Circunstancias circunstanciales
La realidad: escribo en un tren camino de los Max. Las circunstancias me han impedido redondear esta entrega con su debido tiempo de elaboración, reposo y decantación. Las urgencias se vuelven demasiadas veces frenadas sobre hielo disperso. Escuchar las voces que se empeñan en acumular los mensajes es tarea imposible cuando el traqueteo del tren hace que los dedos se hagan cómplices involuntarios de algún algoritmo manipulado por el diablo.
La verdad es que he pasado una semana bien completa. En Albacete, comprobando una realidad periférica del mismo valor cultural que la centralista que, por cierto, lleva unas semanas ofreciendo espectáculos de gran entidad. La existencia de estas ferias en comunidades tan amplias y poblaciones tan dispersas son una necesidad para intentar racionalizar de la manera más eficaz las posibilidades de completar las programaciones de localidades de una densidad demográfica pequeña y, por tanto, con presupuestos moderados que no tienen la posibilidad de tener profesionales dedicados en exclusiva a las artes escénicas. Para esta multitud de profesionales, las ferias son parte de su conocimiento en vivo y en directo de una parte de lo que se produce y se oferta. Los que venimos de otros tiempos, cuando alguien discute con vehemencia de un espectáculo que ha visionado en vídeo sentimos un pequeño desgarro en nuestra confianza en la ciencia. Sabemos que es un instrumento de gran valor, que es una forma de comunicación, pero a la vez, es una gran contradicción, porque las artes escénicas son en vivo y en directo o son otra cosa.
Además, conviven propuestas de menor rango de dificultad técnica, formatos más flexibles que abren las posibilidades de contratación. Las ferias, en un principio, nacieron como plataforma para que se conocieran las producciones propias, de ahí la invitación na programadores del resto del Estado español, pero cumplen esa otra función importante, ofrecer obras a los programadores locales. En ese equilibrio se mueven los responsables artísticos. Todo ello sin obviar que existe una suerte de farándula mixta de programadores, distribuidores y algunos creadores que se encuentra, citan, reviven experiencias de feria en feria. Es algo singular. Digno de un relato del neorrealismo castizo.
Lo más relevante se disfrutó en el Teatro María Guerrero con una obra descomunal, un espectáculo impresionante, “Oasis de la impunidad” a. cargo de la compañía chilena La Re-sentida. Contar los días de furia de hace unos pocos años en las calles de Chile, con abusos criminales de los cuerpos de seguridad a base de imaginación, complejidades narrativas sin apenas el uso de la palabra, siendo los cuerpos los que expresan todos los aconteceres, sin recurrir al costumbrismo, ni documentalismo escénico, con instrumentos primarios de danza popular sublimada, músicas, imágenes sobrecogedoras que logran atrapar el desgarro, la denuncia, la concienciación social, haciendo del teatro una fuente de vida, pensamiento y belleza.
Quisiera remarcar una circunstancia que no acabo de entender en su totalidad. Esta obra chilena se programó cuatro funciones. Sin una información suplementaria para que los posibles interesados supieran de los antecedentes amplios y de largo recorrido de esta compañía que, en esta ocasión, coproduce con una gran entidad teatral alemana. Pero la obra de haberse mantenido en cartelera otra semana hubiera alcanzado un éxito rotundo. Se supone que la timidez programática se debe a ajustes presupuestarios. O a inseguridad. Pero veo en los Teatros del Canal espectáculos magnificentes, espléndidos que se programan dos únicas funciones. Y concuerdo en que se tata de la misma circunstancia, de esa inseguridad en la respuesta de los públicos ante espectáculos que escapan del radar de lo habitual, que no se confía en que exista suficiente respuesta para que cuadren los números, o al menos se pueda justificar ante pos posibles críticos contables o sociales.
Lo anterior se puede aplicar en general a todas las programaciones por todo el territorio. En plazas donde no hace tanto se programaban cinco días las obras, en estos momentos se soluciona con dos. Esto limita las posibilidades a un número determinado de posibles espectadoras que no les cuadran esas dos fecha únicas. Esto y los horarios de las representaciones es un asunto que me trae por el camino de la duda constante.
Lo que no me admite dudas es la última obra de La Zaranda estrenada en el Teatro de Rojas de Toledo. Un auto homenaje, un repaso a su propia historia que ya cumple cuarenta y cinco años. Un coqueteo con los clásicos, una reafirmación en estéticas y poéticas escénicas genuinas. “Manual para armar un sueño” es una delicia teatral. Es Teatro. Quizá quiero decir TEATRO.