Ceremonia de la confusión
Se están cerrando, aprobando, pactando los presupuestos generales del Estado, de los Gobiernos Autonómicos, de las Diputaciones y de los Ayuntamientos que deben ser la guía económica que nos proporcione las pistas sobre nuestros destinos en el año próximo. Al enunciar las instancias que intervienen en el nivel administrativo en nuestras vidas, uno se asusta. Especialmente si a ello se suma la Comunidad Europea, una realidad que cada vez más interviene con reglamentaciones y convenios en el quehacer cultural diario.
Un estudio realizado recientemente, sin contar los que cuesta el aparato burocrático europeo, resulta que a cada contribuyente del Estado español le cuesta 9.816 euros soportar toda la estructura administrativa. Parece una cantidad muy excesiva y saberla debe ayudar a recuperar el pensamiento activo y descifrar el dato para ver si estamos ante algo lógico, una exageración, un clientelismo, una obcecación o cómo podríamos llamar a esta situación que extrapolada al campo de la cultura, y específicamente al de las Artes Escénicas, nos hace pensar que actualmente cada butaca ocupada en los cientos de espacios de programación de espectáculos en vivo de titularidad pública, cuesta una fortuna que poco tiene que ver con el precio político que paga el espectador. O dicho de otro modo, para llegar al hecho teatral, a ese momento en el que un actor se enfrenta a un espectador, han intervenido en todas las instancias imaginables tal cantidad de personas, de lo privado y lo público, que encarece la actividad hasta cifras disolventes de la ilusión y el raciocinio.
En el coste real de cada butaca ocupada y con pago de una cantidad por parte del espectador usuario, entra el precio del cachet de algunos artistas que aprovechando el río vuelto, marcan unas tarifas escandalosas que son pagadas sin rechistar por los responsables de las programaciones. Advertencia: en un tanto por ciento muy elevado, es decir, calculemos que sobre el 95% de las actividades, el cachet y los precios de las producciones y de sueldo de técnicos y artistas contratados entra dentro del mercado, las tarifas sindicales y lo considerado normal. El encarecimiento mayor del coste final real viene dado por las estructuras fijas, por los cargos interpuestos, por el entramado laboral, sindical, funcionarial que se ha ido formando en el tiempo de la bonanza económica y que ahora en tiempo de crisis se comen el presupuesto a dentelladas gordas, porque, insistimos: el capítulo uno (personal) no se toca.
No se toca ni se puede ni debe tocarse, a no ser que se quiera replantear todo desde el principio, aprovechar la ocasión para diseñar de nuevo todo nuestro sistema que se ha ido construyendo parcialmente, a golpes de inspiración, a impulsos localizados, sin planes urbanísticos, para decirlo de una manera entendible, ni partiendo de una idea conjunta, y que viene dejado muestras diseminadas por todos los territorios y administraciones públicas en los últimos treinta años.
Por lo tanto estamos ante una ceremonia de la confusión. Lo único claro es que el año próximo va a ser el crujir de dientes. Falta saber exactamente en qué porcentaje bajan los presupuestos destinados a Cultura, y específicamente a las Artes Escénicas. Si se suman los descensos presupuestarios en las cuatro instancias que hemos señalado al principio, la crisis puede hacer estragos en 2010. Se habla de lugares en donde se llegue a más del cincuenta por ciento de descenso, lo que traerá emparejado la reducción de programaciones habituales, al acortamiento en días de actuación (o incluso desaparición o suspensión temporal) de festivales, ferias, encuentros de teatros y otras actividades externas y de participación de la ciudadanía. Negros nubarrones.
Pero lo más sorprendente de todo es que está sucediendo, es un hecho, aparece en negro sobre blanco en los presupuestos y nadie mueve una pestaña. No hay ni un leve asomo de protesta o reclamación. La desmovilización es absoluta y total. Nadie quiere aparecer con la pancarta no sea que le quiten lo poco que le puede tocar. Es una situación lamentable de la que deberemos sacar conclusiones en positivo. Si sobrevivimos.