Otras escenas

Coleccionismo

Crecimos coleccionando. Cuando no eran cromos eran chapas, sellos o llaveros. Todavía conservo mi colección de rocas minerales. El ojo de tigre, el cuarzo rosa… me encantaba la pirita, que era como oro gastado y parecía sacada de algún tesoro perdido.

De mayores seguimos coleccionando. A unos les da por los dedales, a otros por los búhos, y a muchos por los imanes de nevera. En función del poder adquisitivo, los hay que atesoran zapatos, antigüedades o coches. Otros tantos suman experiencias de riesgo: viajes exóticos, retos deportivos, amantes…

Me gusta pensar que la memoria es un coleccionista minucioso. Eso sí, con tendencia a ladear los malos momentos, a archivarlos en lugares lejanos y oscuros. La revisión de los mejores pasajes de nuestra existencia es siempre más practicable.

Son muchos los espectáculos que buscan traer de vuelta momentos archivados en dicha galería de buenas experiencias. Tocan teclas que despiertan lugares agradables. Qué maravilloso resulta, por ejemplo, sentirse niño de nuevo o viajar a la adolescencia por unos minutos. Recordar travesuras, un primer amor, aquel verano sonado… Pienso en experiencias como los Exercicis d’amor de los valencianos Pont Flotant, en Four seasons de los ingleses Metro Boulot Dodó – proyecto interdisciplinario que parte de las estaciones del año para reflejar las diferentes etapas de la vida-, o en los suecos Poste Restante y su Chopin’s heart –que más que llevarte a la infancia o a la adolescencia te proyectan a un inquietante espacio de profunda nostalgia que está todavía por llegar-.

En mi colección privada de experiencias artísticas únicas, destaca una nueva adquisición. Un último regalo: el universo de José Antonio Portillo. El pasado jueves tuve la oportunidad de disfrutar de dos de sus trabajos, planteados como un recorrido único y complementario. La Biblioteca de cuerdas y nudos y el reciente Moi, j’attends. El primero muchos de ustedes ya lo conocerán, ¿recuerdan la sorprendente biblioteca circular de madera habitada por una recopilación de innumerables historias? El segundo parte del libro homónimo de Davide Cali y Serge Bloch. Se trata de un trabajo audiovisual que busca acumular y compartir gestos emocionales. El mosaico que plantea Moi, j’attends se va a ir completando a medida que recorra geografías. En una fase previa a la presentación, cada localidad recibe el proyecto con voluntarios que participan donando una historia, un deseo, un momento de intimidad emocional. Estos y otros pasajes se disponen ante el público durante la función. Y la función es asombrosa.

En Lleida se me pasó la cita en la que requerías testimonios para tu última creación. Con respecto a la biblioteca, no te me escapas. Toma, José Antonio, en una cuerda te mando estas palabras. Y en uno de sus extremos, anudada, bien sujeta, la pirita de mi colección de rocas minerales.


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