Y no es coña

Con piel de borrego

La euforia de ver calles repletas de ciudadanía con libros y rosas forma parte de un lunes que mira hacia el martes con esa resaca que provoca el cierre de un número de la revista ARTEZ que estamos a punto de entregar a imprenta. Es el número 251 y nos llena de orgullo y satisfacción poder estar todavía vivos, algo convalecientes como siempre, pero siendo testigos de una eclosión teatral aquí, allí, en muchos puntos que en lo referente a lo que es el reino de España tenemos esa ligera sospecha cínica de que algo tienen que ver las elecciones que ya se huelen, pero que consideramos que cuando se conoce un nivel de producción y exhibición de estas características se supone que ya no va a haber marcha atrás.

Y me refiero especialmente a la calidad, rigor, ambición artística, no a la cantidad. La otra tarde en la cola para entrar a un teatro con Natalia Menéndez comentaba mi sensación de que se habían alineado todos los astros para que se pudiera ver simultáneamente “Coronada y el toro”, “Uz, el pueblo”, «Ramón María del Valle Inclán” entre otras obras en sus teatros y otras obras exclentes en otros teatros y recuerdo el gesto de su cara y su subrayado de “los astros alineados”, que significaba que no, que no hay otra cosa que trabajo, planificación, objetivos cumplidos. Y tiene razón, en todos los ámbitos de la producción teatral, se parte de decisiones de muy atrás, que se van concretando y que, con el mismo esfuerzo, ilusión y profesionalidad salen espectáculos excelentes, buenos, pasables, mediocres o frustrados.

Pero si queda probado que es posible hacer teatro de alta graduación desde las unidades de producción públicas, que arrastran de manera indudable al resto de las programaciones, debería ser obligado que los responsables mantengan esa magnífica tensión creativa, que se indague en esos territorios, que se noten diferencias entre el teatro público y el privado, aunque en este sentido la tendencia es, por suerte o desgracia, a la confusión. Si ustedes se fijan la mayoría de los estrenos en los teatros públicos son coproducciones con empresas privadas, lo que significa que podrán girar sin problemas, dentro del supuesto mercado libre, sin presiones de los sindicatos, pero que debería existir unos reglamentos muy claros para que esta tendencia no sea una contaminación que acabe derivando en una mercantilización nociva para el Teatro de Arte. Y, además, si miran un poco más, se ve que son muy pocas las productoras que acaparan un porcentaje muy elevado de estas coproducciones. Ahí lo dejo.

Por otro lado, además de la producción que es una parte significativa del diagnóstico, se debe señalar que también han concurrido varios espectáculos extranjeros programados que elevan el nivel de manera exuberante. Nos parece que debería medirse mejor los días de programación de estos espectáculos, por el esfuerzo que representan, pero todo indica que los presupuestos influyen de manera muy importante en estas decisiones. Cito, dentro de una decena de buenas visitas, a dos compañías con espectáculos de un nivel superior: La Re-sentida” en el CDN y Les Chiens de Navarra en los Teatros del Canal y debo señalar algo que me hace muy feliz, ambos con una libertad de lenguajes verdaderamente significante y en los dos casos se trata de espectáculos cuyo contenido es deliberada y fantásticamente crítico con ciertas políticas. Teatro que toma partido, en un caso desde la angustia del dolor que sufrió (y sufre) la sociedad chilena y en otro desde la magnífica locura desde la mirada ácrata de una sociedad como la francesa. Teatro muy bueno, con dramaturgias fantásticas, interpretaciones perfectas y puestas en escena desbordantes de hallazgos teatrales.

Dicho lo cual, hay que ponerse la piel de borrego para seguir opinando sin que te señalen demasiado. Hay una eclosión de opinadores, informadores, críticos, jaleadores, comunicadores de los asuntos teatrales que se debe aplaudir. Hay que revisar casi todo para que no nos ahoguemos en la felicidad de los idiotas. O que no se note tanto que seguimos a la manada sin pocas tensiones ni contradicciones.


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