Comedia sin título/F. García Lorca/Teatro de la Abadía
Teatro mental
Obra: Comedia sin título
Autor: Federico García Lorca
Intérpretes: Ernesto Arias, Alberto Jiménez, Chema Ruiz, Inma Nieto, Luis Moreno, Lucía Quintana, Diego Toucedo, Jorge Muriel, Fernando Sánchez-Cabezudo, Víctor Criado, David Boceta
Escenografía y vestuario: Cristina Reis
Iluminación: Daniel Word d’Assumpçao
Dirección: Luis Miguel Cintra
Producción: Teatro de la Abadía
Teatro Barakaldo – 05-03-06
Luis Miguel Cintra en su presentación en el programa de mano ofrece un texto enjundioso, fascinante, donde habla de un “teatro mental”. Puede parecer una frase retórica, una suerte de escapatoria para eludir una constatación: este texto lorquiano, es una suerte de tratado de un teatro imposible, más que mental, yo le llamaría intelectual, cargado de referencias sobre una posible teoría de la representación. Hay que referenciar la fecha de escritura, es decir, hace setenta años que García Lorca experimentaba con simbolismos, con una propuesta que nos propone un teatro abstracto, a veces de imágenes, otras de ideas y conceptos.
¿Cómo se puede interpretar la abstracción? Esta pregunta no la responde Cintra, que sí plantea una estructura con aires surrealistas, una escenografía con evocaciones cubistas, pero los actores interpretan de manera realista. ¿Existe otra manera de interpretar? Debería haberse indagado. En la plástica es fácil acercarse, pero cuando se trata de dar carnalidad, presencia escénica a un director, un poeta, un personaje shakespeariano, aunque se utilicen vestuarios no realistas, se acaba diciendo de una manera comprensible, lineal, y ahí queda todo retratado, en foto fija. Que suba la vida a escena, reclama el Autor, claro, pero la vida ¿cómo la representamos? Esa Revolución que sucede en la calle y es bombardeada, ¿qué Revolución es? Esos persoanjes que representan al público, ¿a qué público de los muchos públicos existentes representan hoy en día? Y así sucesivamente llenamos de preguntas la reflexión.
Todo lo anterior no se dice para desmerecer nada, sino para situarse en el terreno de la perplejidad. Porque se trata de un buen trabajo teatral, con una idea de dirección que se traslada al equipo actoral, y que el texto original de esta pieza inconclusa, insisto, más otros añadidos, forman un cuerpo dramatúrgico cargado de posibilidades que aquí se explotan en una dirección que acaba en el principio, en que la vida y el teatro confluyen, pero lo hacen en el momento material de la representación. El resto es teoría. O teología teatral.
Carlos GIL