Colectivo Marciano Balboa desvela lo inevitable con humor
Es un tópico decir que la realidad supera la ficción. Para nuestro asombro, divertimento o estupefacción, esto se cumple, incluso más veces de las que pudiésemos imaginar. La realidad supera la ficción. De ahí que en las obras teatrales que se enmarcan dentro del modelo dramático mimético realista, ciertos sucesos resulten, en la ficción, inverosímiles, aunque en la realidad puedan acontecer. En la realidad todo es posible, sin embargo en una obra dramática realista no todo es posible. Conclusión obvia: realista no es lo mismo que real.
El modelo dramático, de base aristotélica, de tendencia neoclásica y racional, se mueve en el ámbito de los realismos. Sin embargo, las dramaturgias posdramáticas absorben y afirman lo real en escena. Conclusión obvia: aquello que se escapa del orden racional y lógico, aquello que en un relato rozaría lo inverosímil, lo absurdo, lo loco, lo delirante, lo fantástico… entra con alegría y desenfado en el juego de las acciones posdramáticas.
Si, por ejemplo, queremos tratar lo inevitable más acá del “fatum trágico”, dándole la vuelta como a un guante y mostrando, con ironía y guasa, ese cuelgue delirante, entonces, salirnos de los moldes del drama y pervertir las leyes de la narratología, nos llevará a un show divertido y flipante.
Eso es lo que, más o menos, pienso, ha hecho el Colectivo Marciano Balboa, formado por Diego Anido, Borja Fernández, Pablo Rega y Laura Iturralde. Para algo son marcianos. Aunque solo sea un juego con el nombre, siempre es mejor un colectivo marciano que un colectivo marcial, que para eso ya tenemos al ejército.
Ser marciano en el ámbito de las artes escénicas, en Galicia y en el resto del Estado, tiene su mérito, porque, ya se sabe, los marcianos no se rigen por los mismos códigos del decoro y el negocio terrícola. Y las programaciones de los teatros terrícolas oscilan entre la comedia de formato televisivo, con cabezas de cartel famosas, gracias a alguna serie de televisión, o piezas que hagan ostentación de lo contemporáneo y que lleven el sello de algún nombre de prestigio (internacional).
El debut del Colectivo Marciano Balboa con O inevitable (Lo inevitable) fue en el Teatro Ensalle de Vigo, el penúltimo fin de semana de enero, donde estuvieron en residencia. Yo pude verlo el domingo, 20 de enero de 2019.
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A partir de aquí quien crea en el spoiler, que no siga leyendo este artículo, porque en él voy a describir alguna de las acciones escénicas que a mí más me ha llamado la atención y que considero importante para poder analizar esta pieza.
En las redes sociales, cuando puse unas notas al respecto, uno de los miembros del equipo artístico me dejó el siguiente comentario:
“No creo que sea necesario tal spoiler de la pieza…. Flaco favor descubrir todos los trucos.”
Yo le respondí:
“En las artes vivas el spoiler es como Dios, no existe. Por lo menos eso es lo que mi experiencia me dice. Una acción es como un beso, aunque sepas que te lo van a dar, cuando lo recibes flipas igual. Probad a ir 2 o 3 veces a un espectáculo potente que os mole y veréis cómo el spoiler no existe. Eso es de las series de televisión o del cine. Bueno, esta es mi opinión.”
De inmediato, la contestación fue:
“Afonso Becerra Arrojo, espero conocerte personalmente para decirte a la cara lo que pienso.”
Como el tono parecía un poco desafiante y yo estaba redactando el artículo para Artezblai, le pasé mi teléfono para que pudiésemos hablar, pero la respuesta final fue: “Ni de coña, ya nos veremos.”
Me quedé pensando en cómo la metáfora del beso parecía haber engendrado la metáfora de la hostia, jajaja… con la expresión de la réplica “[…] para decirte a la cara lo que pienso.” De todas formas, no creo que haya ninguna susceptibilidad ni recelo en su respuesta, pero, en todo caso, me resulta divertido elucubrar cómo una metáfora puede provocar otra de signo contrario.
Como la pieza es una maravilla, que merece la pena analizar, el resto del equipo artístico mostró su satisfacción con aquellas notas que yo había puesto en las redes sociales después de asistir al espectáculo, y casi un centenar de personas le dieron al “me gusta” y otras compartieron el “post”, pues aquí está el artículo en el que desarrollo un poco aquellos apuntes.
No obstante: quien crea en el spoiler, en las artes vivas, que no siga leyendo este artículo si piensa ir a ver O inevitable del Colectivo Marciano Balboa.
Las ateas y los ateos (del spoiler) podéis seguir leyendo si queréis:
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La historia freak de Rambo Antonio (casi un homófono de Santo Antonio) mezcla un humor muy particular, con una considerable dosis de flipe, y la parodia a los misticismos, esoterismos y otras comeduras de tarro en las que se incluye el catolicismo.
