Carta a un alumno
El teatro uruguayo está en un momento de auge productivo. Quedan en relieve las variables de lenguaje, se piensa, se hace, se muestra. ¿Se reflexiona sobre lo producido, se reflexiona sobre la formación, se reflexiona sobre cómo un nuevo actor se relaciona con los lenguajes?¿Se reflexiona sobre qué es hacer teatro en Uruguay?
La reflexión es una gimnasia. Una ley. Una tajada al cuerpo. La pregunta. Ese lugar que el cuerpo debe recibir.
Encontrarme con Bruno fue algo que me hizo bien. Un bien intelectual, un bien capital, un bien dinámico. Los encuentros siempre tuvieron dos rutas: libertad y orden. Liberar el encuentro, en bares, en la casa de él, en la mía, en la EMAD. Los encuentros tenían razones, miradas, enfoques, estaban dirigidos, pero también siempre tuvieron el margen del acontecimiento, de la charla, del suceso, del vivo. Una charla y sus dramaturgias abiertas. Dilatar.
No sé qué es la formación para un artista de la escena teatral. Un director es un autor, un compositor. No hay recetas, no hay nada para marcar. Sí, pensar juntos el incendio y el agua. La sed y las plataformas, las naturales y las artificiales. El cielo que nos aplasta. Solos, siempre solos, hasta la eternidad de uno mismo. Uno habla de esas cosas, en el medio el caos, la vida y sus rutinas, no tener dinero, no tener, y convertirlo todo en material dramático sin que nos queme, pero manteniendo el calor. Como ser fieles hasta el final de uno mismo.
Intentamos pensar quienes somos, el lugar donde estamos, el presente y ese animal gigantesco que es el pasado.
Estas prácticas son imprescindibles para que estalle la verdad personal.
Y volví a una imagen: el cuerpo infinito. Ese cuerpo que no termina. Uno con sus miserias a lo largo de su vida, uno siempre es uno, y la obra también. Los detalles cambian de tiempo. El rostro terso, la juventud, el rostro maduro y las arrugas. Todo lo que almacena el pliegue. Uno siempre es el mismo anudando obsesiones y perdiéndose en la duda.
Marianella Morena
