Convertirse en espectador
Durante el último mes me he re-encontrado con mi rol de espectadora teatral. He ido a ver el trabajo de colegas y, sobre todo, el de estudiantes. Debo confesar que me he llevado buenas sensaciones, a pesar de que el regreso a los escenarios está siendo difícil para los implicados en el hecho teatral, es decir, para los actuantes y para los espectadores. En parte, porque no todos los teatros han abierto sus puertas y porque tampoco están funcionado en su máxima capacidad, pero también porque el aislamiento social, la soledad, el individualismo, ha generado estragos en unos y en otros, y seguramente en los procesos de creación y comunicación. Y por otra, porque una gran parte de los espectadores no se ha animado a regresar al convivio teatral, a pesar de que hay otra que sí está asistiendo a las representaciones sin dudar. En mi caso, las dudas son cada vez menos.
El trabajo de los creadores teatrales en formación es el que más satisfacciones me ha traído, porque ellos encarnan el impulso de la vida que se va abriendo camino, a pesar de los obstáculos. Los jóvenes transpiran por los poros la adrenalina y el placer que produce pararse en las tablas a construir una relación con el público, así como el vértigo de comprobar que lo que han aprendido sirve para algo. Ojalá. Al menos es lo que uno, como profesor, espera… Pero vaya a saber usted.
Ellos están tomando riesgos, están probando cosas, lo están haciendo en serio. Y solos, absolutamente independizados de los mayores y de las instituciones en las que se han formado. Es como si quisieran afirmar que el hecho escénico, que el teatro, es el camino. Su camino. Y presenciar ese acontecimiento me parece bello. Me alegra profundamente. Incluso está sensación se parece al orgullo maternal, bueno a lo que me imagino que debe ser eso, porque vaya a saber usted.
En ellos está emergiendo de una manera natural, tan natural que parece obvio, el espíritu solidario, la necesidad de cooperar asistiendo a los trabajos de los pares, publicitándolo, difundiéndolo, acompañando con sus presencias los espectáculos de los otros. Es como si hubieran empezado a comprender que el teatro también es un tejido social, que se urde entre diferentes roles y personas, y ese carácter colectivo es lo que le da su especificidad. En el teatro el otro importa, creo que esa sería una de las cosas que sabe el teatro.
Es como si por fin hubieran entendido que ser actuantes no es suficiente, ser directores no es suficiente, ser dramaturgos, no es suficiente. Nada de eso tiene sentido, si uno no ha sido capaz de convertirse en espectador.
Domingo 31 de octubre de 2021