En el escenario dos penitentes, Borja y Diego, ofician rituales en simulacro. Borja hace una parodia procesional con la cruz a cuestas y canta una saeta que introduce la historia de aquel ser, llamado Antonio, que se retiró del bullicioso mundo para consagrarse en el edificio de su cuerpo, inspirado en su ídolo, Rambo, en el budismo y en otras doctrinas.
Diego actúa el iluminado Rambo Antonio en sus marcianas apariciones, contemplaciones, baños y entrenamiento armamentístico. Porque Dios está en todas partes.
En la pieza hay algunas secuencias con acciones objetuales y lumínicas fascinantes. La silla que levita bajo el cenital, movida por unas cuerdas rojas, para acabar destrozada estrepitosamente contra el suelo o rematar bajo la motosierra justiciera de Rambo Antonio. Velahí la oscilación entre levitar y la violencia final.
Otro ejemplo, la acción en la que, ese ser poseído por algo que lo traspasa, se baña en una charca de humo rastrero, generando un cuadro plástico de efecto casi hipnótico, con la conjunción del sonido y la luz y la aparición de un pez gigante de escamas doradas, que sobrevuela el escenario, convirtiéndolo, por arte de magia, en un espacio submarino.
Pablo Rega acomete las acciones sonoras que completan algunas de las acciones de Rambo Antonio, ejecutadas mímicamente por Diego. A la delicia de la precisión pantomímica se suma esa dimensión mistérica que la actividad invisible, pero audible, provoca.
Laura Iturralde hace un trabajo con las acciones lumínicas y audiovisuales, desde la cabina del teatro, generando momentos de un teatro visual impresionante. Por ejemplo, cuando se produce un cruce de dos líneas rojas de rayo láser, que deconstruyen y segmentan el cuerpo semidesnudo de Diego, como una forma de inmolación de Rambo Antonio. Igual que lo segmenta, en la última secuencia de acción, el “live cinema”, cuando Borja le aplica una cámara de efecto microscopio, con la que recorre, desde los pies hasta los ojos, el paisaje del cuerpo expuesto, el edificio del cuerpo de Rambo Antonio, hasta acabar en una sorpresa final que nos remite, de algún modo, al universo kafkiano de Cascuda (Sala Nasa de Compostela, 2008), aquella inolvidable pieza de Diego Anido.
La cámara profana el cuerpo mostrándonos su materialidad más íntima, los poros de la piel. Pero en esa profanación, al mismo tiempo, se produce un efecto casi hipnótico, de nuevo, casi místico, debido a la abstracción que la segmentación y amplificación de la imagen propician.
O inevitable es como el destino, pero aquí el Colectivo Marciano Balboa, lo desafía y pervierte con una gracia fuera de cualquier clasificación. Para mí ha sido una especie de cuento posdramático que desnuda fanatismos y celebra el ateísmo.
P.S. – Algunas consideraciones más sobre el spoiler.
Efectivamente, acabo de describir algunas de las acciones de esta pieza. Sale un pez dorado gigante sobrevolando el escenario. Imaginemos que esta acción escénica suscita sorpresa. Alguien se entera, antes de entrar al espectáculo, al leer mi artículo y ya no siente sorpresa. Sin embargo, debido a la realización de las artes vivas, cuando aparezca ese pez dorado gigante, sentirá, igualmente, una fascinación y otro tipo de sorpresa menos naif, más inefable.
Todas/os sabemos que Romeo, cuando llegue a la cripta, va a pensar que Julieta está muerta, en vez de dormida por efecto de un poderoso narcótico, sabemos que Romeo se va a quitar la vida. Sin embargo, vamos a ver Romeo y Julieta y, si está bien realizado, seguirá impresionándonos, tanto o más, ese final trágico.
Incluso en cine, y contradiciendo la réplica que antes apunté, todas/os sabemos la historia del Titanic y algunos de los pormenores del hundimiento. Sin embargo, vemos la famosa película y podemos experimentar la misma intensidad en los clímax como si no supiésemos nada de la historia.
Por otra parte, seguramente ya te habrás dado cuenta de que mis artículos, en esta sección de opinión de Artezblai, no son críticas teatrales, sino análisis y reflexiones sobre espectáculos y aspectos variados relacionados con las artes escénicas. Casi siempre, además, suelo hacer más hincapié en la descripción morfológica que en la interpretación. Tengo que confesar que en el arte lo que más me interesa es la forma, la estructura y el ritmo y no tanto extenderme en mi lectura o interpretación. Y esto implica recurrir a la descripción y estudio de las acciones escénicas y reflexionar sobre ellas (la dramaturgia).
Cuando alguien quiere ir “virgen” a un espectáculo, supongo que evitará mirar fotografías o leer críticas o artículos que lo comenten. Nadie nos obliga a leer y a documentarnos antes de acudir a un teatro.