Carta para mis actores y actrices de ‘No daré hijos, daré versos’
Revolucionarios del cuerpo
Cada uno da su parte para este engranaje que es la escena, articulado y compuesto por todos. No descreo del personaje clásico y sus convenciones, está, uno convive con las herencias como convive con los clásicos literarios, dramáticos, edilicios, ideológicos, culturales. Uno es también en relación con quién establece sus diálogos, y eso es el teatro. Uno se encuentra con otros, y es con esos otros que uno aprende un poco más de uno mismo, o al menos lo que va sucediendo en ese momento, luego lo expone, lo comparte, lo hace sentimiento en acción.
Eso es crear escénicamente en este colectivo que no deja de ser un conglomerado de personalidades que se separan y unen como los órganos del cuerpo humano. Delmira nos unió, pero también son las excusas que buscamos desesperadamente para entender que nunca se termina de entender, no hay respuestas sabias sino nuevas preguntas, porque la duda es el motor que nos hará buscar sin límite, ahí está el trabajo, en la búsqueda, en ese proceso que nos socava y nos derrota , nos acorrala contra nuestras paredes, porque no hay forma de saber quiénes somos sino conocemos nuestras fronteras y eso se sabe solamente en el error ,en lo que no podemos, ni logramos, es en ese recorrido que estaremos vivos, no se trata de llegar, se trata de vivir, y hacerlo carne actoral. Porque tendremos el fuego en la mano, el conflicto, esa es la vida que necesitamos para existir en el escenario, es en esa vibración entre lo logrado y lo que no logramos que se encuentra el poder de la verdad. Lo inacabado, lo vivo, lo que no se estanca ni muere. Se trata de dar, de la entrega y es ahí cuando nos involucramos, nos perdemos en el abismo , siempre un poquito más dentro de la partitura. La partitura tiene sus pliegues, y ese es el trabajo íntimo y personal que cada actor debe rastrear en cada función. Verse a solas los pliegues que trae y los que va encontrando, cómo se dilatan y se repliegan, uno siempre es uno en sus constantes transformaciones, la ficción nos da el permiso para jugar la existencia y compenetrarnos hasta el punto que aparecen otros y otras que es uno mismo, para luego volver al eje que nos da estabilidad, y el que elegimos para convivir en lo social y afectivo. Pero no se detiene la revolución en los cuerpos. Eso es un actor, una actriz. Revolucionarios del cuerpo, de la anatomía . Entrenadores de la sensibilidad. Aprovechen el privilegio de una experiencia que muy pocos recorren, salvo cuando aman y se entregan en el sexo. Disfruten desde la inteligencia, porque pensar también da placer. Registren y desarrollen el estado de conciencia sobre lo producido, almacenen y estén alertas, siempre una luz amarilla sobre donde estamos. No se llega nunca, ese es el secreto de este universo creado por nosotros. Afuera los éxitos y los fracasos se miden con otras varas, acá somos dueños de todas las reglas. Vayamos hasta el fondo, justamente, porque no lo hay. A perderse en el infinito que es lo más parecido a la libertad. Entonces: seamos libres.
De corazón,
Marianella Morena
Montevideo-Ciudad Vieja, 1 de octubre 2014