de 2013, y después de un concierto de música religiosa ucraniana en la iglesia ortodoxa de Wroclaw bajo el marco de los encuentros de la voz (VoicEncounters), algunos de los participantes en las jornadas fuimos convocados a un encuentro espontáneo de canto por Ucrania. Los cantantes del grupo ucraniano que habían actuado la noche anterior, Julia Tsviah y Nazar Romanyuk, liderados por Natalya Polovynka propusieron un encuentro de canto para dedicarlo a la resolución pacífica de la situación que se estaba viviendo en Ucrania en esos momentos. No fui consciente entonces de lo que aquello significaba para ellos, ni de por qué estaban tan preocupados, ni de por qué el hecho de que nosotros cantáramos con ellos por el destino de su país fuera tan importante para ellos, en aquel momento todo aquello parecía una protesta puntual por un tema puntual, importante pero puntal, pero a día de hoy en vista de los acontecimientos vividos, aquello no era algo baladí, un tema meramente económico o de lucha política por áreas de influencia política, era una cuestión vital de supervivencia de un pueblo ante la creciente corrupción y falta de libertad propugnada por un gobierno a la sombra de Putin.
Y por eso ahora, dos meses después, entiendo la preocupación de aquellos cantantes ucranianos por lo que estaba ocurriendo en su país y su agradecimiento porque compartiéramos con ellos esos cantos, ese apoyo humano en forma de voz cantada. Y por eso ahora, dos meses después, elevo mi voz de nuevo por Ucrania, en forma de canto.
Y espero, que hoy 25 de Enero de 2014, ante la tregua que en estos momentos se vive en Ucrania después del estallido de violencia, y ante los muertos entre los manifestantes y ante los secuestrados de los hospitales y los torturados en los bosques, ante todo eso y después de todo ello, que ésta sea una tregua de paz, y que se investiguen los hechos acaecidos estos días, y que el diálogo y no las armas por fin abran el camino hacia la libertad; y mientras tanto, sigo cantando.
Y mientras termino el artículo y consulto las noticias de nuevo antes de enviarlo, la tregua se rompe y la violencia arranca de nuevo, y no me queda otra cosa que seguir cantando.