Con buena percha o sin red
Decíamos ayer que existen perchas que soportan cualquier montaje. Pongamos que me refiero Lorca o Shakespeare. Cualquier propuesta que se sustente en estos autores despierta inmediatamente la atención de espectadores y profesionales del ramo. Hay unos cuantos más, y en esta pasada semana hemos disfrutado de dos maneras de acercarse a un “Edipo rey” de Sófocles, dirigido por Declan Donnellan con el Teatrul Naţional Marin Sorescu (Craiova, Rumania) y un “Tío Vania”, realizado por Teatro de la Guindalera con dirección de Juan Pastor. Dos buenas perchas, en el sentido más teatral del término porque son materiales de primera calidad en su textualidad.
En Los Teatros del Canal, la propuesta de Donnellan adquiría un valor que no es fácil discernir el impacto que provocaba en cada espectador que debía permanecer de pie durante toda la representación., Moverse por la Sala Verde convertida en espacio plano, sin nada más que dos puntos con unas mesas. Ir de punta a punta, sentirse rodeando a los actores o rodeado por los mismos. Personajes vestidos de hoy, más o menos, un texto en rumano con sobretitulación, en una versión muy eficaz. Una propuesta totalmente “vintage”, movilizando a los espectadores, pero con una dramaturgia textual sin concesiones. Y una disposición actoral a intervenir como si esos bultos que ocupaban el espacio fueran material importante para convertir la historia, en algo compartido, en algo que afectaba a todos los que estaban en ese momento en esa sala. No me pareció nada sorprendente, forma parte de mi propia memoria teatral, pero me gustó el que se hiciera rompiendo el convencionalismo, y de nuevo la calidad actoral era notable y la obra se seguía de manera clara. Feliz por estar ahí.
Desde otra perspectiva, otra manera de afrontar a un texto canónico, Juan Pastor y su equipo afrontan su “Tío Vania” reverenciando a Chéjov, asumiendo un texto fundamental desde el respeto y el acomodo a los recursos humanos existentes. Todo en orden, todo sucede dentro de una propuesta en la que los personajes se nutren de unos textos sólidos que van configurando su esencialidad, que fluyen desde una organicidad muy retórica, unas interpretaciones medidas, ajustadas, convencionales, conducidas desde la dirección con claridad. Las dimensiones del escenario de la Sala Guirau del Fernán Gómez, no ayudaba a la propuesta, pese a una buena iluminación, esos espacio vacíos en los laterales creaban un aire que disolvía parte de la intensidad, aunque en otros casos ayudaban a una ligereza transitoria. Un trabajo de alto voltaje, digno, marca de la casa, una oferta para entender que existen proyectos que en el tiempo han ido configurando una manera de interpretar y de estar encima de los escenarios. Esta es una manera clara de entender una trayectoria basada en una escuela interpretativa muy bien armada.
Dos espectáculos de diferente entidad de producción se acercan a asuntos de interés general a partir de lo que podría ser la autoficción; o el metateatro. O quizás el discurso interior lanzado al público. En la sala Francisco Nieva se estrenó “Misericordia de Denise Despeyroux, que asume la dirección demás de ser intérprete de sí misma, donde el tema principal, a mi entender, es el exilio, la identidad, la extrañeza, la dificultad de sentir la pertenencia a un lugar o a otro. La autora y directora es lo sustancial, son detalles de su propia vida los que cruzan la dramaturgia, pero añade un tema que atraviesa toda la propuesta, el metateatro, la mención a nombres propios, una suerte de denuncia contradictoria sobre las decisiones programáticas en los teatros institucionales. Para los muy introducidos en el tema, una diversión, para los públicos menos afectados, quizás un extravío de lo realmente importante. La propuesta a nivel formal es muy eficaz y el plantel interpretativo están en una organicidad muy rioplatense. En su conjunto se ofrece un buen espectáculo, con momentos que escapan a toda lógica.
En el polo opuesto en la Sala Tarambana, H.E.R.N.I.A. (Hemos experimentado roturas nauseabundas imposibles de amar) , sin ninguna red de ningún tipo, un espectáculo performativo, actor y actriz que nos cuentan parte de sus circunstancias, incluso de lo que les sucede a sus cuerpos dentro del diagnóstico médico que tiene que ver con su propia actividad artística como consecuencia y como condicionante. Obra muy sentida, con imágenes e ideas de buena entidad que se quedan en apuntes ya que las condiciones, los medios, las circunstancias tangibles y reales que nos cuentan inciden en la propuesta, que tiene una puesta en escena bien elaborada, una iluminación apropiada y su interpretación se acomoda a sus objetivos . Pelean con todos sus medios, logran interesar, si consiguen no perder la ilusión, pueden ir avanzando para asentar sus ideas y colocarse en una situación de sostenibilidad profesional. Cuentan lo que sucede a un porcentaje muy elevado de los artistas que no pueden vivir de lo suyo.
Tengo que relatar dos obras más, una que me pareció intrascendente, “Nuestros actos ocultos”, con una dramaturgia de saltos en el tiempo, un espacio funcional y un reparto de primera magnitud, pero al servicio de un asunto que se va convirtiendo en algo confuso pese a apuntar vías de interés.
La otra es “Nuestros muertos” de Mariano Llorente en la Cuarta Pared, una obra mayor, que espero atacarla críticamente con el máximo respeto, es decir tiempo, análisis reposado y exposición argumental. Adelanto que es una buen obra, bien planteada en sus elementos de contenidos y de forma. Ne es fácil el tema de la reconciliación después de la violencia política.
Como pueden comprobar ha sido una semana bien aprovechada. A veces sucede que todo encaja. Otras se desmantela cualquier idea benéfica de la existencia. Una compañera de la redacción perdió a su madre de repente. Un abrazo a toda su familia.