¿Cuál incertidumbre?
Por estos días en este mal tratado continente sud americano, existe un pueblo sufriendo en demasía. La vida es un equilibrio entre la felicidad y el sufrimiento, pero desde hace ya más de lo humanamente soportable, el pueblo venezolano está en el lado más deprimente de la balanza.
Este comentario no tiene que ver con política partidista, no tiene que ver con izquierdas y derechas, no tiene que ver con colores ni ideologías, simplemente es una constatación de la ambición humana y de cómo el fondo siempre ha sido y seguirá siendo el mismo, aunque la forma cambie.
“Lindo país del lado sub desarrollado del mundo, con un paraíso ad portas busca dictador por derrocar para luego derrocarlo y apropiarse de sus riquezas en nombre de la democracia mundial”.
Pareciera ser el anuncio publicado por una súper potencia para preparar un terreno propicio a sus intereses de apropiación.
¿Sí o no?
¿Cuál es el misterio?
Hubo un tiempo en que Venezuela era un país en el cual era deseable vivir, sobre todo porque su riqueza le aseguraba un lugar de cierto privilegio en el sistema global.
¿Entonces qué pasó?
Simple; ambición, esa ambición humana capaz de destruir en nombre de un interés personal antes que de construir por el bien común.
Los grandes protectores de la democracia mundial, esos que se auto denominan defensores de la misma, son eficaces, eficaces en proteger sus propios intereses sin evaluar los efectos secundarios o como diría un militar de carrera, los daños colaterales a la población civil. La teóricamente mejor democracia del mundo, dicho solamente por ellos mismos, es relativamente buena, pero lamentablemente restringida a sus fronteras en eterna expansión, si no material, al menos ideológicamente hablando. Mac Donald´s nos tiene obesos y esa democracia nos mantiene ingenuamente felices hasta que de alguna manera sus intereses son vulnerados o hasta que se avizore una forma de ser aún más poderoso, ellos por supuesto.
¿Qué hace un conductor de transporte público como presidente de un país?
No quiero que se me mal entienda como un clasista, pero creo que existe una enorme diferencia entre conducir un país y un autobús.
La política no solo es imponer, sino que saber negociar, incluso con el opositor para lograr el objetivo, nunca al 100%, pero con un 80% ya sería todo un éxito.
El títere está a punto de caer, esperemos que no salga de su fantasía gubernamental con los pies por delante. Para una tranquilidad social, el pueblo necesita saber que los errores involuntarios e incluso aquellas decisiones hechas con la ley del embudo, deben ser sancionadas para que no se repitan, aunque todos sabemos que se repetirán, quizás no en Venezuela, quizás no en este continente. África también ha demostrado ser terreno fértil para sembrar dictadores a quienes derrocar.
Aunque algunos jueguen con nuestras vidas, queremos creer que no somos el juguete de nadie, aunque estemos en el patio trasero del mundo.
Los días de inestabilidad están a punto de colapsar, lo que trae incertidumbre sobre el destino de Venezuela.
¿Cuál incertidumbre?
Todos sabemos quién y cómo va a ganar al final de este juego de poder que no divierte a nadie. Perdón; son pocos, pero si se divierten de sobre manera con la desgracia ajena en pos de un poder enfermizo sobre los destinos del planeta.