Cuatro de la mañana
Son las cuatro de la mañana. No es la primera vez que en estos tiempos de absoluta confusión existencial dada por la pandemia del Covid, en que las ideas desordenadas intenten cada una de ellas tomar protagonismo para no dejarme dormir. Las cuentas, el trabajo, la familia, el pasado, el futuro… todo y nada a la vez permanece en mi mente el tiempo necesario como para llegar a entender a plenitud. No puedo dejar de asociar lo que me pasa a eso de que antes de morir un desfile de imágenes pasa por la mente y por supuesto, eso me inquieta aún más. Incluso Joaquín Sabina parece cantarme “…y nos dieron la una y las dos, y las tres y las cuatro y las cinco y las seis…”.
Mi mente se niega a contar ovejas y se comporta como las redes sociales en las cuales pululan los videos de no más de tres minutos, tiempo en el cual solo alcanza para un largo enunciado, pero jamás como para un desarrollo adecuado. El sin número de videos, nos da la falsa sensación de estar informándonos, sin verdaderamente hacerlo, esto, sin considerar uno de los grandes males de nuestros días, las fake news, noticias falsas, un fenómeno al cual en su momento Donald Trump llamó, “hechos alternativos”, seguramente para validar el método que se especula utilizó como herramienta para ganar las elecciones presidenciales en su país.
Sea como sea, ya son las cinco y a pesar de haber pensado en todo, no he pensado en nada. Con apenas los enunciados, pareciera que los problemas se acumulan, pero los caminos de solución me son esquivos. De manera consciente, sé que debo ahondar en los cómo, los por qué, los cuándo, y un sin número de variables propias de cualquier situación, para que de alguna de ellas pueda obtener las pistas necesarias capaces de ayudarme a encontrar la salida, o en este caso, volver a conciliar el sueño. Me he transformado sin quererlo, en una red social digital donde abundan las pinceladas superficiales a la más amplia gama de problemáticas, donde existe toda la información, de la buena y de la mala, de la verdadera y de la falsa, la mayoría de las veces superflua, eso a menos que uno tenga la voluntad y se dé el trabajo extra, no de navegar en internet, sino de bucear.
Hago esfuerzos por quedarme en una idea, pero otra llega por el lado y empuja a la primera, y otra y otra más.
Ya son las seis y solo me queda una hora de desorden mental como para levantarme, tomar desayuno y quizás con la cafeína ser capaz de ordenar el escritorio donde suelo trabajar, pero no mi mente, no las ideas. Por la noche de seguro volverán a tomarme por asalto.
En esta hora que me queda de vigilia, mejor me meto a surfear en internet para evadirme de la realidad e introducirme en el mundo de Facebook o Instagram donde abundan conocidos hiper felices por lo que se puede ver en sus fotografías donde se les ve en playas paradisíacas, comiendo platos exquisitos, jugando con sus mascotas, compartiendo con sus familias, en síntesis, disfrutando de la vida.
¿Será real o simplemente otra fake news para convencer al mundo de una pretendida felicidad?
Mmm, por la noche a eso de las cuatro de la mañana, de seguro me vuelve la interrogante.
Por ahora, buenas noches.
Maldito despertador.