Y no es coña

Cinco días en Porto

Tengo que comenzar con una muestra de solidaridad y de recuerdo a familiares y amigos y ciudadanía en general por el incendio que está asolando unas hectáreas de Portugal. Las imágenes son espeluznantes. Ante esta tragedia parece superfluo cualquier otro comentario sobre lo presenciado en el FITEI, en la edición número cuarenta, lo que le convierte en uno de los festivales dedicados al teatro iberoamericano más veterano.

Pero se da una circunstancia tangencial, algo que no sé cómo situar en este relato porque en cinco días pasado en Porto, puedo hacer la reseña de dos espectáculos portugueses extraordinarios, dos más buenos e interesantes, lo que provoca estadísticamente una sensación de estar asistiendo a un momento brillante de las artes escénicas portuguesas, que la selección realizada por la curadoría del festival ha acertado de manera plena. Algo que se suma a otra estadística plenamente plausible: la edad media de todos los responsables actuales de este festival ronda los cuarenta años. Es decir una cambio generacional que le dota de otra mirada. De otra energía, una sabiduría más utilitaria, pero muy eficaz.

Y entre esas obras que mencionado, una, un espectáculo de esos que uno puede disfrutar cada cierto tiempo, algo ambicioso en su impulso artístico, intelectual, político. Una versión absolutamente fantástica de la primera parte de una trilogía sobre La Divina Comedia que está preparando Joâo Brites con su núcleo creativo de Teatro O Bando, pero en coproducción con teatros institucionales. “Infierno” es esta primera entrega, una veintena de actores en escena, un escenario laberíntico, pero frío, en metal, una iluminación de una calidad remarcable, una música y un trabajo vocal con los actores que le dota en instantes de significantes rasgos de obra total, de una gran ópera del siglo XXI. Es una obra, un espectáculo, algo universal. Una reconciliación con el teatro con contenido y forma reconciliadas y otra muestra de que Joâo Brites es uno de los creadores más singulares del teatro europeo.

Me parece relevante indicar el número de intérpretes, porque vi otra propuesta que no acabó de interesarme en la misma intensidad, un “Macbeth” producido por el Teatro Nacional Sâo Joâo, bajo la dirección de Nuno Carinhas que siendo una propuesta magnificente, no estaba equilibrado el peso estético del espacio con la interpretación, con un vestuario recargado, pero con una puesta en escena y movimientos muy retóricos. No alcanza la grandeza de lo de Brites, pero se hace con una docena de actores y actrices.

Lo mismo me sucede con el espectáculo de cierre, incalificable en un rubro concreto, pongamos que era danza, que era teatro de movimiento, que era un musical, pero de una potencia comunicativa fuera de toda norma, un espectáculo magnético, que te lleva por unos mundos escénicos complejos, pero de un capacidad de trascendencia que no soy capaz de expresar con palabras, porque todo lo que guardo en mi mente son sensaciones físicas, ironía, ritmo, espectáculo, que no para, que no te deja parar. Tomen nota, la creadora es una joven de nombre Markele Monteiro Freitas y su derroche  magmático de ideas escénicas, de una dramaturgia aparentemente caótica pero que parece funcionar como un reloj suizo. La obra se llama: “Bacantes – preludio para una purga”. Y es una purga excelente, te renueva neuronal y emocionalmente con una docena de bailarines, cantantes, músicos, actores, en un directo potente y contagioso.

Vimos dos obras de Thiago Rodrigues, un actor-dramaturgo-director notable por sus propuestas fuera de lo tradicional o habitual. Dos experiencias para mí. Una que me echó, no logró integrarme, que reconociendo su exquisita propuesta, su calibrada manera de narrar una historia sobre “Antonio y Cleopatra” que se basaba en una infra-actuación, en soltar el texto casi de manera mineral, que se va acumulando en bucles muy semejantes y que solamente puedo colocarme en esa zona ambigua de parecerme interesante, sin saber exactamente qué quiero decir con ello.

Pero después un espectáculo aparentemente sencillo, participativo, pero de una profundidad mayor que la anécdota de lo que se hace, recitar el poema 30 de William Shakespeare. “By Heart” lo hace con diez espectadores. Y lo logra. Y mientras tanto formalmente parece que estamos ante un monologuista, pero es un contador que nos cuenta una bella historia sobre el saber, la lectura, el compromiso, lo que somos los seres humanos, el valor de lo intangible, del arte, de la literatura y la poesía. Un bello trabajo que demuestra la capacidad de hablar lenguas de Thiago y de su portentosa memoria y su facilidad para hacer normal lo excepcional.

Vi alguna cosa más, como “Casco azul” texto del uruguayo Santiago Sanguinetti, dirigido por Antonio Altamirano con el grupo chileno “Teatro Amplio”, una denuncia sobre el comportamiento de los soldado de la ONU y la contradicción entre la realidad social de Chile y este gasto exterior para cumplir con unos compromisos difusos. Formalmente muy poco elaborada, una interpretación muy naturalista, llegando al costumbrismo.

Es una alegría grande ver no solamente que el FITEI sigue, sino que se mejora, que se coloca en su tiempo, que sigue siendo una cita importante para el teatro iberoamericano. Y tomen nota los programadores, miren a Portugal que hay mucho, bueno, variado y de una calidad inusitada. Y no es una recomendación sobrevenida, llevo años avisando y Afonso Becerra da fe casi cada semana del buen momento artístico. Algo bueno está pasando en Portugal. Además de la tragedia de ese infierno fruto de la naturaleza, el clima y la mano idiota de los seres humanos.

Cinco días en Porto son parte de un master de teatro contemporáneo.


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