Criminal/Javier Daulte/Las 4 esquinas
Una mirada burlona al psicoanálisis
«Criminal», es una ingeniosa comedia melodramática representada con éxito en múltiples ocasiones desde la década del noventa. Está escrita por Javier Daulte, autor argentino -que ocupa un lugar singular dentro del llamado «teatro de desintegración»- cuyas producciones dramáticas se caracterizan por el irónico y sutil tratamiento de las relaciones entre sus personajes (muy al estilo de Woody Allen), siempre tensionados entre lo sentimental-melodramático y una lógica del deseo en sus acciones que los lleva a cometer actos perversos o nobles pero siempre terribles. «Criminal», es una de sus primeras obras, planteada como un thriller psicológico que aborda el engaño, la pasión y la locura criminal entre dos médicos psicoanalistas y un matrimonio. Una pieza considerada ya un clásico contemporáneo, que la compañía extremeña Las 4 Esquinas ha rescatado recreándola acertadamente.
El texto, perfectamente armado por un juego entre lo real y lo aparente que redunda en una concepción relativista, cuenta las vivencias de los dos médicos y del matrimonio -que son sus pacientes por separado-, sometidos a un delirante juego de intrigas desde el comienzo de la historia, cuando el psicoanalista de la esposa visita al psicoanalista del esposo para evitar que se cometa un crimen. La trama se desarrolla como un crucigrama, utilizando el recurso del «flash-back» con cambios en la acción que van –en clave de ácido humor- de sorpresa en sorpresa, modificando constantemente el rumbo del asunto (sobre todo porque se invierten los roles de manipulado-manipulador) y conformando un gran enredo de vínculos sentimentales en las conflictivas relaciones de los 4 personajes, que hacen transitar a la pieza por la vía del suspense.
La puesta en escena de Concha Rodríguez es divertida y dinámica. Acaso la mejor que ha realizado hasta el momento. Capta muy bien la propuesta de Daulte, esa crítica burlona al psicoanálisis basándose en el propio psicoanálisis, que brinda al espectador como una gozosa terapia. La directora extremeña, experta autora de comedias, encara de forma caricaturesca los juegos de poder y de puros deseos buscando reforzar el relativismo en cada uno de los personajes, manejando perfectamente las situaciones y esas atmósferas enrarecidas con las que llena de suspense la sala (el público cree saber lo que pasa, pero nunca está seguro), donde no hay un solo instante en el que el interés decaiga. Ayuda a resolver el montaje una escenografía minimalista bien enfocada –de Diego Ramos-, con tres ámbitos muy marcados en simetrías y niveles.
A la interpretación de los 4 actores no se le puede pedir más, es óptima. Saben transmitir, en todo momento, el humor inteligente de la pieza que pasa por una desbocada panoplia de situaciones (nervios, excitación, llanto, locura…). Elena Sánchez (Diana), se luce cómicamente en su papel -de atractiva, frívola, manipuladora y temible esposa- con un hechizante juego de recursos expresivos. Esteban G. Ballesteros (Carlos), lleno de matices y giros -donde se esconde alguna pasión no confesa- borda a ese marido intrincado y sorprendente, conduciendo al público continuamente entre risas. Domingo Cruz (psicoanalista de ella), da cuerda a la función provocando mucha carambola hilarante y está genial junto a su paciente en una escena en la que ella se abalanza a él con intenciones eróticas al enterarse de que su marido ya no le era fiel. Y Fermín Núñez (psicoanalista de él), actúa con la agitación que requiere su rol, pero con no menos jocosidad –tiene la ocasión de provocarla hasta como fiambre- completando ese juego de deseos, mezquindades, engaños y verdades que se revelan y que se ocultan a cada momento.