Críticas de espectáculos

Carta de Amor (Como un suplicio chino)

CARTA DE AMOR. (COMO UN SUPLICIO CHINO)..

Teatro María Guerrero. Sala de la Princesa.. Autor: Fernando Arrabal..
Director: Juan Carlos Pérez de la Fuente..
Intérprete: María Jesús Valdés..

LA MADRASTRA DEL AMOR..

Difícil empeño: comprimir el amor purificador, sanador. El amor, impulso vital que nos confunde y retrotrae al comienzo, incluso, de una existencia trágicamente amorosa… A la madre. Eje del alma literaria de Fernando Arrabal; conflictiva, contradictoria e infinitamente amada. Juan Carlos Pérez de la Fuente ha abierto el mensaje epistolar sin destinatario o, por mejor decir, hacia un plural e indeterminado destinatario. Ha ido entretejiendo palabra tras palabra, sentimiento tras sentimiento, hasta regalarnos, en un espacio escénico mágico y enigmático, el suplicio de un amor absorbente; impreso en la memoria pegajosa y sutil de la araña que pretende abrazar, ansiosa, todos sus tesoros en una tela invisible y cruel.
¿Cómo se recupera el ayer, el tiempo que se pierde entre los silencios voluntarios y recelosos, cómo podemos aprender a mirar hacia dentro si tememos lo que podemos descubrir?
¿Cómo se recupera la memoria?
Fernando Arrabal, en un ejercicio de introspección prodigioso, responde a cada una de las preguntas. El amor como la máxima expresión de la belleza. La verdad como único rostro del amor. En esto consiste el rito iniciático de la mujer que espera, espera siempre, no se cansa nunca de esperar.
Esta mujer, María Jesús Valdés. La madre. La araña posesiva y amorosa. La memoria que atesora las llaves del pasado, encerrado hasta ese momento en la mentira más piadosa… La que toma forma por amor; la que se alimenta, como antídoto, ante un dolor infinito. La víctima de una madrastra cruel y sin entrañas… La víctima de la historia. Tal vez, sea ésta la araña que nos atrapa a todos y cada uno, en un suplicio eterno…
Juan Carlos Pérez de la Fuente, director escénico de esta ceremonia, afirma que el espectador no asiste ajeno, desde un patio de butacas. El espectador comulga con la actriz en el propio altar consagrado para el rito. “Carta de amor” es algo más que una obra de teatro. Un monólogo. Un espectáculo. La labor insuperable de una Dama de la Escena. Un texto hermosamente concebido y mágicamente recreado. “Carta de amor” es la búsqueda. El encuentro. La confrontación implacable con nuestra memoria, con un ayer común y áspero. (El alma es la única diferencia existente entre los seres humanos) “Carta de amor” es ese sentimiento que nos ahoga y se ahoga en nuestra incapacidad, en nuestro egoísmo, en nuestro orgullo. Es esa luz fría y cegadora que hiela nuestras entrañas y congela el abrazo cálido que espera… Que espera siempre… Que no se cansa nunca de esperar.
En su tercera temporada, este drama poético, sigue conmoviendo al espectador cómplice y destinatario.
María Jesús Valdés, en una interpretación tan mágica como el mismo personaje, continúa erigiéndose en la luminosa antorcha, de una confesión tan cruda como emocionante.
Sentada. Con los ojos cerrados. Expectante. Abre los brazos ante un auditorio tan misterioso como acogedor. La nebulosa de los recuerdos olvidados confunde al cómplice espectador que la mira y espera con ella esa carta. Esa palabra mágica. Ese perdón mutuo… para pasear, de nuevo, de la mano… Como dos novios. Para no tener que esconder el ayer en el jeroglífico esotérico de una carta del tarot… Para no guardar los sentimientos en las ruinas de un pasado tan fusilado como oprimido… Para no guardar nunca más los sentimientos, por muy crueles que estos puedan ser alguna vez, en el oscuro rincón de lo que nunca dijimos por una dignidad tan ridícula como falsa… Mientras esperamos. Todos esperamos una carta… Esa carta… Todos esperamos siempre, no nos cansamos nunca de esperar… Como el Amor.


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