Carne a punto
En esta área del planeta, un asado es más que preparar carne a la parrilla y comérsela, es todo un ritual donde ese trozo de carne preparándose lentamente expuesta a las brasas del carbón o la leña, es la mejor excusa para compartir con los amigos durante horas.
La posición frente a este ritual, obviamente es distinta en función al género, es decir, mientras las mujeres se esmeran en preparar ensaladas que poner en la mesa, los hombres están todos con una copa de vino tinto en torno a la parrilla, discutiendo sobre en qué momento echarle sal o darle la vuelta, hasta que quien esté a cargo, decide de manera incuestionable cual es la única alternativa válida.
Con cierta periodicidad hacemos asados en mi casa, y con los privilegios de ser el anfitrión, yo era el parrillero.
Algunos problemas hubo.
En lo personal me gusta la carne a la inglesa, como dicen los franceses, saignante (sangrante). Es decir, apenas sellada, por afuera con una delgada capa cocinada y el interior crudo.
Muchas veces, entre salud y salud, fui señalado como vampiro, caníbal, cavernícola…
Una vez puesta la carne en la mesa, debía retornarla a la parrilla. Lamentablemente para mí, a la mayoría de los comensales de mi grupo de amigos, incluida a mi señora, les gusta la carne, ni siquiera a punto como para degustar los diferentes sabores de los diferentes cortes de carne, sino que muy cocida, una verdadera suela casi quemada.
¿Seguir porfiando con mi preferencia gastronómica?
¿Valía la pena librar una pelea sin posibilidades de ser ganada?
No lo pensé demasiado y opté por lo sano; dejar mi posición de privilegio y cederle mi puesto a quien estuviese en mayor sintonía con el gusto del grupo.
Tampoco se trataba de renunciar completamente a mis preferencias, por lo que ahora permanezco al lado de la parrilla y cuando considero que está cocida como para mi gusto, voy pidiendo jugosos pedacitos.
¿Y la ensalada?
¿Para que comer pasto si las vacas ya comieron? Además, con una buena copa de vino tinto, el asado deja de ser una simple comida, para transformarse en un ritual compartido.
Muchas veces porfiamos tratando de imponer nuestros puntos de vista. Por validas que sean nuestras convicciones, a veces debemos transar escuchando a una mayoría y seguir compartiendo acomodándose uno mismo.
En el último tiempo, una de las palabras que más se ha escuchado en mi país es, democracia. Lamentablemente, quienes se auto denominan como los defensores de la democracia, han cometido los mayores actos de anti democráticos como son las descalificaciones sin argumentos y las promesas populistas sin posibilidades de concretarse. Ha quedado en claro cómo algunos minutos de pantalla y exposición mediática son más valederos que estudiados planes basados en datos reales y posibilidades concretas de mejoría al estado actual de las cosas.
Pareciera ser que lo único realmente democrático es la crisis generalizada, bueno, casi democrática porque las élites de siempre siguen en su sitial de titiriteros donde sus personajes somos todos nosotros.
Así como vamos, no sé si la carne a punto podrá seguir siendo parte del ritual de un buen fin de semana compartido.