Confesiones reales, conferencias teatrales
En medio de la campaña por las elecciones municipales en Uruguay, cada vez que escucho o leo un discurso , no puedo dejar de pensar en el valor de la palabra, y en los tráficos que no dejan de sucederse, como desde la invisibilidad igual hemos contribuido al continuo desarrollo del lenguaje. Dentro y fuera de la escena. Dentro y fuera de la política. Dentro y fuera de la educación. Dentro y fuera de la cultura. Dentro y fuera de lo social. Dentro y fuera de la economía. El lenguaje no solamente nos habita, nos hace, somos en la medida que lo desarrollamos, el lenguaje nos ha permitido el desarrollo sensible y expresarlo, potenciar los discursos, los planes, las estrategias de un mundo mejorable. Ser, estar, comunicar y ponerlo en práctica. Somos lenguaje.
No puedo dejar de pensar en cómo el mundo real se las ha ingeniado para captar nuestras realidades creadas, tomarlas sin pedir permiso ni pagar derecho de autor , barajar y dar de vuelta.
Hace poco, pude ver por internet, que en un acto de Podemos usaban una versión de la canción Adagio a mi país, de nuestro querido Alfredo Zitarrosa, un músico uruguayo. Él adhirió a la izquierda uruguaya, lo que le valió el exilio en los años de la dictadura(1973-1985), sus canciones estuvieron prohibidas en Uruguay desde el año 1971, y más tarde en Argentina y Chile , durante las dictaduras que gobernaron esos países. Vivió entonces, sucesivamente, en Argentina, España y México, a partir del 9 de febrero de 1976.
Su palabra en la canción pudo salvarlo de los silencios que aterrararon y aterrorizaron Latinoamerica en los 70 y parte de los 80. Hoy la palabra se recupera, rescata y se mueve libre entre los territorios ocupados, y los que nadie ocupará, porque lo rico de las nuevas formas es que ya no tienen necesidad de ser calificadas y clasificadas como ganado. Ya no, las novedades, o no, se liberaron de las etiquetas y no las necesitan, y eso es lo bueno de los que nos mejoran el presente, de las generaciones que dialogan en todos los tiempos, sin prejuicios.
Por eso, liberemos y recordemos que la palabra vive y lucha en los autores, que siguen dando de comer a la humanidad.