Complejidad metafísica para el paseante
Un año más en Valladolid, en su TAC, un festival que empezó siendo de Artes de Calle y que desde hace dos ediciones ha incorporado de manera estructural el teatro de sala. Este año con una responsabilidad añadida: ser miembro del jurado. Una experiencia de la que tengo demasiados antecedentes penales, pero que en esta ocasión por su composición y por la tarea encomendada me ha producido un cúmulo de nuevas sensaciones y, sobre todo, la satisfacción de conocer a personas que aportaban su amplio conocimiento no estrictamente teatral o dancístico, pero sí ampliando el horizonte de interpretación y análisis de los espectáculos con otras miradas, otras disciplinas, aplicando parámetros diferentes de otras ciencias sociales o incluso matemáticas.
Es decir que el simple hecho de compartir horas de salas, teatros, espacios abiertos, intemperie, lluvia y manteles, me han ayudado que esta primera salida desde hace seis meses a un festival, haya sido muy gratificante. Por esta compañía, por esta incorporación de personas a mis amistades, a mis admiraciones, a mis ganas de discutir y compartir experiencias artísticas por todo el globo, por varias razones tan importantes como las explicadas. En primer lugar, como ya señalé la semana pasada, el recoger el premio otorgado por el TAC a Salvador Távora, pero es que pude ver “Quejío” de nuevo, con un público variopinto, muchos jóvenes y el espectáculo entró como una ola de sensibilidad y emoción. Funcionó de manera increíble. Las lágrimas cubrían muchos rostros. La ovación fue sacrosanta. Todos muy satisfechos. El director del festival, que por lógica estaba nervioso, no sabía cómo sería recibido un trabajo estrenado originariamente hace 45 años, respiró ilusionado, feliz. Y quienes le habíamos recomendado la experiencia, más.
Como proclamaba orgulloso Javier Martínez, “Varillas”, el director artístico, en esta edición hemos visto una docena larga de espectáculos de primera categoría. En los festivales, normalmente, se ven uno o dos espectáculos muy buenos, varios buenos y muchos regulares. Aquí hemos visto todos entre buenos o muy buenos. Y eso se agradece. El jurado tuvo claro, casi por unanimidad, varios rubros. Hubo alguna discusión en dos, y es que había mucho material excelente para elegir. Como muchos saben tengo larga experiencia en jurados de esta índole. Siempre salgo con la misma sensación: se ha argumentado y votado con libertad y argumentos profundos. El resultado de estos premios no solamente lo asumo, sino que estoy completamente de acuerdo. Si hubiera sido un jurado único, yo mismo, hubiera salido este mismo palmarés, quizás hubiera dudado más, en el espectáculo de sala y hubiera premiado al que quedó a punto, por un voto, de ganar. El que ganó se lo merece. El que hubo podido ganar, también. Y alguno más. Pero coincidió en una edición muy completa.
Por ello satisfacción y aplauso.
Este festival cumple 20 años el año próximo y seguramente darán otro aldabonazo. Además de las obras elegidas para la sección oficial, hay premios para el teatro off, y Estación norte, para los proyectos locales.
Pero además de esto que es vida interna, existe el Festival, para la ciudad, para los ciudadanos. Y ahí, la complejidad metafísica del paseante es saber qué elegir en cada instante. Algo bueno se debía perder, porque se concentra todo lo fuerte en tres días, con las calles, plazas, esquinas repletas de propuestas escénicas de todo formato y calidad. Una magnífica locura.
De todo lo visto, por circunstancias especiales, me sorprendió para muy bien de nuevo Kukai, con “Erritu”, magnífica propuesta que viene a demostrar el crecimiento de esta compañía vasca. Perfecta su gestión artística. Un proyecto de categoría internacional.
Admiro al dramaturgo canadiense-libanés, Wadji Mouawad, pero nunca lo había visto actuar. Llegó con “Seuls”. Una barbaridad. Un espectáculo impresionante. Un actor inconmensurable, con un texto lleno de sabiduría y una puesta en escena auténticamente remarcable. Con la simple presencia de este trabajo ya se justificaría esta edición. Al menos para mí, que tengo la gran suerte de haber visto previamente varios de los magníficos espectáculos presentados.
Gracias a todos. Debatir sobre teatro, sobre todo en el nivel que se logró en ocasiones, me ha dado nuevas energías. He salido de una zona de pasividad inducida por mis cuitas médicas. Una semana sin ver batas blancas, ni maquinaria exploratoria me han devuelto el ánimo.
Seguiremos.