Cuando los ministros hablan
Estoy en Santiago de Chile, ayer domingo terminó Platea 17, perteneciente a Santiago a Mil que celebró su vigésima cuarta edición y continúo en el Santiago Off que va por su sexta edición. Tiempo caluroso, en los alrededores de la capital incendios forestales que están causando graves catástrofes y que se manifiestan en Santiago con una neblina atípica. En este paisaje el teatro sigue siendo vigoroso, tanto por su expresión propia como por su relevancia social. Una ciudad en crecimiento, unas programaciones que siguen demostrando unas constantes que ya hemos repetido. El teatro chileno sigue en una temática casi exclusiva: Chile y su pasado, aunque ya muchos se plantean su futuro. Es una constatación, no una crítica. Analizamos esta circunstancia positivamente, aunque detectamos, quizás subjetivamente, signos de agotamiento o de estar en un bucle que no nos aporta muchas variantes. Como si estuviéramos a punto de cerrar un ciclo.
De los espectáculos presenciados durante estas jornadas intentaremos hacer algún análisis reposado más adelante, porque hoy quisiera destacar unas circunstancias que quizás ayuden a comprender mejor la realidad. Tanto en la inauguración de Platea 17, como del Festival Off, acudieron sendos ministros, que, además, hablaron. No recuerdo muchas inauguraciones de festivales en España con visita ministerial. Acuden a galas de premios de cine, a óperas, pero a festivales, aunque sean subvencionados por sus ministerios, no, lo siento, no lo recuerdo. Tampoco en los festivales de otras instituciones de comunidades autonómicas acostumbra a llegarse a esos rangos. Sí, en algunos aparece hasta el presidente , pero no hablan mucho, no se realizan a pie de obra, si no desde un púlpito propagandístico. Circunstancias. O quizás podemos decir idiosincrasias.
Lo que me sorprendió es que a Platea 17, la semana donde acuden programadores de muchos lugares del mundo apareciera el ministro de asuntos exteriores con un discurso técnicamente comercial. Nos habló de Haití, pero nos habló de la industria cultural. Además se daba la circunstancia que por primera vez una entidad de nuevo cuño destinada al fomento a la exportación colaboraba en el evento, por lo que se nos mandaba el mensaje claro de que estábamos ante un intento de dotarle a las artes escénicas del rango de producto exportable. Y se hacía desde el máximo rango institucional posible.
Es bien conocida mi postura por quienes siguen estas homilías luneras al respecto: pienso que es un error desprenderse de la categoría cultural por encima de cualquier otra circunstancia. Este lenguaje industrial, comercial, mercantil no ayuda, a mi entender, pero prefiero que se intente, que se dediquen recursos económicos a la difusión de los bienes culturales teatrales, pero siempre en el marco de la Cultura democrática, nunca como la de un producto. Sé que es una batalla perdida, pero al daré porque estoy convencido de que tengo razón y de que en los lugares de la tierra donde el teatro funciona y se exporta se hace desde la excelencia teatral, en sus creaciones y sus producciones. Lo de que gire o no, no es una cuestión sólo de mercado sino de calidades y de excepcionalidades.
Por eso me gustó bastante más la presencia del ministro de Cultura en la inauguración de Santiago Off, primero por su misma estética, sin corbata, en camisa, con una voz magnífica todo lo que dijo sonaba a algo pensado desde el conocimiento y desde la perspectiva cultural. El apoyo a la iniciativa de esa incipiente plataforma teatral como es Santiago Off la explicó de manera clara y meridiana, ya que es donde puede estar el futuro y representa una realidad de base, extensiva y democrática de la propia producción y exhibición, y porque anunció dos noticias relevantes, la creación de un Ministerio de «las culturas» y el plural me parece significativo dada la situación pluricultural chilena, y otro anuncio fue que la esperada ley de las Artes Escénicas estará en le primer semestre de este año en el parlamento para su aprobación. Dos hechos que marcan una etapa, que consolidan una idea estructural de tratar a la Cultura como un derecho, no como un negocio.
En estas disquisiciones estamos. Aprendiendo. Disfrutando de buenos espectáculos, de amistades con quinquenios y de nuevo conocimiento, comprobando que la vida en Santiago es súper cara, mucho más que en mi Madrid de residencia y que por encima de todos nosotros está esa circunstancia inapelable que es la de un escenario con vida recibida en las plateas por jóvenes con ansias de disfrutarla.