Otras escenas

Clásicos

Me paso el día hablando de la necesidad de argumento, de escritura, de la elaboración de una buena historia o concepto, clamando la necesidad de que las artes de calle tengan algo que ver con nuestras vidas, nuestras preocupaciones… y resulta que salgo de viaje y me pasa lo que me pasa, que me enamoro perdidamente de una producción que no tiene nada que ver con lo que normalmente predico. El amor es ciego, no cabe dudas.

Llegué al Reino Unido el pasado viernes 2 de agosto. Mi misión era colaborar con la organización del Stockton International Riverside Festival como jurado del proyecto ‘Gone in 20 minutes’, un programa cuyo objetivo fundamental es el estímulo de la producción callejera y el acompañamiento artístico y promocional de jóvenes creadores, así como de profesionales de otros ámbitos interesados en la producción de espectáculos en el espacio público.

El fin de semana se sucedió entre conversaciones perspicaces, cruces de opiniones agudas y puntos de vista elocuentes. Todo muy profesional y muy técnico –qué pesados podemos llegar a ser unos y otros cuando nos ponemos en modo jurado-. También cabe decir, las cosas como sean, que experimentamos una cierta sensación de vértigo: qué complejo resulta el análisis de una pieza en construcción y qué atrevida la especulación sobre su futuro.

El domingo por la tarde, no obstante, después de un dilatado debate, y de haber plasmado todo su contenido en una lista extensísima de exhortaciones y comentarios críticos –todos muy constructivos- para el supuesto beneficio de cada artista, fallamos y pudimos disfrutar de la programación del festival de manera más relajada.

Fue en ese momento, con la guardia bajada, con la sensación de haber contribuido de manera intensa y efectiva en el futuro de las artes de calle del Reino Unido, que el niño alado cargó sobre mi pecho orgulloso con una flecha de oro y acertó, y me enamoré de una jirafa, o mejor dicho, de una cuantas. El festival clausuró por todo lo alto.

Imagínense las avenidas de una ciudad tomadas por una manada formidable de tan altos y majestuosos mamíferos, figuras rojas fabulosas que a su paso hechizan, un mar de cuellos larguísimos que se pasea entre los espectadores con una cadencia hipnótica, irrepetible. Cada paso que da el espectáculo ‘Les girafes’ supone la revelación de un detalle nuevo y sorprendente. Todo está ajustadísimo en esta opereta animal ambulante, pensado hasta la saciedad: el traje rojo entallado de los casi treinta cuidadores; los cazos de agua humeantes con los que se da de beber a los animales; las plataformas que sustentan las acciones de los personajes, que dibujan la frágil historia de amor y desamor bufa que recorre la pieza; la selección de los temas musicales y su interpretación por parte de los protagonistas… incluso los extintores instalados en cada estructura andante están cubiertos con una funda roja exquisita que los integra a la perfección.

‘Les girafes’ es una producción de los franceses Compagnie Off. Lleva años viajando, formando parte de las grandes programaciones internacionales. Es un clásico contemporáneo que hasta la fecha no había tenido la oportunidad de disfrutar en directo. Una locura escapista fastuosa y excesiva en la que uno no tiene más remedio que rendirse, olvidarse de todos sus problemas y entregarse como un niño, reír y emocionarse de principio a final.


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