Contra-espectáculo
La dialéctica de lo general y lo particular, lo que subyace en los detalles, en las provincias de los territorios integrales que subsisten como Estado-Nación, padeciendo a menudo avasallamientos similares a los que la globalización le ha producido a las viejas soberanías, barriendo igualmente en el plano cultural, las identidades que le son comunes a ciertas manifestaciones artísticas que resisten a las furias hibridantes, evitando que la generalización acalle las demandas irredentas, que un presunto desplazamiento en el eje del paradigma que guía las miradas, pretendería hacernos olvidar. Porque mundos hay en que las reivindicaciones parecieran ser del orden de lo inmemorial, y los vientos des-rostrificantes, antes de imponer sus supuestas bonanzas, deberán escuchar las anamnesis de los pueblos desheredados de su condición de humanos en los albores de la conquista. El no-olvido como estrategia y arma.
La política del despojo sólo puede ser compensada con una restauración. «Ahora habrá un mundo en donde has de olvidarlo todo, los avatares de tu cosmogonía, como los de la historia de tu pueblo». En ese nuevo estadio, ya no tienen sentido tus protestas. Asimila tu diferencia a la síncopa y el ritmo que establece el nuevo orden. Las heridas de los nuevos caídos, será inevitable que se asocien a la de tu viejo dolor.
Tu misma original expresión, pugnará por eruptar en los nuevos mapas. Tus mismos viejos humos, se verán subir al cielo, junto a los otros humos y cenizas de tus congéneres que creías ya perdidos. Siguen por ahí, con sus mismas viejas reivindicaciones a flor de piel. Nada puede con el mapa existencial, con esa pertenencia que se asocia a una herida que aún no se restaña.
Las mareas y arrebatos neoliberales, han llegado con sus lenguas a las mesetas donde las tribus encontraban un momentáneo alivio. Las aguas se han llevado a todos. Desaprendidos, con las soledades en nuevos odres. El océano ha igualado superficies. Los relieves subyacen en las gargantas espirituales, prestas a dar con energía primal, el grito testimonial de no dejar de ser lo que éramos, certificando el que no dejamos de ser lo queremos ser.
Las voces individuales, desancladas de sus raíces, no por ello agotadas sino las voces de un coro atomizado, que reconoce en un tono, en una cadencia, el pulso arcaico imposible de olvidar.
Geopolítica de abortos vivenciales. De bolos indigestos que ninguna vida traga. Diseño cercenante que separa, que desune.
Todos somos indios, entonando el canto ritual de los despojos. Frente a esto, el teatro como sistema atmosférico, traslada umbilicalmente los signos de ancestrales reconocimientos. Si el teatro es el lenguaje, las creaciones puntuales son los dialectos. La riqueza local está, no en ignorar la riqueza del plurilingüismo sino en portar en germen, la clave del secreto en donde germinan los lenguajes. Vive la experiencia donde se configuran los lenguajes y conocerás el secreto de hacer mundos. Que hay muchas maneras de hacerlos, no lo duda nadie. Que en esas distintas maneras hay una experiencia de la hegemonía de unas sobre otras, tampoco. Pero en ello, como en ningún otro lado, es el teatro el que expone el contra-espectáculo como conciencia de lo que es un inequívoco juego de poder.