Cuando amanezca más tarde
Crónica de una incertidumbre. Escribir con mucho desajuste horario, a pocas horas de tomar un avión que te devuelva a Europa, es una sensación de cruce de fronteras invisibles debido a la acumulación de impulsos que inspiran de forma inmaterial la necesidad del asunto a tratar. Salir de un Festival Internacional en Miami dedicado a la producción teatral hispánico que celebra su trigésima octava edición, implica de manera irremediable situarse en un campo de pensamiento, debate, circunscripción y calidades que acaba contaminando todo lo otro que llega de forma incesante a su radar.
Por poner un ejemplo, vuelvo con un magnífico exceso de equipaje, el sólido premio que el festival otorgó a Juan Margallo y Petra Martínez por una Vida Dedicada al Teatro y que no pudieron ir a recogerlo, por lo que en cuanto arreglemos la cita se lo entregaré en Madrid. Nadie puede hacerse ni idea lo que significa este acto de representación básica con esta pareja con la que me une una insuperable admiración desde aquella Castañuela 70. Al tener que mirar hacia atrás y cruzando circunstancias y biografías, conviene recordar que Juan Margallo fue el primer director del FIT de Cádiz y que mantuvo ese liderazgo durante siete años. Y tirando de este hilo llegamos a recordar todas las magníficas iniciativas emprendidos por Juan y Petra formando grupos y compañías y proponiendo espectáculos de autores como Luis Matilla o Alfonso Sastre, cuya obra “La Sangre y la ceniza”, cuando estuvieron representándola en la Sala Villarroel de Barcelona sufrió el ataque de la extrema derecha en forma de bomba, asunto que me tocó muy de cerca porque la siguiente función estuve en la entrada controlando a los públicos que, con una magnífica actitud cívica solidaria acudían a verla. Todavía me viene el sabor del miedo a la memoria.
Pasar unos días en Miami para asistir al estreno de la última producción de Teatro Avante, “Disonancia” de Abel González Melo, que es el dramaturgo con el que llevan varios años colaborando y que observadas las obras propuestas se puede asegurar que es una manera clara y evidente de retratar una esencia de las maneras de ser cubano en estos tiempos, desde un estado moral, emocional, política y ética, que en este caso plantea un asunto muy concreto que en el debate posterior a su estreno quedó claro que era algo que interpelaba de manea directa a quienes intervinieron que calificaban la obra como necesaria ya que con una estructura dramatúrgica que intercala dos tiempos y los mismos personajes, describen los abusos que los regímenes totalitarios van incorporando al desarrollo de las personas, condicionándolas de manera imborrable. De su oportunidad nadie puede dudar, de su importancia en esta Miami que va recibiendo de manera constante flujos de personas que huyen de regímenes latinoamericanos que están viviendo momentos difíciles, por decirlo de manera neutra, es clara. Otra cosa es que su plasmación escénica, sea la más eficaz, aunque es obvio que se trata de volcar el texto en escena con el mínimo de interferencias para que se pueda crear en cada espectador la duda sobre si ese personaje que fue dirigente y activista muy dura en todo el desarrollo de la revolución durante años es merecedora de la visa de entrada a USA. Se preguntó de manera directa en el debate, y se levantaron las manos afirmativas de manera mayoritaria entre los asistentes.
Pero en esta ciudad que crece de una manera que parece muy poco amable, existe una vida teatral más allá de este Festival y acabamos descubriendo nociones que nos colocan ante una realidad narrada por gente profesional residente, con amplias carreras en sus países de origen que nos informa sobre las dudas que tienen hablando de próximas producciones sobre cómo poder llegar a los dos comunidades lingüísticas dominantes, la que habla castellano y la que habla inglés. Existe un bilingüismo fáctico, pero el porcentaje de cocimiento de ambos idiomas es variable y en el momento de analizar las posibilidades de la sostenibilidad de los proyectos, se plantean la manera más operativa para que puedan llegar a ambas comunidades. Y en esa charla informal donde nos metemos a escuchar, descubrimos que alguien dice taxativamente y es corroborada su idea por las otras partes allí presentes, que los públicos latinos están fragmentados de manera que los colombianos solamente van a ver teatro colombiano, los venezolanos, a venezolanos, los cubanos a cubanos y solamente las producciones argentinas reciben públicos más amplios. Da que pensar. Porque se trata de unas obras y producciones que por todas esas circunstancias se deberían colocar en lo semi-profesional, es decir actores, actrices, equipos artísticos de larga solvencia, pero que no puede vivir del teatro. Algo que es extensible a muchos lugares de la Tierra, pero que debe entrar siempre en el análisis de la realidad teatral de los países, los lugares, las compañías y las salas y teatros y las medidas que desde las instituciones concurrentes se toman para paliar estos déficits.
Por todo esto comprenderán ustedes que, si uno está en el lugar adecuado, con la gente apropiada, puede aprender sobre lo que, mirando simplemente con los ojos de un recién llegado en tránsito, nunca podría alcanzar a descubrir estos matices. En esta ocasión ha sido, de nuevo, un reencuentro con viejos amigos, en algún caso que mantenemos contacto más habitual, en otros anual, siempre en torno a la misma vocación. Lo curioso es que al existir un cambio en la dirección del mencionado FIT de Cádiz, con unos cuantos de los que aquí hemos estado arreglando el mundo teatral, y otros mundos, nos hemos citado para más adelante, para cuando amanezca más tarde, es decir en el otoño en Cádiz para seguir arreglando, sin coste añadido alguno, todos los mundos a base de discusiones obcecadas en algún caso, o con la ingenuidad del que todavía confía en la capacidad del Teatro para intervenir en las realidades sociales y políticas de los pueblos, de las gentes, a partir de sus poéticas. Allí estaremos, al menos un ratito, porque los meses de octubre deberían tener cien días o nosotros capacidad cuántica para estar en dos o tres sitios a la vez, para atender a tantos festivales, encuentros y eventos de importancia similar que nos acechan.