Contradicciones machistas en los textos clásicos
Hace unos años, un conocido director teatral de alto compromiso politicio, dirigió La fierecilla domada, W. Shakespeare. Ahora que lo pienso y lo analizo me doy cuenta que no percibió la enorme contradicción ideológica de su exposición escénica. Podía hacer discursos en contra del mal capitalista, pero no podía hacer discursos escénicos en contra del machismo.Ahora me pregunto, ¿cómo alguien con profunda crítica social no detecta al machismo como uno de los males del capitalismo? Es más, el machismo, es tan fuerte que ya no hay ideologia que lo contenga o sostenga, tiene su propia supervivencia.
Al día de hoy es una batalla. Al menos bajo mi perspectiva lo es. Los textos no se legitiman solamente por el autor y porque sobreviven, ¿por qué sobreviven?¿Qué hace que uno los siga elegiendo, legitimando, montando? Los valores se revisan, se han revisado, los valores no son eternos, ¿por qué debería serlo un texto dramático que define una postura clara de contexto histórico? Está bien. Es un texto. Y como tal debe respetarse y percibirse. Estamos de acuerdo que la escena contemporánea no es un «texto». Los textos clásicos que adquirieron ese valor, deben ser mirados desde el contexto que los resuelve escénicamente, al lugar que tienen las mujeres en el mundo actual. Los contenidos deben ser coherentes con la postura que adquiere un director. No tiene mucha lógica tener una clara postura ideológica en la vida que se manifiesta a favor de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y luego lo que se elige poner en una tribuna artística sea un despliegue arcaico, caduco, machista, retrógado, misógino, y la platea estudiantil rie y aplaude. ¿Qué significa eso?
¿No hay responsabilidad en las acciones artísticas? ¿No hay estafa moral, espiritual, incoherencia política? No claro, suena desmedido mi pedido, parece un reclamo de venganza. Pero , claro, ¿a quién le importa lo que sucede arriba del escenario? ¿Eso es tan así como queremos creer que es? Cada uno piensa, decide, elige. Cada decisión y cada elección, no importa el tamaño, tendrá consecuencias personales y colectivas. Seguimos educando, sí: educando. Por un lado damos un discurso y por el patio de atrás, cuando los chicos van al teatro, se rien de cómo la muchachita es tonta y el muchacho es el único pensante en el reino de los seres humanos. Seguir resolviendo como si el arte escénico fuera literalmente un mundo paralelo que no coincide jamás con el mundo real de derechos, leyes, y voluntades cambiantes, es una necedad importante.
Están los mundos múltiples dentro de la escena cambiante que también dialoga con el real.
Volviendo a los valores de un clásico teatral. Hagamos este ejercicio.
Si un texto tiene contenido misógino, es machista, y por lo tanto es un atentado contra los valores actuales, por lo tanto no adquiere rango para estar en la categoría de clasico, muere por su propio peso: su contenido de ideología arcaica no se lo permite.O, ¿qué sería un clásico hoy en escena? No estoy hablando literal y únicamente del texto dramático. De las palabras, sino del proceso de: texto a la escena.
Ahora, ¿se revisan los textos bajo esas miradas? Alguien piensa en las nuevas generaciones?Como mujer latinoamericana y teatrista, me siento en la obligacion de hacer estos señalamientos. No se puede, no se debe, seguir legitimando textos dramáticos donde sus contenidos atentan contra los derechos adquridos. Atentan contra las luchas históricas, las revoluciones. Sabemos que es ficción y que el contexto de la teatralidad admite todos los límites, pero existe una responsabilidad que nos obliga a mirar y pensar desde donde y para qué, los por qué y los qué y cómo, nos enmarcan el presente y nuestro rol como ciudadanos en y por la creación en y por la comunidad. Individuo y colectivo. Dialogando.
Propongo otro ejercicio. Hasta hace muy poco una cancha de fútbol era el semillero de las barbaridades más aberrantes: racistas, homofóbicas, machistas.
Hablo de cancha, masas y deporte.
Hoy en día se castiga al jugador que insulta con cualquier adjetivo que connote ofensa. Hasta hace muy poco, ni siquiera era tenido en cuenta: formaba parte de la cultura del deporte. Ya no. Y creo que habla bien de nosotros como sociedad. Un insulto es un insulto: en la cancha, en la clase, en casa, donde sea. No se modifica el concepto por el cambio de contexto.
Son revisiones que la sociedad en su conjunto viene haciendo. Saludables revisiones.