Crónica de la Muestra de las Artes Escénicas de Extremadura 2009
Ejemplar carácter participativo del teatro extremeño
El pasado año la recuperación de la Muestra -un servicio cultural público centrado en el objetivo de presentar sobre un espacio, para su posible divulgación, las últimas producciones de compañías profesionalizadas (algunas no muy conocidas pero que cuentan con cierta infraestructura)- resultó un evento muy significativo en las emprendidas relaciones entre la Administración y la gente de las Artes Escénicas de Extremadura, sobre todo porque permitió tomar el pulso al conjunto de la actividad escénica y de contemplar una serie de horizontes teatrales. Sin velos y espejismos.
Este año, la Muestra, como puente valioso de los creadores para normalizar la profesión y la situación teatral, optimizó su organización llevando a cabo algunas de las soluciones propuestas en la edición anterior. Hubo mayor implicación de la política cultural de la Consejería de Cultura y Turismo -a través del CEMART, que dirige Damián Beneyto- aumentando la programación a tres días de duración (el año pasado fue de dos), aumentando la cantidad de espectáculos y variedad de géneros teatrales que se ofrecieron a los potenciales clientes y a los espectadores, y aumentando interesantes charlas y debates -con más participación de artistas y programadores extremeños- sobre la profesionalidad del actor y las redes de distribución de espectáculos, actividades que bien aprovechadas constituyen un firme camino para una labor positiva (las conclusiones serán presentadas en las reuniones del Plan Director de las Artes Escénicas).
Además, fue el escenario escogido para la presentación a los artistas profesionales de la recién estrenada Escuela de Arte Dramático, un objetivo cumplido por la Consejería (como réplica a la oportuna manifestación en la anterior Muestra, en la puerta del Gran Teatro, de los alumnos de la Escuela).
Y más allá de estimular nuevos rumbos para los espectáculos y sus repercusiones mercantiles, importa destacar el ejemplar carácter participativo, lúdico y cordial que sus organizadores han sabido imprimir a la Muestra. Cáceres fue durante estos días territorio para la representación y el diálogo, en el que autoridades culturales, artistas, programadores y espectadores compartieron un mismo destino. El teatro extremeño se adueñó de la ciudad, tomó posesión de su espíritu, y ambos vagaron sabiéndose espejos uno del otro.
De los espectáculos presentados -una selección de 12- se apreció un gran esfuerzo de las compañías extremeñas por ofrecer calidad. Sin embargo pocas lograron un nivel excelso. Destacaron “Para bellum” de La Estampa Teatro y “En casa en el zoo” de Arán Dramática/Rechipé Teatro, excelentes espectáculos de distintos géneros (que ya comenté en esta sección de ARTEZ-BLAI). También “El ángel de la luz” por Al Suroeste Teatro, obra de Miguel Murillo sobre un hecho de la Guerra Civil, que ha superado con el rodaje el frustrado estreno en Badajoz, logrando en esta Muestra una de las funciones más bellas.
El espectáculo más aplaudido fue“Pasando revista”, por Rodetacón Teatro. Otro texto de Murillo que retrata el lado humano, sentimental, de los vejados artistas de las revistas inanes del franquismo. El autor ha servido a la obra (de encargo) con toda delicadeza. Propicia mesura exquisita en la justificación de cuanto en otras manos hubiera resbalado hacia lo reaccionario. Y ha suscrito un contrato estético con el productor Parejo y el director Paco Carrillo. De tal sociedad aparece una puesta en escena digna de todo elogio. Hay tanto encantamiento escénico que apenas nos damos cuenta de cierta ñoñez del tema. Se ve o se adivina la tramoya. Eso permite disfrutar más en el contenido de sus personajes, amparados y seguros (en el público), por la magia que la función destila en la feliz ilustración musical (en la que brillan la presencia escénica de Paqui Velardie, Bely Cienfuegos, Esteban G. Ballesteros y Cándido Gómez).
Lo mejor de la danza fue “Séinabu”, por La mona del Húngaro, un relato de mujeres ambientado en los ritos festivos africanos, donde el conjunto de bailarinas -con inusitada fuerza expresiva en sus movimientos y gestos- forma un bloque compacto de precisión rítmica y luminosidad corporal (titilando con luz propia su directora-actriz-bailarina Cristina Rosa).
El resto de espectáculos gozaron asimismo de la favorable aceptación del público, pero sus montajes se quedan a medio camino de sus posibilidades estéticas.