César Brie, actor, director y dramaturgo, nació en Argentina e hizo una importante carrera teatral en Europa junto al Odin Theatre de Dinamarca. A principios de la década de los noventa volvía a América Latina estableciéndose en Bolivia donde presentó dos obras al público. Tras un tiempo sin dar noticias, reapareció para anunciar que había comprado una finca en Yotala, donde se crearía poco después Teatro de Los Andes. La compañía, se convertía a lo largo de los años en un paradigma de las Artes Escénicas y puso al teatro boliviano en el mapa mundial del arte. Ahora llega a Almagro para participar en el IX Festival Iberoamericano de Teatro Contemporáneo donde presentará las piezas “¿Te duele?”, “120 kilos de Jazz”, “El mar en el bolsillo” y “La Odisea”, además de llevar a cabo el taller-pasantía que tendrá lugar entre el 7 y el 11 de octubre.
Eider Suso
-¿Cómo fueron los años en el Odin Theatre, el cambio a Bolivia y los comienzos allí? ¿Qué diferencias viste en aquel momento entre ambos caminos?
Trabajé nueve años en Dinamarca. Mi maestra fue Iben Nagel Rasmussen. Yo hacía teatro desde hacía varios años. Fue un encuentro con ella. De ella aprendí la ética actoral, a componer con el cuerpo, una parte del trabajo vocal, la disciplina y dedicación del actor. Pero del Odin, a pesar de mi respeto y de mi admiración, me alejaba a una visión estética diferente. Fueron años enriquecedores que completaron mi formación. Me fui a Bolivia en el 91, luego de un año en Italia donde trabajé ahorrando el dinero para el proyecto del Teatro de los Andes.
-¿Cómo ha evolucionado Teatro de Los Andes desde su creación hasta nuestros días?
Habría que preguntarlo a mis compañeros del Teatro de los Andes. Creció nuestra infraestructura, hicimos obras que creo han quedado en la memoria, hemos dado posibilidad a otros artistas de buscar su propio lenguaje su camino, hemos creado un oasis para nosotros y para los que nos visitan para trabajar. También nos hemos cansado y desgastado mucho. Mucho esfuerzo y sacrificio, Mucho tiempo trabajando juntos. Creo que ahora es el tiempo de realizar también los otros sueños personales.
– ¿Cómo fue el camino hasta encontrar tu propio espacio, estilo, teatro…? ¿Qué te llevó a buscarlo?
Quise volver a América Latina y hacer un teatro que se ocupara del público y que tuviera una relación con el público. Tratamos de inquietar, interrogar, divertir, conmover y hacer reflexionar. Mi estilo ignoro cuál es. Creo que tenemos algo que puede ser un estilo pero que deriva de algunas obsesiones: no describir con las acciones lo que el texto dice. Considerar al actor parte fundamental, pero no el centro de nuestras obras, crear metáforas, decir el presente. Buscar formas nuevas para lo que queremos decir.
– Has abierto las puertas del teatro boliviano al mundo. ¿Qué supone eso en tu carrera y en tu persona?
No sé si las he abierto. He contribuido, hemos contribuido a abrirlas. Eso ha supuesto ataques por quienes se sienten ofendidos por nuestro trabajo y el agradecimiento de otros a quienes hemos ayudado. Lo volvería a hacer.
– El tema del IX Festival Iberoamericano de Teatro Contemporáneo de Almagro es teatro y compromiso, algo a lo que estás muy ligado, ¿Cómo crees que afecta realmente el teatro en la sociedad? ¿Crees que se pueden conseguir cambios desde el escenario?
No, el teatro no cambia el mundo, cambia el teatro. De eso se trata. Pero el arte cambia por dentro a las personas, eso sí hemos hecho. El compromiso no es sólo político, es ético y es estético.
– ¿Cómo has vivido tu trayectoria con Teatro de Los Andes?
Esa experiencia ha llegado a su límite. Ignoro lo que me nos sucederá ahora. Soñamos a ojos abiertos durante años, pagando un precio de austeridad y recibiendo un pago de gratitud por parte de la sociedad que hemos interpelado. Lo volvería a hacer, pero ahora ya no me quedan demasiadas fuerzas.