Crónica de un reencuentro anunciado
Escribo desde Buenos Aires, a unas horas de emprender el regreso a Madrid y cuando la ciudadanía argentina está ejerciendo su derecho a voto para elegir entre Milei y Massa. El ambiente está recargado. La incertidumbre es grande. La polarización absoluta. He estado desde el día 10 en Rosario y Buenos Aires He visto cinco obras de teatro, he realizado en directo una entrevista a Aldo Al-Jatib, director del Rayo Misterioso tras presenciar su espectáculo, “BuenosDíasSeñoritaLelia, cómo podemos evitar que un niño se con vierta en un monstruo”, un buen espectáculo dentro de la estética y funcionamiento biomecánico del grupo que se acerca a la educación de hace unos años para mostrar los peligros que acarrea cuando se utilizan desde los enseñantes conceptos autoritarios.
He tenido una sesión de asesoramiento a un proyecto unipersonal muy especial; he dado un taller de crítica teatral que resultó ser muy fecundo; he escuchado una conferencia-demostración del Rayo Misterioso y he dado una conferencia exprés sobre lo que entiendo está sucediendo actualmente en el Teatro en España. Todo ello dentro del programa “Derivas Teatrales” en su cuarta edición que homenajeaba al Rayo a la vez que celebraba los treinta años de funcionamiento de este edifico cultural de protección española que preside una parte muy concurrida de la ciudad.
Al relatarlo comprendo que ha sido una suerte, que la invitación del Centro Cultural Puerto de España de Rosario ha servido para que se produzca el reencuentro con viejos amigos y admirados teatristas, que ha propiciado la casualidad de cruzarme en Rosario con Alicia Soto, con la que tuvimos la oportunidad de recordarnos viejas batallitas y de hablar de la situación actual de las políticas teatrales en España. Tuve la suerte de asistir a una reunión de directoras de festivales de Rosario y de entender que viajando se aprende sobre lo que se ve y sobre lo que se deja en casa, que sirve para aquilatar la opinión sobre las realidades que nos encontramos y que nos conforman opiniones más ajustadas a las realidades socio económicas de las poblaciones. O sea, la falta de políticas culturales actuales y muy específicamente sobre las Artes Escénicas.
Escribo a punto de tener un comida fraternal con mi anfitriona Beatriz Iacoviello, Eugenio Barba y Julia Varley. Llevamos Eugenio y Julia y un servidor. juntándonos cada semana desde hace tres en Sevilla, Madrid y ahora Buenos Aires. Cosas que suceden cuando uno se mueve siempre iluminado por el sol teatral. Unos encuentros que siempre versan sobre lo fundamental, los proyectos teatrales, en mi caso los editoriales, comprender mejor a un gran artista y un hombre que tiene un legado intelectual para dignificar la profesión teatral a base de experiencias vividas y de libros luminosos. La teoría realizada tras la práctica, un ejercicio constante de formación.
Asuntos importantes: En los teatros argentinos a los que he asistido me he encontrado con una magnífica realidad: tres y cuatro generaciones coincidiendo en las plateas contemplando obras de distinto calado estético, social y teatral. Algo que no deja de enamorarme. Insisto en que, en muchas ocasiones en los teatros institucionales madrileños, y de otros lugares, me siento el más joven de la sala. y, además, en estas circunstancias de tensión política, de polarización bastante exagerada, ver las salas llenas, me reconforta con ese secreto bonaerense de que siga siendo el Teatro una seña de identidad más allá de cualquier coyuntura.
Gracias a Jorge Dubatti pudimos ver “Lo que el río hace” con texto, dirección e interpretación de María y Paula Marull, las dos gemelas que logran contar un historia que yo calificaría de neocostumbrismo, con tanta sabiduría y delicadeza que acaba siendo una obra donde la dialéctica en ciudad y campo, entre lo urbano y lo rural se va desgranando en medio de unos textos muy bien estructurados y unas interpretaciones realmente potentes, aunque en principio uno se enfrente a dos problemas o prejuicios, una estética muy de comedia ligera y el uso de micrófonos. Al poco uno se olvida y se entrega a la peripecia de esa mujer atribulada que encuentra en el río de su pueblo la paz, el consuelo, la explicación a algunas de sus tribulaciones. Sala llena un jueves, y respuesta entusiasta de los públicos, en este caso en su mayoría mujeres.
Por la intermediación de Débora Staiff, vinos, también a sala llena, “Los Tiempos” de Federico León, que con fragmentos de sus obras anteriores ha confeccionado una nueva propuesta donde se destaca la facilidad narrativa para ir de una a otra referencia logrando una unidad. Hay momentos delirantes, todo presidido por una mirada cáustica a una realidad que cuesta desentrañar con las herramientas de la razón pura y es necesario aplicar delirios y dosis de absurdo para acercarse al imaginario colectivo. Veintiuna persona en escena, con el propio Federico interpretando uno de los personajes de unión, para lograr una hora de intensidad teatral destacable. Teatro a la enésima potencia.
He visto dos espectáculos más, uno en Rosario “Maricón” que incide en la denuncia de la discriminación y acoso sufridos por el actor-bailarín que lo interpreta por su condición de homosexual, pero pese a estar cagado de emociones, cuesta recepcionarlo más allá de la confesión al no existir demasiados momentos en el espectáculo que sobrepase el dolor mostrado.
En la sala pequeña del Teatro Nacional Cervantes asistimos a una representación de “Aurora trabaja” de Mariana de la Mata con dirección de Leonor Manso que se nos quedó en un estadio de falta de concreción en todos los niveles. Me pareció que existía inmadurez y hasta en algunos pasajes desatino en todos los elementos.
En resumen, vuelvo con la mochila cargada de magníficas sensaciones, de reencuentros con unas ciudades en las que siempre me siento magníficamente acogido y que esperamos la nueva presidencia de la República sirva para reconstruir los quebrantos sociales y económicos existentes, porque eso repercutirá en que el Teatro siga siendo un acto social y cultural cohesionador y a la vez artístico con mucha más eficacia y capacidad de producción.