Críticas de espectáculos

COSTUMBRISMO?

¿COSTUMBRISMO?

Los que llevamos bastantes años en la profesión teatral hemos observado que las compañías , coincidiendo en muchos casos, pasamos fundamentalmente por dos etapas. La primera es la de «teatro del cuerpo». En esta etapa el trabajo actoral es la propuesta fundamental: su cuerpo, su voz, su forma de jugar con los textos. Son importantes la danza, la acrobacia, e incluso las técnicas marciales en algunos casos. El texto es un color más de la propuesta, es su musicalidad, es las sensaciones que provoca. En esta etapa, nuestra actitud teatral, de alguna manera, ha estado contra el «teatro de texto» y por tanto contra los «ismos», como realismo, naturalismo, costumbrismo… y nuestra actitud, nuestra vida, nuestro teatro, nuestras ideas eran un todo inseparable. La pasión , maravillosa, nos ha hecho detestar todo lo que no estuviera cercano a esa visión, me atrevería a decir, de la vida. Pero inevitablemente, como Saulos cayendo del caballo, nos encontramos con el texto. De diferentes maneras, pero en ese momento se nos aparecen los textos, los autores, sus discursos. Así en esta segunda etapa nuestro teatro empieza a ser menos dinámico tal vez, más intelectual quizás, más introspectivo. Según las diferentes trayectorias nos sentimos atraídos hacia unos autores más que otros, pero cada vez más sentimos que nos abrimos a la idea de probar y conocer diferentes mundos discursivos, que no son otros que los que los autores nos plantean y que nosotros queremos hacer llegar hasta el público. En esta etapa los «ismos» adquieren otro valor, porque cada texto requiere un tratamiento único. Se busca la coherencia del discurso del autor con el lenguaje escénico y nos enfrentamos a dos propuestas o modos de encarar el escenario: el expresionismo y el impresionismo. En ellas se podrían desplegar bastantes de las variantes de los diferentes «ismos» teatrales. En general lo que más encontramos en el campo escénico es el expresionismo, que es muy «teatral». Y adentrándonos en él nos encontramos con el costumbrismo, que es una foto fija, una estampa de un tiempo y lugar determinados. Ultimamente, uno de los grupos argentinos que nos visitaron recientemente El rayo misterioso nos presentó un espectáculo RAM que era costumbrismo en estado puro. Una foto fija, una estampa de la Argentina actual vista con ojos severos y críticos por sus autores. Menciono esta compañía porque es precísamente en su sede de Rosario donde se discutieron en diferentes mesas redondas estas cuestiones. Cuando ves un trabajo como RAM es cuando con mayor claridad empiezas a superar muchos de los prejuicios que has ido arrastrando hacia determinados discursos formales. Porque es bastante común hablar de ‘costumbrismo’ de manera peyorativa, cosa que es un simple prejuicio. Como el de pensar que los «ismos» tienen que ver con la recitación o manera de decir los textos, ya que éstos a veces están latentes, como en el caso de RAM. Mientras que en el lado impresionista nos encontramos con una manera de proponer escénica más cerca quizás del discurso de la danza contemporánea. Ultimamente nos encontramos bastante a menudo con textos impresionistas. Mujeres al rojo vivo de Edurne Rodríguez está escrito así y su autora en su momento lo propuso como teatro-danza. El impresionismo, a diferencia del costumbrismo no fija nada, todo circula sin posibilidad de ser aferrado, el tiempo, la muerte está siempre presente en dialéctica con lo que desea perdurar, o sea la vida. Es el eco, es lo fugaz. Los impresionistas plásticos enloquecían corriendo tras la luz. No es la foto fija en el tiempo, es el tiempo que nos arrastra, son las lágrimas de Heráclito. Es el viento que sopla continuamente sobre las cosas. Es la huella de Tapies. La sensación es de espectáculos livianos, son las esculturas filiformes de Giacometti, y el escenario es una caja metafísica, un lugar que se desocupa continuamente. Es la poesía de Celaya, que Edurne pone como introducción a su «Mujeres…»: «Aparecer y gritar, ser deslumbrante un momento, quemarse en el entusiasmo y luego escuchar el eco.»
Con estas líneas quiero aportar mi granito de arena a la discusión que unos cuantos profesionales del teatro estamos debatiendo últimamente. ¿Tú qué opinas?

Maite Agirre


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