Cuando la Vida dice Adiós
Llevaba varios días tomando notas para celebrar la Vida y por ende el Teatro ya que puede ser que nos vayamos acercando a un ejercicio del mismo limitado, pero que empiece a abrir algunas posibilidades dentro de las estrecheces que la situación nos deja, y debo empezar acercándome a dos muertes, una inesperada, repentina, de esas que te deja con la agenda marcada. Javier Brun, un catalán con mucha retranca, instalado en Huesca que era una suerte de gran oráculo debido a su dedicación a la gestión cultural sin ningún tipo de complejo y que ha estado al frente, detrás, al lado, de eventos y propuestas que a lo largo de las últimas décadas han tenido un significado muy importante en Huesca, Aragón y el conjunto de comunidades del Estado español, así como su vocación transfronteriza de primera línea y de gran eficacia. Así, un rayo le partió el miocardio. De repente, en una tarde de domingo, en su casa, rodeado de los suyos. Adeu. Quedan desconsolados familiares, amigos y profesionales, con los que nos solidarizamos.
La otra desaparición fue el día 15, en Polonia, la gran artista, pintora, actriz, María Stangret, mujer durante muchos años de Tadeusz Kantor, que ha muerto a la edad de noventa años. La traté en 1981, cuando trajimos a Cricot2 al festival de Vitoria-Gasteiz, que en esa ocasión coordinaba dentro de la Cooperativa Denok, con aquella maravilla titulada “Wielopole, Wielopole”. Ella era muy reservada. Kantor era una figura indiscutible, un líder. Pero la vida me llevó hace unos pocos años a ir a conocer la Fundación Tadeusz Kantor, en Cracovia, y conocí la casa donde residieron, tomé té en la cocina donde la pareja vivió muchas temporadas, estuve bajo el original de la silla gigantesca, un icono kantoriano, las paredes de aquella casa estaban pintadas por María, conocí la nueva Cricoteca, y resultó que el presidente de esa fundación, con el que entablé amistad, Lech Stangret, era sobrino de María, había estado actuando en Vitoria y al ser licenciado en historia del arte era el que certificaba las obras, los cuadros de Tadeusz Kantor, que en Polonia y el mundo del arte plástico es mucho más reconocido como pintor que como creador teatral. Desde entonces recibo publicaciones, mantengo correspondencia cotidiana con la Fundación. Y hace dos años, lo visitamos junto a Antuñano y Garzón, en Varsovia, en la galería que regenta. Me iba diciendo que María estaba bien, en una residencia muy bien atendida y fui conociendo la auténtica valía de esa gran artista y la influencia que tuvo en todo el Teatro y la estética de Kantor. Nos ha dejado, queda su obra. Que es muy importante.
Hay veces que los obituarios ayudan a resetearse, y en este caso, tanto uno como otro, me implen a mantenerme fiel a mis principios, ya que otra muerte, de un político, en términos mayores, se ha cruzado esta semana pasada, Julio Anguita, al que tuve el placer de tratar en diversas ocasiones en dos momentos. El primero cuando en 1993 con Teatro Gasteiz hicimos “Pasionaria; no pasarán”, un texto de Ignacio Amestoy que puso en pie Salvador Távora y que Julio nos visitó en ensayos, estrenos y actos paralelos, junto a otros camaradas. Posteriormente en la Feria de Castilla y León, en Ciudad Rodrigo, aparecía porque su compañera era de allí y pasaban algunos días de las vacaciones agosteñas y cuando lo veía, charlaba en alguna de las terrazas largas horas, especialmente de asuntos de política.
Pues decía al principio que quería hablar de la Vida, porque es ella la que debe prevalecer por encima del ocio y del negocio. Es lógica la angustia acumulada, la desesperación incluso de muchas personas en los distintos gremios y grados de la cadena de valor de las artes escénicas, pero ahora, más que nunca, debemos apelar a la calma, a los principios, a la toma de postura y de decisiones que ayuden a salir del atolladero pero con visión de estabilizar, no de ampararse en unas urgencias, aparentemente lógicas, pero que en unos pocos meses o semanas, nos coloquen de nuevo en el disparadero de lo difícil de gestionar.
Una cosa es predicar y otra dar mies, pero por la parte que nos toca, en ARTEZ, www.artezblai.com, la edición de libros y la Librería Yorick, notamos como una presión para ir a una velocidad que no podemos, porque abrir una librería es hacer una actividad mercantil que se debe relanzar y no sabemos cómo solucionar asuntos que dependen de los otros, de quienes tengan que venir a buscar los libros y si esa actividad será suficiente como para no caer en otro abismo económico, del que intentamos salir con un crédito, no una ayuda, sino un crédito, que es otra cosa muy distinta.
La revista de papel saldrá cuando haya algo de lo que informar, y publicidad para su sostenimiento, ya que no recibimos ayuda de ningún tipo. Ninguno. Vamos a intentar hablar con los responsables ministeriales o del INAEM o de otros lugares para que no se haga la discriminación vengativa que se ha llevado a cabo con nuestra revista desde unidades de producción y festivales pagados en su inmensa mayoría por el INAEM. Vamos a intentar solicitar a todos los que nos leen un esfuerzo, algo simbólico pero que nos ayude a mantenernos hasta que escampe. Y si debemos desaparecer, lo haremos con la idea del deber cumplido hasta este momento, muy cercano a cumplir con nuestros objetivos básicos, informar, pensar, reflexionar, aportar libros de pensamiento y teoría, además de práctica, textos dramáticos de autoras y dramaturgos que empezaban y que hoy son parte de la realidad más oficial.
No tenemos mala hoja de servicio. Aunque eso es lo que menos importa, ahora cuenta mucho más la docilidad y decir que todo lo que hacen los que lo manejan todo está muy bien. Intentaremos resistir con nuestra actitud crítica mínima imprescindible. Aunque sólo sea para no renunciar a los principios básicos.