Castillos en el aire
Hay veces en que se nos derrumban los puentes, algunos que quemamos conscientes ante un viaje que se preveía sin retorno, y otros que cayeron al camino sin apenas darnos cuenta.
En el teatro construimos castillos de sueños a base de ilusión y de deseos, fabricamos historias y fábulas que hacen que nuestro corazón palpite ante el reto que se abre ante nuestros ojos: encarnar lo imposible, hacer visible lo invisible. El teatro tiene ese poder incendiario que inflama los corazones y planta semillas que germinan esos días que soñábamos despiertos.
El mundo de los sueños es un mundo apasionante y complicado; en ocasiones los sueños se materializan dejándonos ahítos de esperanza con un hilo de sonrisa en la boca; y en ocasiones ese sueño que casi se hizo carne se deshace en volutas de humo ante al rumor del día. Los sueños nacen y mueren con las luces del alba, se inmolan en esas horas en las que el día es noche todavía. Son esas horas, las que preceden a la vigilia consciente, en las que los sueños se inmolan lanzándose al vacío, conocedores de su propio poder y futilidad ante el destino.
Buscando en internet información sobre estados de ánimo en los procesos creativos que ayudasen en el proceso de aceptación de la disolución de los sueños he encontrado un artículo de Enrico Fidanza en el que hablaba de la cercanía de los procesos de creación y de locura, no es nada nuevo la asociación del genio y la locura, pero al leer el artículo encontré interesante el punto que trata sus diferencias en la gestión ante una matriz común de partida. Fidanza hablaba de estados de depresión patológica y de estados de depresión creativa, identificando en ambas un lugar común de partida, una matriz de partida común que las hacía converger en su origen, compartiendo no solo estados afectivos comunes sino también de procesos psíquicos interiores, pero que difieren en su gestión posterior de los impulsos originarios generadores de dicha depresión. Fidanza hablaba de las diferencias entre los dos tipos de depresión representadas ante las señales de muerte implicadas en la primera (depresión patológica) y las señales de vida contenidas en la segunda (depresión creativa); tratando la depresión creativa (la del artista) como la necesidad de renovación en su proceso creativo, como una señal de la necesidad de un salto de calidad hacia delante, como la necesidad de un cambio en su contexto creativo.
La generación de sueños es un proceso bello y complicado y en su gestión los castillos muchas veces saltan por los aires.
Imagino que en arte, la verdadera lucha no es con las instituciones, ni con la falta de financiación, ni con la precariedad económica que rodea a nuestra profesión, sino que como decía Lorca, «la verdadera lucha es con el duende», ese duende que «hay que despertar en las últimas habitaciones de la sangre», ese duende para el cual «no hay mapa ni ejercicio», ese duende sin el cual uno se encuentra vacío.