Foro fugaz

Carta a Meyerhold 

Querido amigo: 

No nos conocemos, bueno yo te conozco un poco gracias a los escritos que dejaste sobre la técnica teatral, menos conocidos que los de tu querido amigo y maestro Stanislavki, aunque no menos significativos. 

 

Si me dirijo a ti es porque no entiendo, no puedo imaginarme, no comprendo qué fue lo que pasó para que fueras ejecutado en 1940 por el régimen al que defendiste con pasión desde tu juventud, cuyo triunfo fue un momento de exaltación y creatividad, por el que luchaste con el arma que tenías a la mano: el teatro. Terminaste asesinado por el orden político que tú mismo ayudaste a implantar y que tantas esperanzas generó en su tiempo. Destino incomprensible de tantos artistas y creadores, aplastados por el régimen que ayudaron a consolidar. Contribuiste con lo que pudo ser su grandeza libertaria, antes de caer y morir asesinado por Joseph Stalin. 

Stalin, su nombre evoca a la figura del dictador todopoderoso, insensible y sanguinario, que bajo el título de ‘padrecito’ se dedicó a destruir la sociedad, a los científicos, a los creadores, entre ellos a ti, aunque no fuiste el único. La lista es larga, pero lo que más duele es el asesinato vil de tu mujer, la actriz Zenaida Raich. De tu amigo, el poeta Mayakovski, inducido al suicidio; de Izaak Babel, ejecutado unos días antes que tú; de Boris Piliak, otro escritor célebre en su tiempo. Y tú, torturado y ultimado de vil manera, precisamente por tu compromiso con la libertad. 

«Cuando el mal amenaza, amenaza a todos por igual», dicen los sabios árabes.   

Veo el caso de tu amigo y protector Prokofiev, qué terrible humillación para él, tener que componer una oda al tirano, asesino de millones, para salvar el pellejo y los privilegios. Pobre Sergei, no pudo salvar el tuyo a pesar de darte trabajo en su ópera Semyon Totko, al contrario la presentación de esa ópera precipitó tu caída, pues se hablaba mal de los nuevos amigos secretos del régimen: los nazis, con los que había hecho un pacto de no agresión. «Él ve y escucha todo…» dice la cantata de Prokofiev en honor de Stalin. ¡Qué triste uso del talento!  

Bajo el amparo de la impunidad que da la violencia de la guerra, te asesinaron amigo Meyerhold sin que nadie saliera a defenderte. 

¿Por qué? Es la pregunta que se hace ahora Peter Brook ante lo infausto del crimen. Como en otros regímenes era fácil acorralarte al hambre, prohibiendo cualquiera colaboración contigo. Sin embargo ya lo habían intentado, pero tanto Stanislavski como Prokofiev y otros te habían ayudado porque comprendían que el dictador había decidido eliminarte, con el pretexto de que tus propuestas teatrales no correspondían con el ‘realismo socialista’, y eran de difícil comprensión para el pueblo. Argumento-tesis que tú rebatiste al presentarte en las fábricas con mucho éxito. Pero un artista marcado por el poder dictatorial tarde o temprano sucumbe, eso lo saben muy bien aquellos que detentan el poder. 

Te quiero agradecer lo que nos legaste con el sacrificio de tu vida: en primer lugar el sentido de la biomecánica, la idea de que el cuerpo del actor es un terreno de energía global que debe ser trabajado, reinventado, destacado. También la idea del espacio teatral vacío, sin el peso de grandes escenografías; tus acercamientos a otras culturas teatrales en especial a la rica tradición japonesa, o la Comedia del Arte. Pero muy especialmente tu fe en el teatro, «El teatro es un arma» dijiste, y creo que Stalin lo entendió porque te mando matar, porque nunca te perdonó que dedicaras una obra tuya a Trotsky, su acérrimo enemigo, porque tu amor a la libertad escénica siempre fue una sospecha para él y sus esbirros. 

Amor por el teatro a pesar de las torturas que sufriste, de la persecución sistemática de la que trató de librarte Stanislavki, el otro pilar de la actuación contemporánea. Por cierto es interesante que el nuevo régimen soviético defendiera y aceptara a Stanislavski, y su Teatro de Arte de Moscú apoyado por el zar, y se ensañara contra ti, que fuiste un verdadero artista comunista revolucionario de la primera hora. 

Amarga lección la que nos dejas Vsevolov Meyerhold. Mientras más trato de saber qué pasó en aquellos años, mayor incertidumbre me invade por nuestro futuro, con tantas tentaciones autoritarias, y la sumisa admiración por los tiranos.

París octubre 2020  


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