Cuarta crónica desde Venezuela/Iván Prado
Por la ruta bolivariana:
Nikki es uno de los cuadros de esta revolución, hombre de circo con un amplio compromiso revolucionario, estudiante en Cuba, dinamizador de uno de los barrios más radicales y combativos de Caracas, y hoy, como dice él, «burócrata bolivariano del circo». Abandonando sus tareas como co-director de este festival, él los guía en una experiencia única por la realidad venezolana.
Empezamos el día caminando por una avenida que Chávez y su gente entregó a los bustos de hombres y mujeres que dieron su vida por la humanidad, Sandino, Zapata, el Che, la mujer de Bolívar… una pequeña entrega de lo que nos depararía el día.
El metro nos dejan a pocas cuadras de la TV comunitaria Catya, un ejemplo de revolución que camina, un proyecto popular que nació del germen de un cineclub combativo, dentro de los barrios marginales y empobrecidos de Caracas, que de pasar películas que a veces ni ellos entendían, según palabras de uno de sus fundadores, «porque estaban en coreano», pasa a generar debates populares contra la explotación y la guerra; llegaron a rodar un reportaje con la gente del barrio hablando de sus luchas, sus mártires y sus sueños; para convencerlos hacían pequeñas trampas como empezar porque hablasen de las rivalidades entre los dos equipos locales más importantes de béisbol y de allí la gente saltaba a las verdaderas preocupaciones que les encogían sus corazones. Así nació una de las TV comunales más combativas de Venezuela.
Entre afiches de la muralada y compañeras de Colombia, Brasil y Chile, nos cuentan cómo la presidenta de Catya TV al poco de la revolución en una rueda de prensa abordó al comandante Chávez en nombre de una tele que no existía, y entre las risas de los restos de los medios el presidente hizo que trajesen a aquella mujer delante de él; hoy el preside la tele más importante del movimiento bolivariano y Catya TV está asentada en Caracas. A veces las revoluciones pequeñas nacen de pequeños momentos y grandes corazones.
Luego nos internamos en el barrio más guerrillero de Caracas, el 23 de Enero, la fecha en la que Venezuela tumba su último dictador, un barrio en el que durante muchos años los helicópteros del ejército mataban civiles, una ciudad dentro de otra ciudad que tiene sus guardias armadas para resistir a la policía, donde la ley del barrio no es la misma que la del estado, un lugar donde el gobierno tiene que pedir permiso para entrar, y los camellos están exilados, una república rebelde, donde las pintadas en los muros recuerda al Belfast del IRA, y todos los proyectos sociales están controlados y permitidos por las guerrillas urbanas que allí están establecidas, los tejados de los grandes edificios donde la última dictadura aglomeraba a la gente sirven de atalayas para la revolución y delimitan a través de las banderas de las diferentes facciones (la más importante probablemente sea la de los Tupamarus) las fronteras invisibles entre los diferentes bloques.
Desde lo 23 de Enero a gente salió a defender a su presidente, armada incluso los dientes cuando el secuestraron, peleaban que con su vida por una revolución que más allá de la figura mediática el populista de Chávez tiene una gran base tectónica, los movimientos sociales que se enfrentan en esta guerra civil de baja intensidad a los oligarcas y a su clase media de las capas mayoritarias y empobrecidas por décadas de petrocorrupción.
La visita finalizó en un centro clínico de los millares que existen repartidos por el país adelante, con asistencia de los cubanos, que cambian médicos, maestros y artistas por barriles de petróleo, jajajaj y el mundo tremendo por la crisis financieria e inmobiliaria y los revolucionarios subvirtiendo las leyes del mercado canjeando arte, educación y salud por crudo. Es tan peculiar esta revuelta que el gobierno chavista puso un octógono de 120 metros cuadrados delante de cada bloque de viviendas de lo que nosotros llamaríamos casa baratas, con un médico de cabecera cubano, para que la población lo cuidase y lo alimentase, a cambio tenían un médico de familia prácticamente metido en la cocina de la casa; la forma octogonal de la construcción es porque Chávez aprendió en la China que así es mejor para el feng shui y la salud de la gente.
Cómo no va a triunfar esta revuelta si su motor es la esperanza de un pueblo que cree en la magia del feng shui y la defiende con las armas del petróleo y la resistencia civil.